Una visita inesperada

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Yo no conocía ocupación más placentera que acompañar a Holmes en sus investigaciones profesionales, admirando las rápidas deducciones, tan veloces como si de intuiciones se tratara, pero siempre elaboradas sobre una base lógica, con las que mi amigo desentrañaba los problemas que se le presentaban. Me vestí lo más deprisa que pude y en muy pocos minutos me encontré en disposición de bajar con Holmes a la sala de estar. Una dama vestida de negro, el rostro oculto bajo un tupido velo, que había permanecido sentada junto a la ventana mientras nos esperaba, se puesto en pie al entrar nosotros.

-Buenos días, señora -dijo Holmes animadamente-. Hágame el favor de acercarse: voy a pedirle una taza de café muy -caliente, porque observo que está usted titiritando.

-No es el frio lo que me hace temblar -dijo nuestra visitante en voz muy baja-.

-¿Qué es, entonces?

-El miedo, señor Holmes. El terror.

Mientras hablaba alzó el velo que le cubría el rostro, y comprobamos que se hallaba, efectivamente, en un lastimoso estado de agitación, con tez descolorida, gesto de cansancio y ojos inquietos y asustados, como los de un animal perseguido. Sus facciones y figura eran las de una mujer de treinta años, pero tenía el cabello prematuramente gris, así como pronunciadas ojeras y expresión de agotamiento.

Sherlock Holmes la examinó con una de sus rápidas miradas que todo lo abarcan.

-No tenga usted miedo -le dijo tranquilizadoramente-. No tengo la menor duda de que arreglaremos lo que haya que arreglar.

-Pero, señor Holmes. ¿Cómo va a arreglar el panico que siento?

-Señora, arreglarlo se que puedo. Pero si no se lo que esta causando ese miedo, no podre ayudarla.

-Pero señor Holmes, es que no lo entiende. Si se lo cuento a usted tambien le perseguirá hasta volverlo loco.

-Bueno..., pero da igual ¡cuentemelo! Seguro que le puedo ayudar.

La señora tardo unos cuantos minutos en empezar la historia, a medida que iba contando, sentía una presencia en la habitacion. Mi marido no sabia como ayudar a esa señora.

El  miedo a la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora