Incluso en estos tiempos (1/1)

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N/A: Creo que leí una vez en Twitter que a ambos les gustaba Sabina. O lo mismo lo soñé, no lo sé.

-I-

Llevaba esperando para entrar en el concierto unas tres horas y no paraba de mirar la entrada con nerviosismo. Con media hora de retraso ya empezaba a dudar de que hubiera sido una buena idea ir al concierto de Sabina. Con un mitin al día siguiente a las 9 de la mañana, en serio, ¿a quién se le ocurre?, iba a llegar muerto, como si hubiese pasado toda la noche de juerga y hubiera decidido ir de empalme. Joder, si es que encima estaba en Madrid, ni siquiera tenía la oportunidad de volver a su casa a descansar. La incomodidad de la cama del hotel era directamente proporcional al número de estrellas de éste; ya llevaba dos días levantándose con la espalda como un acordeón.

Pensándolo bien había sido una idea jodidamente espantosa.

Afortunada y milagrosamente, la cola empezó a moverse y al cabo de otra media hora ya estaba dentro. La plaza de Las Ventas era enorme pero Albert imaginó que se llenaría pronto. Era Sabina. Por supuesto que no cabría un alfiler.

Dudó unos instantes, no estaba seguro si le apetecía ver el concierto cómodamente sentado o de pie, más cerca del escenario. Evaluó su atuendo y dado que había decidido ponerse los vaqueros más baratos que tenía –y aún así costaban aproximadamente la deuda externa de un país de tamaño moderado- y la camisa azul oscuro no era de sus favoritas, optó por quedarse a pie de pista, aunque no en las primeras filas ya que lo último que le apetecía era estar apretujado entre la gente. Uno de los extremos laterales, cerca de la barra, le ofrecía una visión decente y una más que excelente acústica.

La plaza cada vez estaba más abarrotada y Albert se compró una cerveza.

El concierto comenzó.

Sabina saludó y afirmó estar muy contento de encontrarse en Madrid con un tiempo tan estupendo. Si bien Albert hubiera preferido ver el concierto en Barcelona, debía admitir que la temperatura era muy de agradecer. Madrid le gustaba en general, aunque no se imaginaba viviendo allí. Y no es porque la idea no hubiese circulado por su mente, porque se lo había planteado, desde luego, pero era algo que intentaba reprimir todo lo posible; al fin y al cabo era catalán y tampoco es que hubiese algo que lo atase a aquella ciudad. Aunque bueno...

Las primeras notas de "Ahora que..." comenzaron a sonar y Albert decidió interrumpir el hilo de sus pensamientos porque estaban empezando a adentrarse en zona etiquetada en su mente como peligrosa.

"Peces de ciudad" llevó a "Peor para el sol" y después a "A la orilla de la chimenea", Albert tarareaba mientras apuraba su segunda cerveza y no se dio cuenta de quién estaba a su lado hasta que el movimiento de la gente lo empujó prácticamente encima.

—Joder, perdona.

Esa voz.

Podría reconocerla a millones de kilómetros y con los ojos cerrados. Había rebatido cientos de argumentos provenientes de ella. En pocos años había llegado a conocerla mejor que la suya propia. El qué estaba haciendo justo a su lado precisamente en un concierto de Sabina, era todo un misterio.

—Coño, Rivera, hola.

Pablo parecía honestamente sorprendido y, Albert se apuntó mentalmente un tanto, ligeramente avergonzado. Ni idea de por qué. El que lo llamara por su apellido le dolió un poquito.

—¿Qué haces tú aquí?

Bien, Albert. Premio a la pregunta gilipollas del siglo.

—Creo que es obvio, ¿no? Disfrutar del concierto.

Incluso en estos tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora