Veintidós: Te amo

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  Estaba echada en mi cama viendo hacia la pared. Seguramente llevaba cerca de una hora así. Había rechazado cenar con la excusa de que me sentía mal y quería descansar. La verdad, me dolía un poco la cabeza, pero en realidad, estaba aturdida. No había podido pensar en nada más, la cabeza me martilleaba y era por mi propia culpa.

¿Y si me iba? ¿Volvería a encontrar alguien como él? ¿Lo extrañaría todos los días? ¿Se olvidaría de mí? ¿Sufriría? ¿Cómo alejarme de alguien tan especial?

¿Y si me quedaba? ¿Dolería pensar lo que pude haber hecho? ¿Me arrepentiría? ¿Estaría amargada, triste o frustrada? Y... ¿Eso lo afectaría a él?

No sabía qué hacer. Era una de las peores sensaciones que había tenido.

La cama se hundió a mi lado y sentí un delicioso aroma.

Un brazo se aferró a mi cintura y me atrajo contra sí.

-Hola.

-Hola.

Traté de dejar de pensar en todo aquello que me aquejaba, ya que con él ahí, podría hasta terminar llorando, y no quería eso.

-Tu mamá me dijo que te sentías mal. ¿Qué le pasó a mi bebé? ¿Qué le pasó? –me habló de la misma forma que se la habla a un perrito o a un niño de dos años.

Reí y me volteé. Sonreí al verlo, tan perfecto como siempre. Se acercó y me besó.

-Solo... solo me duele la cabeza, supongo que es algún malestar, ya se pasará. ¿Qué haces aquí?

-Es obvio que vine a visitarte –rio.

Sonreí. –Que lindo.

-¿Y en que tanto pensabas?

Sentí una punzada en el estómago –En nada, solo me recosté un rato, ya sabes...

-Hmm... -murmuró sin creérselo del todo.

Como de costumbre, entrelazó nuestras manos y jugó con ellas.

-¿No quieres que te traiga nada?

-No, estoy bien. Tranquilo. Ya se me está pasando.

El asintió y siguió jugando con mis dedos. Lo miré y sonreí. ¿Cómo dejarlo?

-Nazio.

Alzó la vista. -¿Qué pasa?

-Te amo.

Sus pupilas se dilataron. -Tú... ¿De verdad?

Sonreí y asentí. –De verdad.

Me miró con ternura. –Yo también te amo.

-Sé que es muy rápido, pero en serio te amo.

Sonrió y se acercó a mí para besarme.

Sus labios jugaron lentos y románticos con los míos por un momento. Luego se apartó un poco para abrazarme.

-No sé cómo lo haces, pero me traes loco.

-No soy solo yo.

Él sonrió. –No sé qué haría sin ti.

Me estremecí. –Yo tampoco.

Y era totalmente cierto.

Pasó un rato de silencio. Inevitablemente, nuevos pensamientos surgieron mientras estaba recostada en su pecho. La cabeza me seguió martilleando. No quería dejarlo, no podía. Pero, ¿Perdería entonces esa oportunidad?

-¿Estás segura que no deseas decirme nada? –cuestionó.

Me sorprendí. ¿Por qué tenía que conocerme tan bien?

Paura D'Amare [Ignazio Boschetto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora