Possessed Children

Sinopsis

∆ Su Corta Historia ∆

— ¡Hey! Estorbo, levanta te. —exclamó una mujer de unos cuarenta y tantos años de edad.

El pequeño infante solo se tallaba los ojos, con sus pequeñas manitos. La tenue luz del sol que se filtraba a meras penas por la aglomeración de nubes en el cielo, hacía difícil el acceso de la resplandeciente luz. Que se adentraban por los pequeños agujeros que tenía el tejado del establo.

Era un día frío y opaco. Hasta los pájaros que cantaban cada día, no cantaron sus melodiosos cantos. La brisa cortante de la mañana, arremetían con fuerza en las copas de los árboles que eran aledaños a la choza. En la cual vivía aquel pequeño.

— ¡Mmm! —murmuro un poco desorientado y soñoliento el pequeño. Se incorporó en el lecho, sentándose en la improvisada cama que estaba hecha de paja.

—Parate y has tus deberes. —espeto mal humorada aquella mujer. Lo fulminaba con la mirada, se le podía notar a leguas el odio y rencor que le tenía hacía aquel infante.

El niño apenas trataba de pararse, no había escuchado muy bien lo que había dicho la horrible mujer. Ella al ver que este se demoraba en ponerse de pie, esta lo agarro del brazo y comenzó a sarandearlo con gran fuerza. El pequeño solo soltaba pequeños quejidos ahogados de dolor, sabía que si exclamaba un quejido levemente audible lo lastimaría más.

Ya estando de pie, la mujer lo llevaba consigo aun agarrado del brazo, hacía afuera del establo donde dormía aquel niño de tez blanca, aunque no lo pareciera. Ya que lo tenían viviendo en precarias condiciones, rodeado de animales y haciéndolo trabajar en el establo limpiando los desechos de los animales. Por ende mantenía casi habitualmente sucio.

Lo soltó de su agarre haciéndole caer en el estiércol que había en una de las caballerizas. La mujer se hinco quedando al frente del niño de no más de once años de edad. Los ojos grizarcos del pequeño por fin pudo verle a la cara de tal mujer. Tenía su sombría risa puesta en él. Al pobre siempre le daba miedo de verle, su horrible sonrisa amedrentaban al pobre ojigris. Los dientes eran de un color negro sin contar que eran deformes. Su tez era trigueña.

A leguas se no taba que no eran parientes. Ya que eso era completamente cierto, porque al pobre lo abandonaron a la edad de dos años a su suerte en el bosque. Lo dejaron a la deriva su madre era una mujer de la vida alegre, a la cual se le fue imposible criar y sostener al pequeño. Además ni sentía el más mínimo sentimiento de amor hacía la criatura. Solo sentía desprecio por amarrarla "a criar tal cosa" según decía ella.

Así que una mañana se despertó con la más certera convicción de matar a tal pequeño. Solo que al intentarlo hacer, algo en su perturbada mente la hizo reaccionar que matarlo por sus propias manos no sería muy buena idea. Uno pensaría que quizás una pequeña pero significativa pisca de amor de madre a su hijo. Habría surgido pero no fue lo que paso. Se le ocurrió un mejor desenlace para su pequeño predicamento. Que si lo hacía la liberaría de tal estorbo.

Se le ocurrió la idea de abandonarlo en el frondoso bosque, plagado de animales que podrían matar a la indefensa criatura. Cosa que hizo un día. Se dispuso en la madrugada llevarse al niño de tan solo dos años. Era como las tres de la mañana, los gallos aun no cacareaban para ser de notar la resplandeciente luz del naciente sol. Era una madrugada típica, acompañada de una brisa gélida, el canto de los grillos resonaba y decoraban tal madrugada.

A tan solo tres pasas de adentrarse al tenebroso bosque. La mujer solo sintió una corriente que recorría su cuerpo. Tal corriente se produjo desde sus manos las cuales tenían al pequeño en brazos y en un profundo sueño, la corriente se comenzó a extender por sus brazos y de ahí se dividió; una se dirigió hacia la cabeza y la otra comenzó a recorrer la espina dorsal y al llegar a las últimas vértebras lumbares. La corriente se volvió a dividir, las dos corrientes llegaron hasta los dedos de los pies de aquella mujer. Haciéndola estremecer de miedo.