Capítulo 2.- "Do I wanna know?"

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Si fue debido a los efectos del alcohol o de cualquier otra sustancia lo desconozco, pero en aquel momento la embriaguez no me permitía ocultar lo empanado que estaba. Habría asustado a cualquiera, pero no podía mantenerme así por mucho tiempo. "¡Demonios!" pensaba, "debo distraerme con alguna otra cosa o pensará que estoy como una cabra".

- ¿Hola?... ¿Hay alguien ahí? ¿Me escuchas? Jajajaja... -me decía. Incluso su voz me parecía lejana-.
- ¿Cómo dices? -le contesté.

"Madre mía" decía para mí, "¿Qué pensará de mí? Menuda cara de atontado debo de tener ahora mismo.". En el fondo yo sé que era la emoción palpitante por el encuentro fortuito. No podía terminar de creerme que estuviese hablando con ella. Pareciese que no podía ser de otro modo. No hablaba con la chica del vestido amarillo que bailaba a unos metros a mi derecha mientras bailaba perdido entre toda la gente, ni tampoco me hablaba la chica del jersey azul que estaba sola en la barra bebiendo whisky. Para nada, me había hablado nada más y nada menos que la cantante de aquella memorable canción.

Pocas veces me había encontrado en una situación tan especial como para sentirme así. Ni siquiera me estaba enterando de lo que me decía, pero de pronto escuché de su boca una pregunta que no dejaría indiferente a nadie: "¿Qué es lo que quieres hacer esta noche?"

Maldita sea, ¿Cómo llegó a preguntarme eso y qué quería decir exactamente? Aún no sabría responderte a eso, pero entonces si sabía una cosa: tenía que responderle algo rápido.

- Quiero fundirme.
- ¿Fundirte? -me contestó-.
- Es en lo primero que he pensado, cuando... me has preguntado eso.
- Fundirte... ¿Has bebido un Pink  Flower verdad? -me respondió mientras una de sus manos se apoyó en mi hombro-.
- ¡Así que así se llama! En serio, esa cosa no es sana.
- Mon dieu! pero como bebes esas cosas, es para aficionados. Ven conmigo -me dijo mientras me cogía de la mano- tengo que enseñarte muchas cosas.

Antes de darme tiempo para responderle, ya me estaba llevando hacia la barra de bar con la intención de darme de beber alguna bebida que le gustase a ella. Aunque me resultó algo brusca la forma en que me llevó hasta allí, cogiéndome de la mano... te mentiría si te dijese que no me gustó.

- ¡Dos Floyd, Rubén!
- ¿Floyd?
- Si, es un...
- Espera -la interrumpo- a ver si lo adivino. Es otro cocktel, ¿Verdad?
- ¿Qué problema hay? Te haré probarlo igual, no vas a beber Pink Flower toda tu vida.
- No tengo más remedio que fiarme de tu gusto, ¿Verdad? -asentí cabizbajo con una sonrisa, fingiendo no tener ganas de darle una oportunidad.
- Choses de la vie -contestó en francés mientras llenaba dos vasos de chupito con el cocktel y me ofrecía después uno-.
- Wo wo wo espera, necesito despejarme un poco más antes de seguir con esto. 
- No tienes de qué preocupaaaarte, esto solo lleva...

Otra vez. De nuevo, no era capaz de entender lo que me estaba diciendo. Me quedé inmerso en mis propios pensamientos mientras la miraba. No la miraba como a otra cualquiera, yo soy una persona que al poner interés en alguien miro a esa persona directamente a las pupilas y eso es precisamente lo que hacía. La veía mientras me hablaba, diciendome sabe Dios qué, mientras sonreía y se ponía el pelo detrás de la oreja con sus dedos. Sentí que todo era perfecto. Todo. Ella sonriendo, su pelo naranja, sus expresiones francesas, las luces de la bola de disco pasando fugazmente por su cara, sus ojos color café claro brillando con cada destello de luz... las cartas estaban sobre la mesa. Todas las indirectas fueron claras. Si solo me hubiese sonreído, para el yo de por aquel entonces, habría sido una cosa, pero el contacto de manos significaba algo.

Como ya te he dicho, ella me preguntó una cosa bastante clara. Básicamente, que qué era lo que yo quería hacer esa noche.  A mi alrededor el sonido fluía y de la propia radio del bar podía escuchar una canción, una canción que decía algo como que las noches se crearon para decir cosas que no dirías de día. "Vale, vale, le daré un buen trago." le dije.

Entonces, la besé. ¡La besé!

Aún con los chupitos en la mano, me acerqué lenta pero decididamente a su rostro con dicha intención y, como en un principio no se apartó, conseguí fundir mis labios con los suyos.

- Para para para para... -decía mientras me apartaba- ¿Que estás haciendo?
- Bueno, hace un rato me dijiste que era lo que quería hacer esta noche y... esto es lo que quería hacer.
- ¿No has pensado que a lo mejor yo no quería?
- En ese caso te habrías apartado inmediatamente nada más acerqué mi cara a la tuya... pero no lo hiciste, fui lo suficientemente lento como para comprobarlo, por eso deduje qu...

Sin acabar la frase, ella volvió a darme otro beso.

Sentí fuego. Sentí algo dentro de mí moverse, pero no creo que fuese amor, era más bien pasión. Yo sabía que no estaba enamorado de esa chica, aunque sin lugar a dudas era una chica increíble. Fui un tonto cuando abrí los ojos aún besándola y empecé a reirme.

- Pfff.... ¡Pfffff! ¡Jajajajajajajajaja!
- ¿Qué haces?
- Joder, lo siento, lo siento, es que he mirado al camarero y me ha hecho gracia.
- Hm, ¿Vale?...
- De verdad, tenías que verle, fregando una jarra con un trapo viejo como si fuese un personaje de ficción -no sé que cojones me pasaba, seguramente fuesen los nervios-.
- Por dónde íbamos...
- Quizá por...

En el instante en que ibamos a volver a besarnos, no sospechaba que alguien fuese a interrumpirnos. Alguien empezó a tocarme el hombro bruscamente, llamándome. Me giré entonces para ver quién demonios podía molestarme en un momento como ese. ¡Era Julián!

- Eh Mick, que cabrón.
- No me jodas...
- Jajajaja venga, que aquí el que jode eres tú.
- Madre mía... jajajaja -traté de relajarme un poco con él. Al fin y al cabo, sin él no me lo hubiese pasado tan bien- venga tío, ¿Qué quieres?
- Que muy bien hecho -y me dio una palmada en el hombro-.
- Joder, venga en serio jajajaja.
- Nada tío, que me iba ya. Mañana te veo, ¿Va?
- ¡Ah! Pero qué pronto, ¿No? En fin, pues ya te diré lo que sea -le dí un abrazo amistoso- ¡Nos vemos!
- Adiós, adiós.
- Será posible... jajaja, ese era... 

Al reincorporarme, me di cuenta de que la chica no estaba. "¡Mierda! ¿¡Dónde estará!?" me preguntaba como loco. Miré al camarero instintivamente, buscando una respuesta, pero levantó los hombros y negaba con la cabeza, indicándome que no tenía ni idea. Entonces me levanté de la butaca y miré a todas partes. Vi a Julián salir del establecimiento y lo único que se me ocurrió pensar es que quizá ella también se había ido. Me precipité entonces hasta la salida tirando uno de los vasos de chupito y dejando el cocktel aún casi entero en la barra.

Tengo un muy buen amigo en Zaragoza al que veo muy poco cada año y siempre que nos vemos me dice: "Lo bueno y breve, dos veces bueno.". Pues para que te hagas una idea, lo que tuve con esa chica hasta que la perdí de vista fue efímero pero demasiado increíble, y no me sentía preparado para terminar aún con todo eso.

Conseguí salir en unos instantes a la calle. Miraba hacia todas direcciones, pero no la veía. De pronto recordé que me dejé mi camisa verde a cuadros dentro, pero me encontraba en un grave problema: se había llenado tanto el local que había una cola enorme para volver a entrar y el portero no entraba en razón por mucho que le explicase mi situación. Así que ahí me encontraba yo, en la calle, con una camiseta de mangas cortas en pleno Noviembre, sin mi querida camisa y sin ningún amigo con el que estar.

- ¡MIERDA! ¡JODER, MALDITA SEA! ¡Porqué pienso siempre que todo puede salir bien! Puta vida...

Estaba casi desesperado, no podía dejar la camisa ahí dentro y por unos minutos andé en círculos enfrente de la misma puerta pensando en qué hacer. Podía colarme entrando corriendo dentro, pero me llevaría una paliza. Podía sobornar al portero, pero no tenía dinero y no había forma de llevármelo al bolsillo, no tenía tanta labia. "A tomar por culo" dije para mí mismo. Volvería mañana y con suerte, el camarero guardaría mi camisa.

Me alejé calle abajo y me metí en un pequeño callejón que había cruzando la esquina, iluminado tan solo por la luz fría y azul de una farola que alumbraba tan solo la parte derecha de mi cuerpo mientras me apoyaba con la espalda en la pared. 

- Ya solo me queda escuchar algo de música... -dije sacándome unos auriculares del bosillo izquierdo el pantalón- al menos así me desahogaré un poc... un momento... ¡Un puto momento!

Y, desgraciadamente, no me había dado cuenta hasta entonces de que Julián se había llevado, sin querer, mi móvil.

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