El joven Sebastián se encontraba encerrado en su habitación, con la cabeza metida en su cuaderno de matemáticas resolviendo sus problemas numéricos que debía entregar el día de mañana.
- ¡Seba! – lo interrumpe su madre de un grito - ¡Baja a tomar once!
¿Tomar once? – pensó el joven – ¿por qué no simplemente me dice que baje a comer?. Cierto, eso suena feo y a los humanos nos gusta la estética, las apariencias... pero tomar once igual suena fuera de lugar, en algunas partes lo llaman merienda o la hora del té. ¿Por qué un mismo evento tiene tantos nombres? Si al fin y al cabo lo esencial es que hay que comer, satisfacer la gula, ¡Comer o ser comido!, he ahí el dilema.
Sebastián bajó con calma las escaleras, el sonido de sus pisadas y del crujir de la madera se adentraron en los oídos de joven, quien se disgustó. En el comedor, reunidas en la mesa se encontraban su madre y su hermana, comiendo.
¿Dónde mierda están las formalidades? – se preguntó el joven molesto mientras tomaba su asiento habitual – ni siquiera son capaces de esperarme.
- ¿Te acordai de la vecina esa que teníamos ante'? – preguntó la madre dirigiéndose a su hija
- ¿La señora Olga? – respondió dudosa la joven mujer
- Esa misma po – respondió la madre con una sonrisa marcada en su rostro que marcaba las pocas arrugas que tenía – no te vai a creer lo que pasó, esta señora quedó viuda.
- ¡No me estés! – reaccionó la muchacha sorprendida - ¿y qué le pasó al viejo pesao ese?
- Un infarto, murió antes de que llegara la ambulancia a la casa, y el funeral fue ayer no má
- ¿Y el hijo?
- ¿El rucio lindo? – cuestionó la madre mordiendo un pan – ahí está, saliendo con esa cabra Monsalvez
El joven Sebastián comía sin pronunciar palabra alguna, observaba a su familia comer y conversar con tanto entusiasmo sobre la vida de otras personas, de la Olga, del viejo y del rucio.
¿Qué me importa a mí que haya muerto el viejo?, ni siquiera recuerdo haberlo conocido... y ¿Qué les importa a ellas?, hablan del asunto como si fuera un tema tan importante en sus aburridas vidas, algo tan trascendental. ¿Por qué hablan? Hablan por el mero hecho de hablar, de emitir ruidos, usar el lenguaje y sentir que se comunican, que no están solos, que son parte de la sociedad, así evitan sus propios pensamientos, ellas le tienen miedo a su mente.
A toda la gente le gusta conversar, ¡pero a mí no!, a mi en cambio me gusta el silencio, no me agrada la idea de malgastar saliva en conversaciones tan mundanas. Me encanta el silencio. Ellas hablan, hablan y hablan... ¡Cállense!, ¿acaso no pueden valorar el silencio? Al menos podrían decir cosas más interesantes, pero no de eso son capaces, solo salen estupideces de sus sucias bocas.
Sebastián se dispuso a tomar su café rápidamente para salir de la tortura de la conversación de su familia. Al llegar a su pieza observó su cuaderno de matemáticas con los ejercicios inconclusos.
Matemáticas... ¿para qué hacer la tarea? No es más que un desperdicio de mi tiempo. ¿Qué son las matemáticas? No son más que rayas, símbolos que se juntan con otros símbolos para dar otros símbolos, los cuales tienen un sentido dado por el hombre, así es, el hombre es el creador de las matemáticas, la supuesta ciencia exacta... ¡Exactas mis pelotas!... No es más que una estupidez y ¿Qué es una estupidez?, un adjetivo, es una cualidad, es una comparación, lo opuesto a la genialidad, no son más que conceptos subjetivos, todas las cualidades son así, relativas. Pero ¿acaso existe un absoluto? Según los catolicos el bien y el mal son conceptos absolutos, pero claro ellos se basan en su inexistente Dios y a su vacía religión para afirmar eso, a veces me lamento de haber nacido aquí, rodeado de la cultura cristiana occidental, la mayoría no se cuestionan nada y aceptan todas las cosas que les enseñan sus padres, la televisión y la escuela, asimilan las cosas y después son incapaces de ver el error, de ver que sus creencias no son más que un castillo en el aire que se derrumbarían si pensaran un poco más, si utilizaran esa maldita cabeza que tienen, eso deberían hacer las personas, pensar más y hablar menos, me carga el ruido, amo el silencio...Pero también me gustan las contradicciones que salen a veces en los argumentos basura que da tanta gente al defender sus ideales, me dan risa.
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Silencio
Short StorySebastián es un joven que añora al silencio a un nivel más allá de lo común, lo cual lo llevará a tener intensas reflexiones internas con un desenlace cruel.