La brisa otoñal –suave y fresca –pareció dar vida a los recuerdos que Joseph guardaba celosamente en su cabeza, los que reservaba cuando sentía que ya no tenía más fuerzas para continuar. Hacían poco más de once años que había tomado a Josuke en brazos por primera vez: hinchado y sonrojado como cualquier recién nacido, dormía de una manera tan profunda que ni siquiera se percató de que lo habían depositado en brazos de otra persona. Apenas se movió. Suspiró. Luego una sonrisa se dibujó en su rostro y se estremeció. Lo observó y notó que no era cualquier recién nacido: tenía un mechón de cabello muy oscuro sobre su cabeza casi calva y las cejas apenas estaban insinuadas sobre sus párpados cerrados. Joseph creyó que se parecía un poco a él, en las escasas fotos que había visto en los álbumes de su abuelita. Un sentimiento de ternura le brotó en lo más profundo de su pecho, se acercó a la tierna frente de su hijo y la besó con miedo a despertarlo con el picor de su barba o con el contacto de sus labios. Josuke apretó uno de los dedos de su padre con una de sus manitas, aferrándose con fuerza.
Era su primer encuentro con él. Joseph se sintió complacido.
Así como cuando estaba en América y Tomoko llamó orgullosa porque Josuke debía decirle algo:
"Papá".
Los viajes a Japón se volvieron cotidianos y su bebé, muy pronto su niño, no dejaba de ver el mundo con ojos de asombro, como él siempre hacía, quizás porque en el fondo se negaba a crecer. Aunque no compartieran apellido, su sangre los unía. Joseph no sólo era el padre de Josuke, era su compañero de juegos, su amigo y consejero a pesar de que el contacto y la convivencia entre ellos eran breves. Un día podían ponerse a acampar, otro podían jugar luchas, al siguiente quizás Joseph debía volver a América, siempre con la promesa de regresar, siempre con la promesa de volverlo a ver.
La promesa de cada reencuentro traía anécdotas nuevas, desde las ranas atrapadas en verano hasta el recorrido en bicicleta colina abajo que casi terminaba por romperle el brazo. Definitivamente Josuke era casi tan temerario como él, pero no le gustaba que se arriesgara tanto, sin embargo sólo así podía conocer el mundo.
"Un día iremos a América, irás conmigo mi negocio y volaremos en globo, ¿te parece?", le había dicho Joseph, antes de que los viajes se hicieran un poco menos frecuentes por el flujo de trabajo. Por parte de Josuke no había reclamos, sino dudas y un poco de soledad. Eso hasta que su padre movió la sede de su empleo a Japón. Al menos podían visitarse seguido, al menos podrían verse más, pero otra pregunta asaltaba la mente de Josuke.
"¿Por qué no vienes a vivir con nosotros?" A lo que siempre recibía la misma respuesta:
"Es complicado". Complicado, complicado. Era complicado. El muchacho se tragaba sus dudas y sonreía.
Se sentía feliz aunque fuera complicado. Habían personas que, aunque tuvieran padre, nunca lo veían o peor, el padre despreciaba a sus hijos. Sabía que su padre lo quería y el sentimiento, obviamente, era mutuo.
Eso le era suficiente. Para Joseph también, se esforzaba a pesar de los reclamos de Tomoko, de los obstáculos que pudieran haber en el camino...
Y así llegamos hasta el día de hoy.
Le parecía que todo había ocurrido tan rápido: la vida de Josuke se le escapaba de las manos tan rápida y etérea como si intentara atrapar vapor.
Lo que hiciera, era inútil.
Josuke estaba muriendo y tal vez, Joseph Joestar no podía impedirlo.
–...no... ¡NO!
Joseph apretó a su hijo entre sus brazos y lo envolvió con Hermit Purple, mientras que Rohan intentaba acercase.
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Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-
Fanfic¿Serán los sueños manifestaciones de deseos reprimidos o ecos de vidas anteriores? Cada noche, Kakyoin Noriaki tiene pesadillas tan reales como para hacerle creer que alguna vez vivió lo soñado; al despertar, el tedio y la rutina le hacen pensar qu...