Capítulo 3

101 8 7
                                    

-Hola, Amanda.

El chico al lado mio es el fastidioso de Sebastián. Ahora si me saqué la lotería, me lo encuentro en todos lados.

Decido seguirle el juego, dejar que se crea importante para luego bajarlo de su nube.

-Sebastián, hola ¿Cómo estás?—le regalo una sonrisa que quisiera que fuera falsa pero sale con naturalidad. ¿Por qué soy tan estúpida? Está bien, esto se me pasa en lo que conozca a alguien mas lindo que él.

- Bien, ¿Bailamos? Claro, si es que sabes.— Ay hijo, no sabes lo experta que soy. Al fin y al cabo soy bailarina.

- No se mucho, pero creo que no tienes problemas en enseñarme.— lo que te espera.

Tomo su mano y justamente empieza a sonar Guaya Guaya de Don Omar, me levanto de mi asiento y el muy estúpido abre los ojos hasta más no poder y me mira de arriba a abajo.

- ¡Ufff! No sabia que te podías ver tan bella.

Y este idiota ¿que se cree? Ni que fuera tan fea.

- ¿Y qué? ¿A caso soy tan fea que es inimaginable verme bien arreglada?

- No, no. No quise decir eso, me refería a que te ves más linda de lo normal.— me da una sonrisa nerviosa y me quita los ojos de encima.

- Claro, claro, ponle pega loca.* Mejor vamos a bailar. — es preferible que  ignore eso. Además, no me quiero quedar con las ganas de bailar con él. Claro, para demostrarle que se hacerlo muy bien, o tal vez esa no es la razón.

Empezamos a bailar y se me sale la perra que llevo dentro. Muevo las caderas al ritmo de la canción, es un movimiento exagerado pero no se ve fuera de lugar. Al parecer él no baila nada mal, se debe mover así de bien en otro contexto.

Luego de terminar de bailar, nos sentamos y él me mira con indiferencia. Me ignora todo el rato pero no importa, yo hago lo mismo. Al rato se levanta, ¿A dónde pretende ir?

- Voy por un trago, ¿te apetece algo?— aún me ve con indiferencia.

- No, no quiero. Además, me enseñaron a no recibir tragos de nadie bajo ninguna circunstancia.— le digo de manera autosuficiente.

- Bueno, equis. Ya vuelvo.— ¿y a este que le pasa?

Empiezo a sentirme mareada y mis amigos se han ido, no se en que momento se fueron. ¿Y ahora con quien me voy? No conozco a nadie más aquí excepto a Sebastián, pero él sigue sin mirarme a los ojos.

- ¡Ey! ¿Puedes llevarme a casa? No tengo como irme.— Odio pedirle la cola a él, pero ya es muy tarde y tengo miedo de quedarme sola aquí.

Él bufa y me mira con resignación.

- Está bien, mi carro está afuera, vamos.— me toma de la mano y me lleva hasta el estacionamiento.

- Si no quieres no hay problema, de verdad. Ya encontraré la manera de irme.— por favor que diga que me llevará.

- Ni loco, Amanda. Vi a tus amigos irse y aquí es muy peligroso así que yo te llevaré—. Si los vio irse ¿Por qué no en dijo nada?— Además, estoy cansado, también me iré a dormir. Tengo examen mañana y bueno...— Se incomoda. Creo que es porque le esta contando sus cosas a una desconocida.

Vamos todo el camino en silencio, de vez en cuando me mira con disimulo para no toparse con mi mirada y pone su mano encima de mi pierna, le da un ligero apretón y sonríe sin ganas.

No se como llegamos a mi casa ya que había olvidado darle mi dirección, es tan extraño.

- ¿Te... Te di mi dirección?— digo después que él apaga su carro.

No soy suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora