El Lobo

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Allí me encontraba, escuchando por milésima vez, esa fantástica historia que mi abuelo solía contar, e incluso de pequeño, mi madre sola retarlo por eso, decía que yo podía tener pesadillas por causa de sus historias, pero muy por el contrario esas historias me hacían soñar y me entretenían por horas imaginando que yo podría vivirlas; sacaba el artista que tenía dentro de mí.
Hacia los mejores dibujos que de hecho son los únicos que guarde como recuerdo de mis obras infantiles.

El abuelo contaba esas historias con demasiado sentimiento, las hacía muy reales. Se podía ver su felicidad o preocupación en diferentes partes del relato. A medida que fui creciendo, el abuelo añadía más suspenso a la historia; recuerdo claramente como hace años me lo dijo por primera vez "debo irme, y cuando lo haga no puedo volver. No quiero irme, Alan" esos momentos fue en los que mamá comenzó a decir que él había enloquecido, que tenía una importante demencia y hasta hubo veces en que la escuche llorar, hablando con mi tía por ese motivo. Pero yo sabía que él no estaba loco. Era una persona muy cuerda.

Los años pasaron pero jamás olvide esa frase y la intensidad del ambiente que la envolvió.
Tres años más tarde, aquí me encuentro, el abuelo está pero no es él. Sé que no es él, no ríe, no cuenta historias y ya no tiene esa mirada alegre que solía tener. Los pensamientos no se van, la noche y mis audífonos los hacen viajar. Vuelvo al momento en el que él me relata la historia, cuando tenía quince años, recuerdo cuando mamá dijo que el abuelo enloqueció, se me vienen la imagen de mis dibujos, sobre ese extraño mundo, lo veo a él, solo a él, con su mirada y esa sonrisa que siempre me hizo sentir mejor. Aun con dieciocho años, lo necesito, sé que no se fue, y siento que debo encontrarlo. Se me vienen a la mente cada palabra de su relato, las analizo cautelosamente, siento miedo. Me levanto, algo debo hacer, me acerco cautelosamente a su habitación, está dormido. "razonable para ser cuatro de la madrugada" pienso.

Intento no hacer el menor ruido cuando ingreso al pequeño cuarto; recuerdo que el solía tener el sueño pesado, así que me despreocupo un poco. Siento la alfombra bajo mis pies descalzos, esa en la que solía jugar de niño cuando él me cuidaba.
Desde que él "se fue" no había entrado en aquel sitio, ya no era lo mismo. Todo seguía igual, los trofeos de cuando era joven, la pequeña cómoda en donde ponía su ropa y ese espejo de pie, largo, de la altura de una persona adulta promedio, jamás entendí por qué era tan grande pero siempre me perturbo. Me detuve a mirarlo, alumbrando con la pequeña linterna de mi móvil, tenía un marco negro, con extraños arabescos, y algo que nunca note, probablemente debido a la antipatía que este me producía: tenía una leyenda escrita a un lado de los arabescos, que recorría todo el marco, no supe distinguir el idioma, pero comencé a leerlo en vos baja, no sin antes mirar si aquella persona seguía durmiendo. Repetí las palabras mientras las recorría con la linterna, al terminar me sentí extraño, pero nada pasó...al menos por unos segundos. Note mi grave error, al ver que la linterna y lo que ella alumbraba de mí, dejaron de reflejarse en el espejo.

