Dia I

179 8 8
                                    

Hacía mucho calor... Las gotas de sudor recorrían todo mi rostro, todo mi cuerpo. Mi camisa no estaba diseñada para retener tal cantidad de sudor.
El maldito autobús esta realmente caliente, como era posible que hiciera tanto calor en una mañana de agosto.
Mi cuerpo pesa mucho, me lastima tanto peso, quisiera arrancarme un brazo para calmar esta sensación.
Mi cabeza... Mi cabeza punza, un continuo e irritante dolor haciéndola pesada. Hay mucho ruido aquí!
los pasos de las personas subiendo, bajando, hablando, respirando, lastiman mis oídos. Por qué no se mueren!

No sé si es mi corazón pero siento que martillean mi pecho, me cuesta respirar, no puedo tomar el suficiente oxígeno, mi respiración se vuelve cortada.
No Puedo Respirar..
las bocanadas de aire apenas eran suficiente para aliviar el dolor de mi alma.

MALDITO SEBASTIÁN!!!

MALDITO SEBASTIÁN!!!

Maldecía una y otra vez ese nombre, esa persona! Era su culpa que yo estuviera así.
Su ineptitud en el trabajo, su falta de profesionalismo, su estupidez, nunca fue buen trabajador. Lo supe desde la primer noche que llegó a trabajar en la empresa.
Sabía que era un inútil.

Mi nombre es Marco, trabajó como guardia de seguridad nocturno en una importante empresa farmacéutica.
Y Sebastián es mi compañero de trabajo, ambos trabajamos vigilando las áreas de oficinas, salones, comedor, cocina y las áreas verdes de la empresa.
Nada complicado, nada que alguien con medio cerebro no pudiera hacer.

Solo vigilar y acomodar algunas cosas que se movían durante la noche.

Nada complicado.

Tres noches atrás recibimos un aviso de los jefes de la empresa, se habían escapado alguna ratas del laboratorio.
Nos dijeron que lo más probable era que las ratas murieran, ya que estaban bajo un tratamiento experimenta y sin esto... Bueno, nuestro trabajo era simple, reunir las ratas muertas y entregarlas al personal de la empresa y si no están muertas, matarlas!

Ya había matado a cuatro de esas pequeñas pestes, no se pueden imaginar lo mucho que disfrutaba haciéndolo.
Lo convertí en un pequeño deporte, cuál gato empece a buscar en cada rincón de las áreas que debía cuidar.
Amaba mi trabajo, armado con una porra y una linterna salía todas las noches a buscarlas. El trabajo perfecto.
Pero claro... En todo trabajo siempre hay alguien que no encaja, tenía que lidiar con una plaga diferente.
Sebastián es un inútil, muchas veces hable con los jefes, muchas veces metí cartas sobre su ineptitud, mis quejas eran ignoradas.
No hacía bien su trabajo, no hacía bien sus rondas, no iba cuando escuchaba ruidos en sus áreas, no acomodaba las cosas que se movían por no decir que nunca llenaba la máquina del café, que piensa? Qué soy su madre, ya es un hombre por dios.

Siempre con excusas baratas y dando largas, que no le da pena su inutilidad.

A demás siempre me cuenta las mismas tontas y aburridas historias de su familia, Que su hijo es un vago, su esposa una inútil y su hija lesbiana. Eso a mí que me importa.
El Viene a trabajar, no a contarme su miserable vida.

Como todas las noches estaba haciendo mis rondas, nada fuera de lo común. Había sido una noche tranquila.
Desde la ventana de la cafetería se podía observar un cielo estrellado con una luna grande y blanca, era una buena noche.

Enfrente de la cafetería se encontraban las oficinas, pude observar una silueta que atravesaba la ventana de las oficinas.

Amanecer NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora