~||EreMika||~

510 25 15
                                    

Universo alterno.

Eren Jaeger, un joven castaño de 23 años de edad y dotado de unos hermosos ojos color esmeralda, acababa de heredar la pequeña tienda de juguetes de su padre.

Su padre, al darse cuenta de que ya estaba demasiado viejo para mantenerla activa, decidió entregarle la responsabilidad a su único y preciado hijo, en el que confiaba para seguir brindando alegría con los artículos de su tienda.

Eren no dudó ni un segundo en aceptar la propuesta. De hecho, él en realidad estaba muy contento con ello. Le gustaban mucho los juguetes y ver grandes sonrisas adornando el rostro de pequeños niños. Trabajar en una juguetería significaría verlos todo el tiempo y gozar junto a ellos.

Al día siguiente se levantó temprano, sin esperar siquiera el canto del gallo al amanecer. Ansioso, fue a darse una ducha rápida, para refrescarse.

Decidió ver la televisión hasta esperar la hora en la que debía partir hacia la tienda. Así era Eren, cuando esperaba emocionado por algo, estaba listo horas antes.

Dio un vistazo al reloj que colgaba de una de sus blancas paredes. Abrió los verdes ojos al notar de que en 15 minutos debía estar allá y fue a vestirse de la manera más rápida que pudo.

Con el uniforme ya puesto y vistiendo unos relucientes zapatos de charol, partió hacia su nuevo trabajo, la juguetería - Que quedaba cerca, por suerte - sin olvidarse de cosas como sus llaves y su celular.

En el camino vio a algunas personas con traje y aspecto de cansados, quienes al parecer se dirigían también a sus trabajos. El castaño se alegró por trabajar en algo que sí le gustaba.

Llegó, entonces, a la tan mencionada juguetería. Su padre lo esperaba fuera y, al verlo, sonrió. Padre e hijo se dieron un caluroso abrazo, saludándose. 

  — Ten, para tí. — Dijo su padre, sacando una pequeña placa dorada de uno de sus bolsillos. El castaño leyó la placa, cuya superficie tenía una inscripción tallada.

"Eren Jaeger"  

El castaño sonrió con gratitud, mientras agradecía a su progenitor, despidiéndose.

Eren ya sabía qué hacer, le habían enseñado todo lo necesario hace unos días y lo único que quedaba era esperar a la gente, la parte más difícil para un Eren impaciente.

Agradeció a las fuerzas mayores al notar de que la cantidad de gente era perfectamente regulada.

Eren sonreía al ver a los niños entrar, felices, sabiendo que conseguirían algún precioso juguete con el cual divertirse y compartir con sus amigos. Simplemente la alegría de esos niños lo contagiaba.

Cayó la noche de repente y ya era hora de cerrar la dichosa juguetería, ya que no atendía por las noches.

Envolvió la pequeña figura de acción con papel de regalo azul y le colocó un elegante moño, para después meterlo en una bolsa y entregárselo al cliente que se encontraba frente a él. Sería un asombroso regalo de cumpleaños para su hijo.

—Tenga, ¡Y gracias por su compra! — Agradeció Eren, con una gran y radiante sonrisa.

El señor respondió con otra sonrisa, como agradecimiento, y se fue. El último cliente del día.

Eren se dirigió a la puerta, para colocar su primera señal de "Cerrado". La noche sí que estaba fría y no había nada interesante fuera. Nada menos una curiosa presencia.

Una pequeña niña azabache, vestida con sucios harapos y con una linda bufanda roja, contemplaba con admiración una de las muñecas que se mostraban en la vitrina. 

Eren, al percatarse de que no había rastro de los padres de aquella niña, se le acercó, no sin antes poner la señal de "Cerrado".

La pequeña no se percató de la presencia de Eren, por lo que siguió admirando la muñeca.

— Es... muy bonita...— Susurró, para sí misma, botando un poco de frío humo por la boca.

— Lo es.— La pequeña volteó sorprendida y asustada, encontrando al dueño de aquella suave voz.

— ¡Oh!, p-perdón, ya me iba - Dijo la pequeña, apresurada, caminando rápidamente en la dirección contraria.

— ¡Espera! — Gritó Eren, haciendo que la niña volteara, con una mirada confundida. — ¿Y tus padres?— Preguntó el castaño, preocupado por el estado de la azabache.

La pequeña agachó la cabeza, triste. — Hace rato que no vuelven a recogerme, ellos dijeron de que lo harían...— Comentó, soltando la última frase en un acongojado susurro.

El rostro de Eren se convirtió en un gesto de indignación y melancolía. La pobre pequeña había sido abandonada, al frente de una juguetería.

—¿Cómo te llamas?— Preguntó el castaño, agachándose para estar a su altura.

—   ...Mikasa... - Dijo tímida la pequeña, que se había acercado a Eren para charlar mejor.

Eren no sabía qué hacer, era muy tarde y no iba a dejar a la pequeña sola.

— Pues.. Veo que te ha llamado la atención una de las muñecas de mi tienda, Mikasa...

— S-sí, es muy bonita... — Respondió la azabache, avergonzada.

Eren sonrió y se levantó, dejando un rato a la pequeña para adentrarse a la tienda. La niña sólo lo observó, interrogativa.

Pero grande fue su sorpresa cuando notó de que aquel extraño salía de la tienda sosteniendo bajo sus brazos a aquella risueña muñeca, mientras se dirigía hacia ella.

—Toma. — Dijo el castaño, sin más, mirando de manera fraternal a la niña.

— Gracias, señor, pero no tengo dinero...— Mencionó la menor, con vergüenza.

— Entonces será un regalo de mi parte. — Respondió Eren, agrandando su bella sonrisa.

La pequeña, después de dudarlo un poco, tomó delicadamente la muñeca y la observó, admirando cada detalle más de cerca. Luego volteó a mirar a Eren.

—Muchas gracias... — Observó la placa que llevaba el castaño en el pecho. —   ...Eren... 

 Acto seguido lo abrazó. El castaño correspondió.

— Tengo una idea, quédate acá.. — Dijo Eren, entrando a la tienda con una sonrisa. Mikasa se quedó fuera, confundida.

Después de unos segundos las luces de la tienda se apagaron, y Eren salió, cerrando la tienda con llave.

  — Escucha, Mikasa, ¿Quisieras acompañarme a mi hogar?— Preguntó, metiendo las manos a sus bolsillos, mientras veía orgulloso cómo el rostro de la pequeña se iluminaba.

  —¿De verdad?— Preguntó la pequeña, sorprendida. 

Eren asintió.

— Pues.. ¡Claro que sí! ¡Muchas gracias! —Gritó la pequeña, abrazando muy fuerte a Eren.

— Mi casa está cerca, iremos allí y mañana conocerás a mis padres ¿Está bien? Por ahora ya es demasiado tarde— Dijo el castaño, mirando algo serio alrededor.

La azabache asintió, rebosando de felicidad.

Eren sonrió y la tomó de la mano. Las sonrisas y felicidad de todos los niños que entraron a su nueva tienda aquel frío día no se compararían jamás con la viva y alegre expresión de su nueva y pequeña amiga.

Así desaparecieron ambos nuevos amigos, volteando por aquella esquina, mientras compartían gratas sonrisas.

★Shingeki No Kyojin One-Shots ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora