Vestigios de magia

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Esa misma noche, después de los acontecimientos en el séptimo piso, todos los alumnos de Hogwarts hicieron las maletas.

Durante la cena, la directora anunció que, dadas las circunstancias, las vacaciones de navidad se adelantarían tres días y veía por conveniente enviar a todos a casa, sin excepción. Las cartas de notificación a los padres y tutores habían sido enviadas antes del atardecer y nadie recibió la tan esperada explicación sobre las causas del incendio hasta el día siguiente, cuando iban de camino a desayunar antes de partir del castillo.

El Gran Comedor estaba sumergido en un mar de cuchicheos por las últimas novedades.

—Así que un accidente...— dijo Ginny, que acababa de llegar de la enfermería donde la señora Pomfrey le había cambiado por otro, el vendaje mágico que destilaba una poción hidratante— ¿Eso es todo? ¿Hogwarts era una antorcha gracias a un accidente?

—Lo sé, suena absurdo— masculló Ron mientras se zampaba dos tostadas con mantequilla al mismo tiempo— Pego ego eg lo que... —añadió tragando audiblemente— lo que McGonagall dijo.

—Los profesores lo aseguran—Hermione intervino en son de paz.

Sin embargo, el que menos estaba de acuerdo con esa idea era Harry. Así que con voz adusta, soltó:

—Querrás decir... la profesora Renard.

Muy temprano en la mañana, Harry, Hermione y Ron fueron llamados al despacho de la directora. Ahí los chicos relataron lo que habían visto y lo que habían hecho para retraer el fuego devuelta a la Sala de Menesteres.

La profesora McGonagall escuchó con atención hasta el más mínimo detalle, y Harry sólo omitió contarle la inusual conversación que había presenciado minutos antes del partido (de la cual sus amigos ya estaban al tanto) todo eso a petición y pellizco de por medio de Hermione. Es que ella realmente no creía que un estudiante y un profesor estuviesen conspirando en contra de Hogwarts, o peor, tratando de incendiarlo sin un motivo aparente; así que trató de persuadir a Harry de que simplemente estaba siendo paranoico ya que nunca pudo tener un mínimo nivel de empatía con Draco Malfoy.

Salieron del despacho media hora después con una explicación coherente, pero aún insaciable para Harry y Ron.

Resulta que durante todo ese tiempo, la maldición del fuego maldito aún seguía vigente dentro de la Sala de Menesteres, aunque en menor medida. Durante las reparaciones del castillo, un grupo de aurores había usado un complicado encantamiento para neutralizarlo y finalmente eliminarlo por completo, pero como estaban tratando con magia oscura muy avanzada y demasiado ambivalente, ese proceso iba a tomar su tiempo.

—Es por eso que insistíamos con la constate vigilancia de los prefectos, en especial en ese piso— había dicho la profesora McGonagall acomodándose los anteojos— Nadie más que la profesora Renard estaba preocupada por la seguridad de los estudiantes, ya que los vestigios mágicos de la batalla aún se empeñan en permanecer en algunas partes del castillo.

Entonces la conclusión había sido esa, algún ingenuo alumno había decidido usar la Sala de Menesteres y el desastre ocurrió.

—No puedo creerlo, ¿saben? —admitió Ginny con solemnidad— Hay cosas que resultan demasiado extrañas para ser sólo coincidencia.

—Trata de convencer a Hermione de eso— Ron comentó frunciendo el entrecejo— Aun no comprendo porque insistes en la completa inocencia de Renard y Malfoy.

—Es que hay algo que no cierra en todo esto— repuso Hermione muy segura de lo que decía— Hay varios elementos faltantes en esta ecuación. Y hablando de eso —iba agregando mientras giraba para ver a Harry, que estaba sentado a su lado— ¿Te has puesto a pensar que quizás tus pesadillas pueden tener que ver con los restos de magia oscura que quedan en el colegio?

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora