Respiracíon

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Julio se volvió a encontrar ensimismado, mirando por la ventana, el atardecer era, en sí hermoso, pero nada superaba a la felicidad que invadía su pecho, no vivía la vida soñada, vivía en un sueño, tan dulce, tan exacto, tan perfecto.

Miró su reloj de pulsera y ya era tarde, se levantó de su escritorio y tomó sus cosas, el trayecto en tren era corto hasta el bar donde trabajaba Eduardo, pero no deseaba perderse ni un momento de su tiempo juntos antes del turno que debía cubrir, no quería perder la oportunidad de verlo y recordarle lo enamorado que estaba de él.

Corrió por la estación y entro al vagón repleto justo antes de que se cerraran las puertas, se sintió aliviado hasta que el tren se detuvo a mitad del túnel, problemas con las vías, estarían ahí unos veinte minutos, vente minutos restados de Ed, Julio refunfuño, iba a molestarse pero se lo compensaría, le escribió al celular para disculparse y que no lo esperara de más.

Al fin libre del transporte se dirigió a la cafetería donde siempre pasaba las noches, esperando a su amor y escribiendo historias románticas para quitarse las mariposas del estómago, las luces de la ciudad que gradualmente invadían la vista desde la ventana del gabinete donde se sentaba, le inspiraban aventuras épicas de amor infinito y remordimiento profundo.

Las horas pasaban como papel, entre café, cigarros y la ansiedad de ver pronto el rostro de su verdadera inspiración, a veces le preocupaba que los otros comensales le miraran extrañados ante su cara de tonto, cuando al distraerse de su arte su cabeza volaba entre fantasías palpables de sabanas, amor y los labios de su amado.

-Ya casi es hora, ¿Más café?- Laura, la mesera que siempre le atendía y que también conocía perfectamente la causa de sus sueños despierto, le interrumpió el último.

-Tienes razón, no, no más, debo ir por Ed y comprarle algo en el camino, gracias, quédate con el cambio- Le dijo mientras se apresuraba a guardar sus cosas y dejándole un billete sobre la mesa salio de ahí mas rápido de lo que pensó.

Antes de llegar al bar, tenía que conseguir algo para recompensar a Eddie por su ausencia de la tarde, en una tienda de 24 horas le compró su chocolate favorito y afuera de un restaurante le consiguió una rosa blanca que uno de los empleados estaba a punto de desechar de un florero, no era la mas fina, pero si hermosa, algo así en esa zona tan burguesa seguramente le habría costado la cena de ambos, la gente que tiene demasiado carece del poder para ver la belleza en las cosas sutiles, y ellos habían aprendido a disfrutar lo poco que la vida les daba y el interminable amor que se profesaban, al final, no había nada más importante.

Contaba los pasos que faltaban para llegar al costado del bar de rock en el que Ed trabajaba como mesero casi todas las noches, justo después de un largo día de clases en la universidad, ese muchacho valía mas que oro, Julio se sentía tan afortunado de poder compartir su vida con él, cada mañana al despertar, la primera cosa que agradecía era vivir un día mas con su tan especial hombre ideal.

Su reloj no lo engañaba, siempre iba tarde y ya hacia casi cinco minutos que Eddie le esperaba en la puerta de empleados, justo cuando el último de sus compañeros se despidió de él, la silueta de Julio apareció cruzando la calle, era tan cautivador, su viejo portafolios en el brazo, arrugando su blazer marrón ya desgastado, y unos jeans tan usados que contaban mas historias que sus manuscritos, tenía todo el encanto de un escritor, le provocaba recitar poemas propios, pero era tan torpe que callaba sus versos de amor con besos de dulzura intensa.

Sin decir una palabra se unieron en un abrazo tan intimo que la calle se detuvo por un momento y los admiró, un beso selló el saludo que sabia a eternidad, con las cabezas apenas separadas, mirándose a los ojos, Julio le entrego el pequeño detalle que le había preparado, Eddie lo miró y luego volvió a verlo a los ojos, en esa mirada que solo delata honesto y puro amor.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2018 ⏰

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