Él.

77 9 6
                                    

Miré a través de la verja de la puerta, cuidadosamente.
Sigo sin saber qué son, pero corren como nunca he visto correr a alguien.
Algunos son más lentos. Si no hubiera visto a los más rápidos, diría que son zombies, por su extraña forma de caminar.

— ¿Cuántos hay...? — susurró Lydia, poniéndose a mi lado.

— Muchos... Parece una plaga. —  dije en el mismo tono. Quizá algo más bajo que ella, por simple precaución.

— ¿Cómo vamos a salir entonces? —  preguntó Amy preocupada, pero en voz baja.

— Perdiendo la calma seguro que no.— respondí sin mirarla. No aparté en ningún momento mi vista del caótico panorama.

Hasta que escuché aquella voz.

— Eh. — una voz desconocida llamó nuestra atención, en un suave y corto grito. Parecía calmado.
Las tres nos giramos rápido, con el corazón en la garganta.

— Tranquilas... No voy a haceros daño. — mostró su arma blanca, la cual dejó lentamente en el suelo.

Era un hombre, de unos 30 años quizá. Después de dejar aquel cuchillo en el suelo, nos analizó a cada una con la mirada. Nosotras hacíamos lo mismo con él.
Era delgado, una fina capa de vello que actuaba como barba cubría su mentón y barbilla. Su pelo era color castaño claro, y sus ojos de un verde suave.
Era bastante atractivo, y disponía de un cuerpo bien dotado.
Vestía prendas de color verde militar y negro, con una mochila a la espalda.

— Soy Ben.

—  ¿Qué quieres?  — pregunté insegura, tratando de parecer firme. Aunque seguía asustada.

— Ya he dicho que no quiero heriros... — se acercó un paso más a nosotras. Y por instinto, coloqué un brazo sobre mi hermana. En acto de protección. — ¿No tenéis armas? — entonces caí en ello. ¿Cómo pude ser tan tonta? Salir de casa sin un mísero cuchillo... En mitad de tal caos.
Soy idiota.

El muchacho notó en mi expresión facial la respuesta. No tenía pinta de ser una mala persona... Pero nunca se puede confiar en un completo extraño. Mucho menos en una situación como ésta.

Mostró sus manos vacías en alto; seguido, metió una de ellas en su mochila.
Yo mantenía mi mirada fija en la suya. Sin saber qué esperar.
No me dí cuenta hasta el momento, de que, en una mezcla de miedo y tensión, había fruncido el ceño mientras la escena transcurría.
Me suele pasar mucho.

—  Toma. — sacó un puñal, el cual cogía por la hoja metálica, para darme la certeza de que no pensaba atacarnos.
Estiré mi mano hacia éste, insegura y lentamente.
Una vez lo tuve empuñado, él quitó su agarre del afilado puñal.

Tuvo oportunidad de atacarnos, y no lo hizo.
Yo tampoco tenía intención. Pero seguía sin articular palabra. Y seguía con una ligera desconfianza.

— ¿Estáis solas? No parecéis mayores de edad. — observó recogiendo su arma del suelo, y guardándola en su bolsillo.

— Tenemos 21, y la menor tiene 13.— expliqué, señalando a mi hermana con la cabeza.

— Creía que érais menores, no aparentáis esa edad. De todas formas, iré al grano. — colocó sus manos una a cada lado de su cadera, disponiéndose a hablar. — Vosotras queréis salir, yo también. Ambos estamos sólos, y necesitamos ayuda. ¿Qué me decís? — preguntó, alzando una de sus cejas.
Por la rapidez y decisión de su discurso, parecía tener muy claro las palabras que iba a emplear. Como si las hubiera meditado con antelación.

Yo dirigí mi mirada hacia Lydia. No sabía qué hacer, mucho menos qué decir.

— Pues... — dijo ella, como si hubiera leído mi mente.—  No sé cómo está la situación ahí fuera, pero creo que somos pocos los que quedamos en el bando de los seres cívicos y humanos como tal. Ir cada uno por nuestro camino sería estúpido e inútil.— arqueó las cejas, dedicándome la mirada.

This is not a zombie apocalypse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora