Aquella helada noche de invierno, la cual recordarían por los próximos años, una pareja de humanos secuestró a la pequeña Lörien apartándola de su clan y de todo lo que estaba a punto de conocer. Los humanos llevaron a la niña a los confines más apartados de la Tierra Media donde ni siquiera la magia de la Dama Blanca podía tocarlos, dejando así a una familia e incluso un reino entero en las mismísimas sombras del dolor y la pena: —¿Dónde está mi hija? ¡¿Dónde?!... Quiero a mi bebé... ¡¡Lörien!!— gritó la elfa de nombre Galadriel cayendo al suelo. Su esposo preocupado por su amada, se acercó para sostenerla.
—Mis señores. Hemos buscado por los alrededor, pero no han dejado rastro y...— dijo uno de los guardias, entrando a la habitación de la pareja.
—No me importa— la voz de Galadriel había cambiado a una más gruesa y tenebrosa. El dolor y la ira la estaba consumiendo —Buscarán por cielo y tierra. Día y noche. Lörien debe ser encontrada, ahora...¡¡ Ego!!— con aquel grito, los guardias bajaron las escalares para cumplir la orden de su gobernante.
—Hiril vuin, tal vez si...— acotó el Sabio.
—No, mi pequeña debe ser encontrada. Aún su luz es muy débil para este mundo. Debe estar con los suyos. Debe regresar a casa— chilló la de rizos dorados para luego levantarse del suelo y caminar hacia su cama con lágrimas nublando su vista. El dolor para aquella elfa, la seguiría durante los siguientes años, consumiendo su pobre corazón de madre y nadie podría calmar aquel ni siquiera la victoria de la Gran Guerra, sólo una oscuridad a su alrededor y una cuna vacía.
...
Ocultos debajo de unos harapos y siendo transportados por una carreta y dos yeguas, los humanos escapaban de los guardias elfos, llevando consigo a la luz más preciada para los elfos del bosque de Lothlórien, apartándola así de su tierra, de su origen y de su familia.
Los secuestradores de la niña se los conocía por el nombre de Tina y Diorin, aquellos eran una pareja de humanos con finos rasgos heredados de sus antepasados costeños. Éstos habían decidido secuestrar a la pequeña ya que habían escuchado en el pueblo en donde vivían acerca de una familia de elfos, quienes recientemente recibían con júbilo a su nuevo integrante. La pareja de esposos, se miraron entre si al escuchar aquella noticia; envidia y pena era lo que podían sentir en aquel momento, sentimientos muy propios de la raza humana. Tina aún era joven, pero había nacido infértil por lo que sus primeros años de matrimonio habían sido grises y sin alegría, y lo que más añoraban estos dos amantes era poder concebir un hijo. Criarlo con sus costumbre y darle todo el amor que sus padres no le habían dado a ellos, pero aunque lo intentaran demasiadas veces, el vientre de la rubia seguía plano. Por esta misma razón, Diorin decidió cometer aquel atroz plan. Insistiendo a su esposa, la pareja se escabulló una noche en el reino de los elfos y secuestró a la pequeña de ojos azules, convirtiéndola así en su hija. Tal vez no sería suya, pero la amarían como si fuera propia.