Al dia siguiente mi madre me había dejado dinero sobre la mesa del comedor para poder pagar un taxi que me llevara al hospital a recoger mis pruebas.
Después de desayunar, aún me faltaba una hora para marcharme a ese sitio frío y lleno de batas blancas paseando por los pasillos. Así que decidí conectarme al ordenador un rato. Estuve pensando en todo lo que me había pasado el día anterior, y llegué a una conclusión. Tenía que hacer un cambio. Quería ser alguien diferente.
El primer paso era el aspecto. Me miré al espejo, y mis pelos no podían estar peor. Nunca me había parado a pensar en mi aspecto muy detalladamente. Por las mañanas, me levantaba y me hacía una cola, daba igual cómo quedara el pelo. Pero me había propuesto tener buen aspecto. Así que empecé a desenredar mi largo y abundante pelo. Parecía un infierno. Nunca acababa. Siempre habían enredos que peinar.
Después de un largo rato delante del espejo, conseguí no tener ningún nudo. Pero el pelo me había quedado como la melena de un león. Así que la solución era hacerse un recogido. Pero no podía ser una cola, tenía que ser algo diferente, así que me hice dos trenzas que me quedaron bastante bien despues de todo.
El siguiente paso era el maquillaje. Como yo no sabía cómo se usaban los potes y los polvos esos, preferí no arriesgarme. Además, no necesitaba esas cosas, no tenía manchas, no tenía granos, solo pecas.
Fuí al baño de mis padres, donde mi madre guardaba todos sus potingues. Abrí su enorme cajón y cogí la línea de debajo y la de arriba. Solo necesitaba eso. Después de probar varias veces la línea de arriba y ver que mi pulso no valía para eso, lo dejé en su caja de nuevo y me desmaquille por sexta vez el párpado. La línea de debajo no era tan difícil, ya lo había hecho alguna vez.
Ya maquillada fuí a mi habitación e intenté vestirme de manera diferente, pero no lo conseguí. Después de varios intentos, me puse frente al armario y me imaginé que era Kate. ¿Que se pondría ella? Pensé. Cogí la camiseta y los pantalones que tenía abandonados en un rincón del armario, que me regaló ella por mi cumpleaños, y me los puse. No me disgustaban, y tampoco me quedaban mal. me miré al espejo y me repasé de arriba a bajo. Los ojos un poquito pintados, las dos trenzas, una camiseta granate de manga media amplia con una sudadera gris atada a la cintura con unos pantalones tejanos azul claro y unas bambas. Las sudaderas eran lo mío, pero nunca las llevaba atadas a la cintura. Desde luego sí que era una nueva Aura.
Al mirar la hora ya tenía que ir bajando para llegar a tiempo, así que cogí el dinero de la mesa, y bajé a la calle. Parar el taxi siempre me había costado un poco pero después de conseguirlo subí y le dí la dirección.
Al entrar al hospital una ola de angustia me invadió. La poca autoestima que había conseguido mientras me vestía había desaparecido al entrar en ese edificio. mMe senté en el pasillo que me tocaba y esperé a que dijeran mi nombre.
Mientras esperaba, miraba a la gente pasar y las analizaba. Su rostro, su manera de vestir, de caminar, e incluso de respirar. Hasta que uno me llamó la atención. Un chico rubio con un gorro negro, con una sudadera negra y con unos pantalones tejanos viejos que se le habían bajado, se sentó a mi lado como si llevara una gran roca encima de los hombros. Sacó el móvil del bolsillo y se puso a jugar a algún juego.
Después de treinta minutos esperando, solo faltaban dos números para que me tocara a mi.
- ¿Tú porqué estás aquí?- Junté mis manos en mi regazo, bajé la mirada al suelo, mientras notaba que un calor me subía de los pies a la cabeza.
- Me tienen que dar los resultados de unas pruebas. - respondí con una voz frágil y débil.
- Suerte. - Por su tono de voz pude notar que estaba sonriendo. Levanté un poco la cabeza, y me encontré con unos ojos profundamente negros clavados en los mios. - Yo soy el hijo del cirujano Martín López. - Al oír ese nombre sabía que me sonaba. Miré mi tiquet y debajo del numero de mi visita ponía que mi cirujano era Martín López. Subí la mirada con intención de decirselopero no tenia hagallas de decir nada - ¿Es tu cirujano verdad? - Asentí con la cabeza.
Las conversaciones con extraños habían aumentado desde que había empezado el bachillerato. ¿Podía ser por mi nueva manera de vestir que ese chico me estuviera hablando ? En todo caso, ese chico tenía la intención de seguir hablando.
- ¿Son los resultados definitivos? - Preguntó girando todo su cuerpo hacia mí con intención de crear una conversación.
- No. Después tienen que hacerme mas pruebas. - Yo también intente girar mi cuerpo para dar la imagen de que quería establecer conversación. Pero mi manera de moverme era más patosa que la suya y no quedó tan bien.
-¿Puedo saber de qué son los resultados? -
- Hace poco me operaron del corazón porque tenía taquicardias - El reconocerlo en voz alta me daba escalofríos.
- Así que tu problema es que tienes el corazón roto. - Su definición me hizo sonreír. En realidad era así, tenía el corazón roto.
- Nicolas. - Una enfermera con una larga bata blanca y un moño que le recogía su cabello negro lo llamaba desde la puerta de la sala 5 de ese inmenso pasadizo. Entró después de comprobar si el chico del gorro se levantaba para ir con ella. Después de hacer el gesto, se giró hacia mí, y me preguntó mi nombre.
- Aura.- Le dije con una media sonrisa. Él me la devolvió enseñándome levemente sus blancos dientes. Siguió andando hasta entrar en la sala cinco.
En pocos minutos minutos, la misma voz de antes, me llamó desde la misma saleta en la que entró Nicolas antes. No había visto que él hubiera salido de allí. Al levantarme un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba apunto de recibir los resultados de una operación dolorosa, que determinarían lo que haría de ahora en adelante.
Con paso inseguro, me dirigí hacia la salita. Al entrar Nicolas se estaba yendo por la puerta de detrás que daba paso a otro pasillo que yo desconocía. El doctor que estaba sentado en la mesa se giró y me dedicó una falsa sonrisa. Con un gesto me indicó que me sentara.
- Veamos, tu eres... Aura ¿no?- Asentí con la cabeza mientras una angustia se instalaba en mi cuerpo.
- Tu operación ha dado buenos resultados. - Giró la pantalla y me enseñó unos gràficos. - Nos muestra en tan porciento de tu problema en el corazón. Antes y después de la operación. Podemos ver una gran mejora hasta que vemos que el problema se desvanecerà - Con esas palabras, esa gran angustia bajó hasta mis pies y dejó paso a una alegría. No podía expresar lo que sentía. Sería libre, podría correr como los demás, podría hacer gimnasia, como los demás. Ya no estaría pendiente de que puedo o no hacer por culpa de mi corazón.
-Sin embargo, aún no puedes hacer deporte en grande medida. Tendras que seguir un programa de dporte hasta que los analisis nos muestren tu progereso. Entonces estaras completamente curada.
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Apariencias
Novela JuvenilAura, una chica de 17 años, conoce a alguien que le romperá su rutina de cada día. Todo lo que creía saver se desvanece ante la posivilidad de una trajedia.