Arpía

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Una semana después...

--¿Quién habla?—contestó brusca al teléfono.

--Soy yo, Armando. —dijo él

--Si me estas llamando quiere decir que ya tienes lo que te pedí.

--Si, ya lo tengo.

--Muy eficiente. ¿Paso a recogerlos donde siempre?—preguntó ella

--Si, no te demores. Ven sola y procura que nadie te vea.

--Eres un cobarde. Pero está bien, iré en la noche, así nadie me verá.

--Hasta entonces. —respondió Armando.

Grace...

--! Eres bruta! ¿acaso no ves por dónde caminas?—gritó fuerte Whitney.

Lo que le faltaba encontrarse con esa arpía. Trato de disculparse con ella pero ya se había retirado.

--Ven niña. –la agarra por el brazo la vieja Constanza. --¿Estás bien?—preguntó preocupada. En realidad quien había tropezado con Grace fue la arpía de Whitney.

--Sí. —contestó Grace.

--Esa mujer lo que tiene de bonita lo tiene de grosera. —continuó diciendo Constanza.

Ella agradeció a su modo a la Sra. Constanza por preocuparse por ella y salió directo a su casa. Esa noche cenaría con Andrés. Él le había informado que tenía algo importante que decirle. Se moría de nervios de saber que era tal cosa importante.

Andrés...

--Esta noche le propondré a Grace que se case conmigo.

Gabriela al escucharlo casi escupe todo el zumo de naranja que acababa de tomarse.

--¿Qué?—gritó como loca. --¿Hablas en serio?—preguntó ansiosa.

--Sí. ¿Te parece mal la idea?

--No para nada hermanito. Está bien que no la conozco bien pero sabes que cuando salimos juntos me cayó de maravillas. A nuestros papás les parece una chica buena y lista.

--Ya Gabriela, para. Sabía que te caía bien pero me vas a dar celos. –dijo en forma de broma.

--Me alegro por ti. Aunque creo que son muy jóvenes. Ya ves que Christian y yo hemos decido aplazar algunos planes hasta que me gradúe. Siento que ustedes están hechos uno para el otro. No te librarás de que ayude con los preparativos.

--Ya estaba preparado para eso. —volvió a bromear con ella.

Continuaron hablando de cosas triviales y futuros planes.

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Grace...

--Ven a mi cuarto.--envió mensaje a su mamá.

Al instante que sonó el móvil de Graciela, esta acudió a la recamara de su hija.

--Suce...de algo. Dios mío niña estas hermosa. Me siento celosa. --Grace no entendía a su madre. Ya simples palabras eran difíciles de escuchar para ella a través de su audífono dañado. Pero no se lo diría a ella ni a nadie. Estaba reuniendo una buena cantidad para su nuevo audífono que ya faltaba poco. Solo sonrió, era la mejor manera de disimular y su mamá no se daría cuenta.

--Está muy hermosa, mi niña. Ese joven se lleva mi más preciada joya. Espero verte siempre feliz, hija.

--Ayúdame con el cierre del vestido. –dijo en señas.

Su mamá se acercó ayudarle y ella le sonrió con ternura. Definitivamente no se podía quejar de su madre púes tenía la mejor de todas.

Susurros del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora