Capítulo XLII: The time has come

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Jotaro comenzó a calzarse los zapatos, temblando y con las mismas palabras de la llamada repitiéndose en su mente.

–No comprendes. –Le decía Kakyoin, insistiendo. –Todo lo que temía que sucediera con el mundo, el tiempo y el universo está pasando. Y debo detenerlo. Aún si cuesta mi propia vida, debo detenerlo.

–¡Basta ya de sacrificios! –Exclamó él, ahora molesto. –Si algo he aprendido es que los sacrificios no sirven si los hace una sola persona... recuerda que somos un equipo, Noriaki. ¿¡Es que acaso no te diste cuenta de mi error!? Quise cargar con toda la responsabilidad... pero es demasiado... ¡por eso tantos errores! ¡Caray! ¡Parece que desperdicié todos tus sacrificios en el pasado! Y no voy a permitirme desperdiciar algo más, no voy a enviarte como becerro al matadero, ¿¡comprendes?!

No obstante, la llamada se cortó de manera abrupta. Era imposible saber si le había colgado el teléfono o bien si era una falla en la línea... Jotaro se limitó a gritar y a gruñir, desesperado, colgó el auricular y se puso de pie, para después caminar de manera furiosa a la puerta de la casa.

–¡Jotaro! ¡Hijo! –Exclamó Joseph, alcanzándolo, lo suficientemente a tiempo como para recibir un portazo en el rostro. El hombre mayor decidió seguirle sin más, apenas tomando el sombrero, la gabardina y sus zapatos. Caminaba lo más rápido que podía, ignorando la fresca brisa que le golpeaba el rostro y lo obligaba a sostener su sombrero contra su cabeza; además, el corazón le latía rápidamente y algo –como un hilo- lo jalaba hacia delante, sin que pudiera hacer mucho por detenerse. –¡Hijo!

Su nieto giró, deteniéndose. Su expresión parecía ser un poco más adusta que de costumbre y lo confirmó cuando le dijo:

–Viejo, Noriaki llamó. Debo encontrarlo.

–Jotaro...

–Esto no es asunto tuyo. –Atajó. –Busca a los niños, esto debo arreglarlo yo.

–¿¡Estás loco?! –Le gritó Joseph, disgustado. –¡La ciudad está destruyéndose y tú–-!

–Tengo que encontrarme con él. –Decía su nieto, girándose. –No hay nada ni nadie que pueda hacerme cambiar de opinión.

El moreno siguió caminando sin dejar de sentirse perseguido. Tras unos cuantos metros, volvió a darse la vuelta y vio de nueva cuenta a su abuelo, quien no dejaba de avanzar, tomándose el pecho.

–Viejo, te dije que te largues. –Repitió. –Odio repetir las cosas, así que la próxima vez–-

–N-no puedo irme... –Titubeó Joseph, poniéndose pálido. Jotaro se acercó a él.

–No intentes chantajearme con un infarto o... –Se percató entonces de que su abuelo no actuaba o exageraba, no dejaba de frotarse el pecho y entrecerraba los ojos, bufando. –Abuelo... n-no te sientes bien, ¿verdad?

–No es eso... –Jadeó Joseph, tratando de asimilar la situación. –Siento... como si alguien me llamara...

Los ojos verdes de Jotaro se abrieron de forma desmesurada, con asombro.

–¿Tú también? –Preguntó con un ronroneo en su voz.

–¿Cómo que–-?

–No tengo idea de dónde está Noriaki pero... algo me dice adonde ir, a donde dirigirme... y presiento que él estará ahí.

–Pero... ¿porqué yo también?

–Incluso yo. –Interrumpió la voz de Caesar, a escasos metros de Joseph y Jotaro. Se acercó a ellos y torció la boca con insatisfacción. –N-no sé porque siento lo mismo que ustedes.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora