Tom es un detective bastante bueno en lo suyo. Trabaja en el departamento de homicidios de Londres, con él trabaja otro detective de homicidios, llamado John. John es el típico compañero graciosillo que le falta día para contar chistes.
Una mañana como cualquiera Tom recién levantado se tomaba su café sentado en una de las banquetas de su isla de la cocina, de repente el sonido del teléfono rompió el silencio. Le llamaba su compañero para informarle que había habido un homicidio. Tom se bebió el resto del café en dos tragos, cogió el coche y se dirigió al escenario del crimen.
El asesinato era bastante diferente a los que había visto hasta ahora, la víctima tenía un dibujo en el pecho con forma de corazón hecho por balas.
-Qué sádico, no había visto nunca nada igual- dijo Tom. John haciéndose el gracioso dijo- Es la imagen perfecta después del desayuno-. Tom fue a preguntarle a la forense sobre el asesinato y mientras John fue a tomar declaración para ver si había algún testigo que hubiera visto algo.
La forense le dijo a Tom que parecía tratarse de un asesinato hecho por alguien muy sálico y de sangre fría. Tom pensó que siendo así este caso iba a ser más difícil de lo que se esperaba.
Tom miró con atención el escenario del crimen y pudo apreciar que al final del apartamento había una puerta cerrada, se acercó más y vio que tenía cerradura, intentó abrirla pero no podía. Volvió al salón donde estaba el cadáver de la víctima para ver si estaba la llave en algún sitio y justo al lado había un pequeño bulto en la alfombra que no se apreciaba con la vista pero si al pasar por encima. Levantó un poco la alfombra y ahí estaba la llave, se dirigió a la puerta cerrada y metió la llave en la cerradura, la giró un poco a la derecha y cuando se abrió la puerta...