Vi un bosque, un oscuro bosque con grandes árboles, "¿Qué se supone que debes hacer, Alan?" rodee los ojos ante la obvia pregunta que me hice a mí mismo y avance hacia dentro del espejo, el miedo me invadía, pero la curiosidad era mayor. Una vez dentro del espejo, o donde sea que estuviese me invadió un aire fresco, la sensación del viento en la cara es una de las cosas que siempre disfrute, pero no mientras estaba descalzo y en pijama en la tierra fría de un bosque dentro de un espejo, sonaba absolutamente raro, pero sentía que era real, no podía soñar con la sensación del viento, ni con ese olor a tierra. Avance aun con la linterna en la mano, con la esperanza que la batería del móvil durara lo suficiente. Las hojas secas y las raíces de los arboles bajo mis pies, me obligaban a alumbrar al suelo constantemente. "Todo puede suceder en un bosque" me detuve en seco, ¡mi abuelo! Así era como el comenzaba su historia, un bosque, un oscuro y gran bosque, recode también que al hablaba de un lago, un lago que para él, era un gran mar. "Nunca supe si por su profundidad, o grandeza o simplemente porque me transmitía mucha paz" continúe caminando por horas, largas pero interesantes horas, el amanecer me agarro en el medio de ese ecosistema, iluminándolo de manera que parecía mágica. Nunca había visto un amanecer de verdad, pero ahora veía los efectos de uno, y me dejaba ganas de más. Apague la linterna del móvil cuando la luz me ilumino lo suficiente y allí visualice la salida, no habían más árboles, comenzaba una pradera que se entregaba por completo a la luz del cielo. Me apure lo más que mis descalzos pies me lo permitieron y por fin llegue. El lugar cumplía con su prometedora perspectiva, por fin pude mirar al cielo ni una sola nube, el sol brillaba en el horizonte, pero no fue lo único que vi. El cielo gris, siempre me hizo sentir expuesto, pero esto...esto no se igualaba a un cielo gris. Allí estaba, una bola gigante que se veía en el cielo, la mitad de ella de hecho, la parte que el sol iluminaba, se veía como ¿un planeta? Pero no era el único, di vuelta sobre mí mismo, allí, enfrentado estaba otro. Con el reflejo del sol se veía su textura, tenia ¿anillos? No cabía en mi sorpresa, ¿qué es todo esto? "En el lugar, donde se ve más que el sol" ¡no podía ser! El abuelo me lo describió todo, corrí hacia el sol, y allí estaba, al lago, el lago donde el sol brillaba, era un lago transparente. Miles de peces se veían nadando por el...peces y ¿Qué es eso? Me sobresalte de pronto. No tenía tiempo de esto, debía buscarlo. Debía buscar a mi abuelo, rescatarlo de aquí, corrí en dirección opuesta al lago, por el costado del bosque de gigantes árboles. La hierba en mis pies, se convirtió en hielo y deje de correr, confundido mire hacia atrás; en un punto ese paisaje dejaba de ser pradera, pasaba a estar cubierto de nieve: el piso, los arboles...la montaña. A donde me dirigía en ese momento. Caminar en la nieve se me dificultaba más de lo que esperaba. Es extraño, siempre quise ver un amanecer, tener una aventura en un bosque, tocar la nieve; pero no así. Nunca pensé que sería un mundo alterno en busca de mi abuelo. Llegue a la cueva debajo de la montaña, no era muy normal, como el esto de ese mundo en realidad. Pero afuera estaba congelando, necesitaba calentarme. Entré y observe la extrañeza de dicha cueva: estaba llena d cristales de color violáceos, que iluminaban el lugar con brillo que el sol les proporcionaba. Me senté en un rincón y me acurruque; sentí ganas de llorar, no sabía en donde estaba ni sabía si iba a encontrar al abuelo y tampoco en donde buscarlo. Cuando reaccione, supuse que me había dormido, tenía mi brazo rojo por el apoyo constante de mi cabeza y me perdí por un segundo, por una hora. No se por cuánto, pero desee no haberme perdido de nada que me llevase con mi abuelo, en ese lapso de sueño. Debía continuar, el sol estaba arriba, supuse que sería mediodía, eso despertó mi estómago, pero no era momento de comer. Mire a todos lados, solo veía nieve y la pradera en la que había estado hace unas horas pero algo llamo mi atención; allí estaba en el medio de la pradera: un árbol, común como cualquier otro salvo por su color, el mismo color que los cristales, ¿Por qué no lo vi antes? Al otro lado solo había nieve, así que decidí ir hasta él. No tarde mucho en llegar, sentí el cambio de ambiente al pasar la línea que separaba la nieve de la pradera, que extraño. Al ir acercándome al árbol pude comprobar que alguien estaba sentado del lado opuesto al que yo estaba, ¿Una persona? ¿Debía acercarme? ¿Qué iba a hacer si no? Me acerque, rodee el árbol pero no había nadie, "quizá lo imagine, debe ser el hambre". Me senté allí y cerré los ojos, estaba agotado, exhausto. Necesitaba un respiro, necesitaba encontrarlo. Sentí algo a mi lado. Abrí los ojos y rápidamente voltee a verlo. Un pequeño lobo, gris, todo gris; sentado a mi lado mirando el horizonte. Sabía que se considera a los lobos como un animal