Bien y Mal.

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Maldición, a este paso se volverá un santo... –pensé mientras miraba por la ventana

Suspire y cerré los ojos. Estaba tan cansado. Necesitaba unas vacaciones o una reasignación. Mire ahora al techo, todo estaba oscuro, apenas era medianoche y el dormía plácidamente como un bebé.

Mire hacia su cama y entonces él, mi enemigo por naturaleza me sonrió.
Dicen que los ángeles son asexuados, pero era clarísimo que él era hombre o bueno, eso parecía, además tenían que ser andróginos. Ni siquiera sabía que era con lo que trabajaba. Su cara decía dulce chica, pero su entrepierna decía macho respetado.

–Te he dicho que soy hombre –murmuró amablemente pasando la mano por los cabellos castaños de nuestro Takanori.

– ¡Uruha, maldición! ¡No leas mi mente te he dicho! –grité furioso. Menos mal no pensé otras cosas más comprometedoras.

–Y yo te he dicho que cuando te enojas dejas un apestoso olor a azufre –arrugó su nariz y levantándome de mi cómodo lugar me coloque frente a él dejando de separación a nuestro Takanori.

–No me enojaría si de vez en cuando me dejaras hacer algo malo para variar –gruñí y el solo hablo tranquilamente

–Pero tú siempre me dejas el camino libre... desde que él se volvió adolescente.

Suspire y trate de no gritar. Si, tenía razón.

Cuanto me asignaron a Takanori a sus 4 años era sencillo ser malo... un plato roto, un berrinche, el vestido favorito de mamá destrozado, un baño al gato, la puerta de la hermana mayor rayada. Se volvió difícil a los 13.

Nadie podía con el inigualable Aoi... por eso estaba ahí, cuidando a un niño y que sus actos llevarán como mínimo a un reformatorio. El anterior guardián se había cansado y fue cuando llegó este nuevo con una sonrisa y mil de energías.

¿Cómo oponerme a semejante adonis? Su piel parecía porcelana, sus ojos que eran miel, sus piernas largas y visiblemente tersas... su pelo sedoso, sus ojos con ese tono azul alrededor. Era hermoso, sí. Y yo un idiota enamorado de mi por enemigo. Un idiota que estaba a punto de ganarse un castigo de los mejores, estaba dejando que el angelito guardián y de los buenos modales dominara sobre Taka; había evitado las drogas, había evitado varios robos, seguía siendo un hijo ejemplo... comenzaba a hartarme, aquel ángel me estaba costando mi casi milenio de experiencia.

–No lo hago porque quiera...–fruncí mi nariz y mire a otro lado lejos de la vista de él y de la sonrisa dulce del dormido Takanori, ahora ya ni pesadillas podía darle.

–Perdón, pero pareciera que me dejas a mi todo el trabajo... –hizo una pausa y rasco su brazo –puedes darle pesadillas cuando no tenga exámenes de matemáticas.

–Me gustaría poder ser lo que soy, un demonio... causar el mal, expandir el terror –señale a Takanori haciendo una mueca –­y hacer que "esto" tenga lo que estaba planeado en su hoja del destino ¡Ser el más temido delincuente!

–Lo dices como si fuera un logro máximo –se cruzó de brazos e infló sus mejillas con aire de ofensa –te recuerdo que la hoja del destino puede cambiarse y que si yo lo quisiera podría hacer que desaparezcas querido demonio...

–No te tengo miedo... te recuerdo que allá abajo nos llegan muchos de ustedes que se creen tan rudos –me dirigí a él y mostré la peor cara que tenía, después de todo muchos habían huido ante ese rostro.

De cerca era más hermoso, definitivamente algo malo pasaría un día.

Tenía a aquel ser tan excitante frente a mí y no podía hacerle nada, no en esa condición. Era realmente una tortura mi situación. Ya muchos habían caído en lo mismo que yo estaba por caer ahora y, pues, no les había ido tan bien.

Cuando el ángel conquisto al demonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora