Mi querida Lucila:
Como cada día, como cada noche, de nuevo estas en mi mente. Confieso que aún después de todo lo ocurrido no dejo de pensar en ti. Y es que creía conocerte.
Hasta hace poco, era capaz de describir cada lunar de tu cuerpo.
De escribir un libro sobre cada una de tus pestañas.
De hacer una trilogía sobre cada suspiro.
Un documental sobre tus mentiras.
Y es que, mi pequeña Minene, creo ser la única persona capaz de detectar tus sarcasmos más silenciosos. Tus mentiras antes de que las digas. Tus enojos antes que los demuestres.
Mi querida Lucila, ya no habrán más coincidencias al cerrar nuestros ojos al mismo tiempo.
No podré llegar cada jueves a tu casa, para ir juntas a clase.
No podré hacer garabatos en tus hojas hasta que te molestes.
No podré hacer rizos en tu cabello.
No podré correr contigo escribiendo las paredes.
Lo único que puedo hacer ahora que no te tengo es recordarte.
Leer cada nota que nos mandábamos, decidiendo si era mejor nuestro "bad boy" o algún otro chico que pasaba por la ventana y nos parecía atractivo.
Recorrer las páginas de mis libros, y ver tu nombre escrito en ellos, en cada esquina, con esa letra tan tuya.
Los corazones en mi pared morada han comenzado a caerse.
Y la lluvia ahora me agrada menos.
Las clases se hacen eternas sin quitar tu brazo de mi pelo.
O pelear por quien tenía más lápices.
Finalmente me quedo sin cosas que decirte. Se que es poco. Se que no vas a leerlo. Pero si en algún momento decides hacerlo. Esperó que esto al menos sirva para recordarte las cosas que alguna vez hicimos juntas.