peligroso, pero siempre me gustaron, el animal interrumpió mis pensamientos al mirarme. Esa mirada...esa mirada la conocía bien, me quede intacto ¿sería cierto? -¿Abuelo? -el lobo no dejó de mirarme fijamente, extendí la mano temeroso y lo toque. Lo acaricie bajo la oreja y el animal respondió con aceptación a mi tacto, cerró los ojos y se refregó en mi mano. -te encontré. -suspire aliviado, el pequeño volvió a observarme, extrañé por mucho tiempo esa mirada. Se paró y comenzó a caminar en dirección opuesta a mí. Sin pensarlo lo seguí, no lo perdería de nuevo. Caminamos un largo rato, hasta que llegamos a un extremo del lago, justo donde terminaba, el lobo freno y solo lo miro. No entendí su comportamiento hasta que me acerque y me agache a su lado, mirando el lago al igual que él. Mi sorpresa no fue menor, allí en el lago se reflejaba la cara humana de mi abuelo, estaba con su mirada y su sonrisa; se resbalo una lagrima de mi mejilla, quise tocarlo pero como es lógico, el agua hizo círculos alrededor de mi dedo, deformando la preciosa imagen que ante mis ojos se extendía. El reflejo de mi abuelo se volvió de perfil, fue cuando levante la vista y mire al lobo, que me miraba curioso, recostó su cabeza en mi rodilla y por instinto lo acaricie. El lobo volvió a mirar el agua, y allí estaba de nuevo su cara. -Encontrarte fue más fácil de lo que pensaba abuelo. -le sonreí al reflejo que ahora me devolvía la mirada. Y sentí su voz. No sabía si era real, pero volverla a escuchar con todo su sentimiento, fue hermoso. Me estaba relatando su historia palabra a palabra, respondiendo mis preguntas. "Bajo el sol de la pradera estaré, solo tu recuerdo me reconocerá" -Volvamos abuelo te necesito conmigo, allá. -Sin quitar la mirada de mis ojos, el lobo negó con la cabeza y lo recordé -"No podré volver, Alan" -repetí bajando la cabeza decepcionado. El lobo se levantó y comenzó a caminar, haciendo que nuevamente lo siga. Casualmente me guio hasta la cueva, donde yo me había refugiado del frio. Se adentró como si conociese el lugar de memoria y yo lo seguí, porque por más extraño que sonase, confiaba en la forma animal de mi abuelo. Dentro del lugar, había una enorme pared, cubierta en su totalidad por los cristales pero con extrañeza de que había huellas por toda ella marcadas como a fuego. Las había de todo tipo, desde el animal más grande al pequeño pero no de humano. Recorrimos el paredón, mientras yo pasaba la mano por las huellas; estaban marcadas de manera intachable, incluso su forma brillaba en la pared. Se detuvo frente a una y me miró muy intensamente, muy él. Me acerque y quede a su lado, me agache a su altura, y él puso la pata en una de las huellas. Encajaba a la perfección. Y se iluminó aún más a su tacto. Lo mire. El me miro. Lo comprendí. Mi abuelo, ya no pertenecía a mi mundo. Quizá nunca perteneció, quizá solo estaba de paso y ahora...ahora debía estar en este mundo. Sentí una profunda angustia, que él claramente vio y vino en mi consuelo. La rapidez del sol descendiendo me sacó de mi momento de tristeza. La luz en los cristales descendía y ya no se veía nada. Saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón y encendí la linterna que nos ayudó a ambos a encontrar la salida. Me frustré, me enoje, me entristecí e intente asimilarlo mientras caminábamos hacia la salida. Hacia el espejo. Recorrimos el bosque bajo la luna y las dos esferas que se encontraban en el cielo hasta que él se detuvo y me miró. Me agache y lo abrase, con fuerza. No sabía qué era aquello, que hacia ahí mi abuelo pero no me importaba, ya no lo vería más. No vería más sus ojos. Me miró y guarde esa mirada en lo más profundo de mí. Para tenerla siempre. Una puerta se abrió, por donde se veía el oscuro cuarto que había estado husmeando tiempo atrás. Culmine bruscamente mi dolorosa despedida, no sin antes voltear atrás una vez más y atravesé el espejo. Mi abuelo o quien simulaba serlo, falleció a la mañana siguiente. Ahora, pensaba que ya no me quedaba nada de él, pero cuánto me equivocaba. Me quede con su espejo. El extraño espejo que siempre me dio miedo. Pinte su marco de una brillante mezcla entre azul y violeta. Como los cristales en su huella, e intente sin éxito tapar con la pintura su leyenda, no sabía si podría volver; pero por otro lado, que esas letras quedarán a la vista, me daba esperanza. Mi abuelo se había marchado, pero tenía la certeza de que estaba bien y no solo eso, sino que también sabía que él no me había abandonado. Una noche, tiempo después del suceso me encontraba caminando solo, triste. Y algo interrumpió mi camino: un lobo gris, todo gris. Sentado a un lado de la calle, me miró penetrante y cruzo hacia la otra acera, perdiéndose a lo lejos. Él estaba allí.

Cada vez que veas un lobo, un animal considerado peligroso recordarás esta historia.
Quizás pienses que es fantasía, que es una mentira pintada con magia; pero no olvides, que yo pensaba lo mismo.

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