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Levanté el brazo para llamar la atención del conductor y que este frene a su enorme pedazo de metal en frente mío. Suspiré de alivio en mi interior; no creía poder mantenerme otro segundo bajo la lluvia helada de esa tarde. Luego de dejar pasar a una señora, subí los escalones e intente pasar el boleto pero, según el chofer, la máquina cobradora había dejado de funcionar esta mañana. Camine por el pasillo lleno de huellas de zapatillas mientras analizaba cada asiento libre. Finalmente me senté en un asiento enfrentado a dos chicos, tal vez un poco mas grandes que yo, que hablaban entretenidamente sobre deportes. Apoyé mi mochila en el asiento vacío a mi lado mientras mantenía la vista fija en el paisaje movedizo de las calles de Manhattan. El cielo, lleno de nubes grises, acompañaba al color de los edificios y el pavimento mojado. El recorrido del colectivo avanzaba al mismo tiempo que yo examinaba cada pasajero y sus movimientos.

Un anciano. Una muchacha con dos niños en brazos. El mecánico de la máquina cobradora. Una turista con el pelo rojo. Un hombre con camisa hawaiana. Una mujer con ropa de oficina que gritaba por teléfono. Un nene con una mochila de la escuela. Todos subían y esperaban por bajar. Me resultaba fascinante como tanta gente podía ir hacia el mismo sentido, pero terminar en destinos tan diferentes.

Me puse los auriculares y al instante The Lumineers empezó a sonar en mis oídos acompañado del día asquerosamente lluvioso. Sonreí por la coincidencia de la canción con la realidad: en mis oídos Wesley Schultz estaba hablando sobre el "Dead Sea" y Manhattan tan inundado e inhabitado parecía un "Dead Sea". Yo estaba en mi mundo, analizando a las personas y escuchando mi música; solo necesitaba chocolate y era completamente feliz.

Pero algo me detuvo.

Habían pasado seis canciones cuando lo advertí. Toda mi vida había sabido diferenciarlas por su forma y su silueta, pero ahora odiaba poder hacerlo. Ya sé que me tendría que haber bajado, diablos que lo sabía. Tendría que haber aprovechado esa pequeña ventaja que tenia sobre todos los otros pasajeros. Pero también sabía que a la mañana siguiente, cuando la portada del diario haya anunciado cuantas personas habían sido asesinadas en este mismo colectivo y yo podría haber hecho algo para evitarlo, me sentiría terriblemente culpable. Así que me quede quieta, actuando como una inocente más, tratando de ignorar el hecho de el chico que se acababa de subir tenía una pistola en el bolsillo izquierdo del pantalón.

Bus thiefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora