Prólogo.

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Febrero de 1942.

Steve sonrío instantáneamente al ver la bella castaña entrar a la cafetería, con el delicado vestido acomodándose a las curvas de su cuerpo y el cabello perfectamente recogido. Para él, no existía muchacha mas hermosa.

-Deberías invitarla a salir- lo animo Bucky dandole una palmada en el hombro.

-¿Quieres que humillen una vez mas en la vida?- él desaliñado chico de Brooklyn miro a su amigo escandalizado.

-Pues no seria la ultima- se burlo él entre risas.

-Ella me ve como un amigo mas- se encogió de hombros Steve volviendo la mirada a su gaseosa-. Además, está saliendo con ese sujeto... Tom.

-Sabes que eso no es cierto- bufo Bucky cansado del comportamiento de su amigo-. Conoces al padre de Lizzy, jamás la dejaría salir con un sujeto como él.

Steve tuvo que contener la respiración cuando la vio caminar en su dirección, una impecable sonrisa se había enganchado en su delicado rostro, logrando que el corazón del desaliñado chico comenzará a latir con rapidez.

-Buenas tardes caballeros- saludo con ese encanto natural que la marcaba.

Elizabeth Quill era reconocida, no solo por hija del respetado coronel Quill, si no que por la belleza y el encanto que la envolvía al realizar hasta la más mínima acción. Cualquier hombre que tuviera dos dedos de frente, quedaría embobado con solo escucharla reír.

-Lizzy, que agradable sorpresa- saludo Bucky besando ambas mejillas de la chica-. Estábamos hablando sobre ti.

-¿Eso es cierto?- Lizzy miro a Steve, esperando que este le saludara de la misma manera que su amigo, pero sólo recibió un asentimiento de cabeza.

Rompiendo poco a poco la esperanza de la chica.

-¡James!- una voz completamente externa a ellos tres intervino en el incómodo silencio que de provocó en la mesa.

-Ahora vuelvo- se excusó el recién nombrado y se levanto rápidamente de su lugar. Dejando a Steve y a Lizzy envueltos en un ambiente completamente tenso.

Para Lizzy, Steve no era aquel escuálido muchacho de Brooklyn del que todos tomaban burla, pera ella, Steve era un chico extremadamente dulce y caballeroso, esa clase de hombres a los que no mides por el tamaño de sus músculos, si no, por el de su corazón.

-¿Es que no te agrado?- preguntó luego de unos segundos la castaña-. Se que alguna veces soy bastante molesta, pero creía agradarte- intento no soñar derrotada, pero la expresión de su rostro fue muestra clara para Steve de que estaba arruinando las cosas nuevamente.

-No... No es eso- vacilo jugando con una servilleta.

-¿Entonces qué es?- Lizzy quiso saber la razón por la cual Steve ni siquiera lograba compartir un saludo con ella.

-No eres tu... Mas bien... Mas bien soy yo, soy un completo desastre- se atraganto con sus propias palabras el nervioso rubio levantando levemente la mirada para observarla. Encontrándose con la sonrisa de la joven.

Lizzy tomo la mano de Steve sobre la mesa, esperando no espantarlo, y acaricio sus nudillos con su dedo pulgar.

-No eres un desastre- aseguró ella con dulzura-. Solo tienes que confiar mas en ti.

-¿Acaso me has visto?- susurro Steve molesto consigo mismo por no ni siquiera suficiente para lograr entrar al ejercito. Como seria siquiera suficiente para la bella Lizzy.

-Claro- río ella, con la otra mano libre, tomo el mentón del rubio y lo obligó a mirarla a los ojos-. Eres encantador Steve, y un gran hombre.

-Creo que te has equivocado de hombre Lizzy...- se burlo de si mismo, nervioso por la cercanía de la castaña-. Ni siquiera puedo ser un buen soldado.

-Los soldados no se miden por el tamaño de sus músculos- negó ella sin dejar de sonreírle-. Si no por el tamaño de su corazón.

-Pero...- intento interrumpirla, pero ella lo callo dejando delicadamente su dedo índice sobre sus labios.

-Tienes un gran corazón Steve- dijo con la sinceridad rebosando en cada palabra-. Y una valentía inigualable, ningún hombre se puede comprar contigo.

Marzo de 1942.

-Voy a extrañarte- susurro Lizzy escondiéndose en el pecho de Steve.

-No vas a darte no cuenta y ya me vas a tener de vuelta- intento alentarla, pero el dolor en el pecho de la castaña incrementaba con el paso del tiempo, como si algo le dijera que nunca lo volvería a ver otra vez.

-Mantente a salvo, ¿si?- pidió ella acariciando su rostro-. Y no dejes que nadie intente menos preciarte.

-Lo tendré al tanto- río él rubio ante el pedido de la chica, como si él realmente pudiera hacer alguna de esas dos cosas.

Lizzy mordió su labio para contener las lágrimas, jamás creyó que se volvería tan difícil verlo partir. Pero ahí estaban, en la estación de trenes Brooklyn con un boleto hacia la guerra sin regreso.

-Ten, quiero que tengas esto- las pequeñas manos de Lizzy dejaron un pequeño objeto en la mano de Steve.

-Es tu collar favorito...- murmuro confundido.

Una delicada cadena de oro con un colgante de corazón, con su nombre grabado en el.

-No puedo aceptarlo- negó intentando devolverlo, pero ella no lo dejo.

-Es para que me tengas a donde sea que vallas- sonrío con tristeza Lizzy tomando sus manos-. Para que no me olvides...- susurro lo ultimo, dejando que el dolor la inundara por completo.

-Lizzy- Steve la consoló entre sus brazos. Acaricio su cabello y dejo un cálido beso en su mejilla, era el amor perfecto solo que en el tiempo equivocado-. Voy a volver, te lo prometo.

-No puedes prometer algo así Steve, no si no sabes si realmente lo vas a cumplir- negó la castaña, aún sin alejarse de él.

-Lo voy a hacer- aseguró estrechándola entre sus brazos-. Y cuando vuelva, iremos al Plaza y bailaremos toda la noche si quieres...- respiro profundamente, intentando grabar en su mentó el olor a rosas que la destacaba-. Te llevare a la playa y comeremos helado de fresas, ese que tanto te gusta...-

-Solo prométeme que te mantendrá con vida...- rogó ella entre lágrimas-. No importa si no vuelves a mi, solo mantente con vida.

Believe |Capitán América/Steve Rogers|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora