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Vacaciones de verano en familia, diez días en la costa Argentina para ser exactos. 

Año por medio viajábamos con mis padres, mis tres hermanos, y yo a un complejo de cabañas.
El lugar venía a mis pensamientos mientras un viaje nocturno en la carretera vacía en medio de amplios campos llenos de flora y fauna rural se extendía en todas direcciones, cierro los ojos y viene a mi de forma casi instantánea aunque solo lo había visitado una vez; parece que te encuentras dentro de un bosque, todo lleno de naturaleza, escucho el canto de la aves, el vuelo de las coquetas lechuzas, un aroma salado que llegaba a nosotros debido a que cerca del complejo se encontraba una playa tranquila y solitaria.
Fuera de la parte natural el lugar estaba perfectamente equipado, piscinas para grandes y chicos, canchas de fútbol y volleyball, un salón de fiestas que solo se utiliza una vez en lo que dura nuestra estadía, una plaza de juegos entre los arboles y la tranquilidad que no se encontraba en las calles escandalosas de Buenos Aires.

¿Qué tiene de especial ese lugar para mi? No mucho en realidad, me gustaban cosas puntuales de todo el amplio espacio recreativo, las más pequeñas, detalles de detalles, las flores que crecían y se enredaban en los bancos donde me sentaba a leer algo apartada, los peces anaranjados que nadaban en un estanque debajo de un pequeño puente en el que me gustaba detenerme a pensar, los imponentes árboles que se fundían con las nubes en el cielo, y la arena que llenaba la cabaña después de un día de playa (aunque la ultima vez que había estado en el lugar no había disfrutado mucho de ella, me la pasaba horas leyendo incluso debajo del sol y a orillas del mar que me llamaba constantemente ). Eso es todo, lo demás habían disfrutado del agua y la arena las vacaciones pasadas mientras yo me escondía bajo una carpa o una sombrilla gigante (Dios sabe donde mi madre compra esas monstruosidades), no debe malinterpretarse mi actitud, yo no era un ratón de biblioteca y menos que menos una persona antisocial, yo amaba nadar, más que respirar me atrevo a decir, pero el tiempo(y una mala compañía) me había hecho creer que mi cuerpo no estaba hecho para usar una bikini y mucho menos para ser visto con ella en público(Maldito idiota larguirucho y egocéntrico).

Había tenido dos novios en mis dos décadas de vida, uno me había enseñado a asquearme de mi exterior tan sencillo y plano donde solo podía encontrarse belleza en un rostro dulce y juvenil(las pecas no ayudan a que te perciban como una joven de mi edad, los ojos verdes y brillantes estaban cargados de inocencia y sueños, eso no lo podía negar, una boca y dientes diminutos como los de una muñeca de porcelana, una mejillas regordetas y un cabello ondulado ahora rubio y corto, en simples términos ese era mi exterior bonito), y el otro me había enseñado a rechazar mi interior soñador, lleno de ilusiones, con gustos poco convencionales y descabelladas ideas románticas, la parte más hermosa de mi en mi humilde opinión.

Pero ese verano yo ya no era ni las consecuencias del uno ni del otro, era yo misma finalmente, a veces reservada y callada, a veces loca y risueña. Estas son las primeras vacaciones que tenía desde el comienzo de mi soltería, y no significaban nada para mi, porque si bien ya mi vida no era consecuencia de idiotas egoístas, si habían generado algo en mi que lamentablemente(o no) me hacían juzgar y dudar de todo hombre que se me acercaba con las intenciones que fueren, todos el mismo molde de inconformidad y desinterés sentimental, a primer encuentro se venden como pan caliente, mentiras con el sabor mas dulce. Ya no era tan dulce, tan inocente como lo que había quedado reflejado en mi rostro infantil, cerradas herméticamente mis emociones se guardan en el fondo de mi cuerpo, en una ubicación indeterminada, aunque las buscara no las encontraría, nadie podría hacerme daño...ya no más.

Más de seis horas de viaje habían culminado por fin, tenía las piernas entumecidas e hinchadas, cuerpo y mente agotados, demasiados pensamientos para llevarlos en la maleta por lo tanto obligadamente empacados en mi cabeza para torturarme un tiempo más, cuando pisamos el lugar mi mente se apagó y solamente quería tirarme en la cama a dormir lo que fuera necesario para recuperarme. Así fue, después de ayudar a bajar el equipaje de la camioneta y aún con la ropa de viaje, el cuerpo pesado, la cabeza por reventar me dejé caer en una de las camas que me esperaban en el segundo piso de la hermosa cabaña, y dormí como si no lo hubiera hecho por años.

Diez días, diez días que serían lo mismo una y otra vez hasta nuestra partida, como la primera vez que habíamos llegado al lugar; desayuno, almuerzo, playa o piscina, ducha, cena y cama.
Un buen escape de la realidad pero nada de que asombrarse.
Anhelaba tantas cosas que nada tenían que ver con la monotonía del día a día, era una romántica, de esas empedernidas, llevo conmigo una lista de placeres secretos que mientras los cumplo(en grandes cuotas) deseo algún día compartirlos con alguien, nadar era uno de ellos, nadar hasta lo más profundo de una piscina y rozar delicadamente mi cuerpo con el fondo, una caricia de las profundidades y comenzar a emerger con la misma paz y lentitud con la que llegue al fondo, los pies son los últimos en recibir las caricias del fondo, el cuerpo pide aire pero disfruta de bailar bajo el agua, los ojos cerrados, siempre soñando, soñando y subiendo,  nadando, danzando hasta que mi rostro es golpeado por el cálido sol que me recibe después de lo que se siente como una bella eternidad acuática, es algo tonto... Y todos son de esa manera, enumerare algunos, sacarle fotografías a las cosas mas sencillas y hacerlas sumamente hermosas, cerrar los ojos y bailar con o sin música, presenciar espectáculos naturales cotidianos con un aprecio igual o mayor al que se le da a las maravillas del mundo, robarle sonrisas a personas serias, ver como el cabello de las personas flota debajo del agua, que alguien me abrace al dormir...más, más y mucho más, tan secretos y tontos que a veces no me atrevía a anotarlos y los olvidaba por completo para volver a re descubrirlos sin querer hacerlo un tiempo después, bueno eso se debía también a que era una persona despistada, con mala memoria y frecuentemente desconectada del entorno(y la vida en general) todo aquello por un sencillo motivo, encerrarme en mis pensamientos y sueños, que eran el paraíso y un campo minado.

Al despertar en la habitación del segundo piso algo había cambiado, algo que no super descifrar.
Abrí los ojos con decisión, como si supiera que era lo que quería, sabía que mis pensamientos eran altamente destructivos, y que muchos de ellos no merecían el espacio que les daba, y los que si eran desvalorizados e ignorados, pero ese despertar supuso un instantáneo reconocimiento de lo mejor y lo peor de mi, de lo que debía irse y lo que tenia que quedarse, cuando despegue mi cuerpo del colchón sentí como si todo lo incorrecto y doloroso que me había conformado se hubiera escurrido de mi piel y huesos para caer y no volver a mi.
Los miedos, inseguridades, el remordimiento, la tristeza, todo y más habían sido extirpados de mi cuerpo, paso a paso mientras me acercaba al pasillo y mientras abandonaba la habitación.

Cuando llegué al umbral de la puerta la cerré lentamente y cuando se hubo cerrado por completo puedo jurar que sentí el ruido de todo lo que se chamuscaba dentro.

Algo en mi murió definitivamente ese día, y sea algo bueno o malo una muerte siempre supone un duelo, mi duelo estaba organizándose, y planeaba ser la fiesta mas grande dentro y fuera de mi.


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⏰ Última actualización: Feb 23, 2016 ⏰

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2 días de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora