Sonreír no significa ser feliz

43 3 1
                                    

Mi sueño se interrumpe bruscamente y me saca del único lugar en el que soy feliz, mis sueños.
El despertador suena, y suena, y mi mano golpea la mesita de noche buscándolo , hasta que dejo de oírlo.
Me levanto lentamente rascándome los ojos, y me dispongo a ir a desayunar.
El miedo me invade en cuanto pienso en el largo y doloroso día de clase que me espera.
Sigo vistiéndome para las clases, y preparando mis libretas.
-¡Grace, vas a llegar tarde! ¡Te espero en el coche!
-Ya voy mamá- Respondo mientras corro hacia la puerta, acabando de cepillarme el pelo.
-Por fin. - Salta mi madre, desde que subo en el asiento del copiloto.
-Necesito mi tiempo. Te recuerdo que tu también tuviste 13 años.
Todo el camino es infinitamente silencioso. Hasta que, llego a mi salvación, que es a la vez, mi infierno.
Allí son cuatro, y yo sólo una. No han llegado ni Alexandra, ni Emma, ni Lauren. Así que sólo estoy yo. Contra ellos cuatro.
No quiero estar aquí, pero sé que si me voy, me insultaran a mis espaldas.
El silencio invade mi mente, pero ellos no paran de hablar de lo orgullosos que están sus padres de ellos, o de lo que piensan hacer este verano. Dejo de prestar atención. Me siento en el muro de cemento, mientras, como no, Britany, la supuesta "jefa" del grupito que tengo delante de mis narices , prefiere quedarse de pie antes que sentarse y encusiarse su vestido de marca. Y yo, con mis Vans, mi pullover, y mis vaqueros. Me sentía tan estúpida, tan fuera de lugar.
Sentía que no encajaba, a pesar de llevar casi 4 años allí.
Alguien se sienta a mi lado, pero yo sigo sumida en mis pensamientos. Y no le miro.
-¡Hola! Que estoy aquí.-Me gritaba la chica de mi lado.
Entonces giré la cabeza.
-¡Emma! Lo siento, no tenía ni idea de que eras tú.-Reí mientras le abrazaba con todas mis fuerzas. Hacía más de una semana que no la veía. La echaba tantísimo de menos. Casi ni recordaba su voz.
El resto de la mañana transcurre igual que todas. Excepto porque, cada mañana, me siento peor.
No se describir como me siento, pero lo odio. Es puro veneno lo que siento, lo juro.
Quiero ser feliz, pero, ¿cómo?
Me he acostumbrado a sentirme tan... Perdedora, ya, se que eso no es una emoción.
Pero para mí, lo es.
Suena el timbre, y corro hacia la clase porque, como todos los días, tengo que abrirla.
Emma corre unos metros detrás de mí, pero termina alcanzándome. Alexandra llega a nuestro lado, justo cuando estoy girando la llave. Y Lauren no ha llegado, como siempre, llega un poco tarde.
Entramos a la clase. Se respira un aire frío, que me recorre la espalda y hace que se me ponga la piel de gallina.
-¿Vas a entrar o que?- dice desesperadamente Britany, sacándome de mis pensamientos.
Llega la profesora de Matemáticas, y a los 15 minutos de empezar la clase entra Lauren.
-Buenos días, ¿no sonó el despertador?- La profesora tiene un tono de voz muy bajo, así que costó un poco oírla.
Lauren no contesta, y se sienta dos mesas por detrás de la mía. Las cuatro estamos en grupos de mesa diferente. Pero aún así, nos comunicamos.
Todas las clases, son igual de aburridas. Y estoy deseando llegar a casa, tirarme en la cama y olvidar otro día horrible.
-Grace, ¿vas a contestar? - No me había dado cuenta de que ya estábamos en Lengua. Toda la clase me mira. Britany se ríe, y Lauren, que se sienta a su lado, le lanza una mirada asesina. La profesora me seguía preguntando que eran los pronombres personales. Había estudiado, y me lo sabía, pero no me salían las palabras.
- Los pronombres personales son palabras variables que se refieren a objetos, personas o animales.- Las palabras salieron de mi boca sin que me diera tiempo a pensarlas. Me lo sabía de memoria. Pero aún así, no se como conseguí decirlo todo.
-Muy bien- dijo la profesora mientras me ponía un positivo en su cuaderno de notas.
Y por fin, suena el timbre del recreo. Como rutina de todos los días, Emma, Lau, Alex y yo nos reunimos entre unas columnas a la salida de las clases a hablar de todo.
El recreo pasa asombrosa mente rápido. Pero me lo pase bien, junto a ellas soy feliz. A veces pienso
"Que tienen estas chicas tan odiosamente perfectas? Son mi vida, pero ¿porque?"
Hacen que los momentos malos, sean recuerdos para toda la vida. Solo ellas me hacen reír llorando, y llorar riendo.
Son tan buenas conmigo.
Y yo, soy una idiota, por que les hecho sufrir tantas veces, han sufrido por mí.
-Vamos Grace, tienes que abrir.- dicen las tres, prácticamente al unísono, mientras me tiran del brazo.
Cada día las escaleras del instituto se me hacen más altas, y más duras de subir. Pero siempre consigo llegar, porque tres pares de manos me sostienen para que nunca me caiga.
Sólo quedan dos horas. Francés y Biología.
Francés es divertida, así que pasa muy rápido.
Y por fin, terminan las dos últimas clases, y el reloj marca las dos en punto. Espero a que salgan todos de la clase, para cerrar la puerta. Y como siempre, Lau, Alex y Emma me esperan en el pasillo.
Todas menos Emma vamos al comedor, así que ella tiene que quedarse con Britany, que no come en el comedor porque dice que no sabemos lo que le ponen a la comida. Es así de pija.
Salgo corriendo directa a la guagua, que normalmente tiene que esperar por mi. El grupito de Britany va en el mismo que yo. Y todos los días me tengo que sentar con ella.
Menos mal que se baja en la primera parada.
Llego a casa y por suerte para mí, mi madre no ha llegado.
Empiezo a llorar, por todo. Me siento enferma.
Rebusco en mi mesita de noche hasta que la encuentro.
Allí estaba yo, con la cuchilla en la mano, a punto de clavarmela en la muñeca. Y así lo hice, por primera vez en mi vida, me corté. Quiero gritar, y destrozarlo todo. Pero me quedé callada, y me destrocé el alma.
Duele un poco, pero me siento jodidamente feliz y satisfecha por haberlo hecho. Dejo que todo el dolor que siento por dentro escape por la herida abierta. Mi brazo sangra, así que me lo limpio con agua, y me lo tapo con la manga del pulover. Si mi madre lo vé, le diré que fue el gato. Lo llevaba preparando hacia mucho tiempo. Pero no me había atrevido a cortarme. Hasta ahora.
Mi móvil ilumina la habitación y aparece el nombre de Emma en la pantalla.
"Grace, que tal"
No tardó ni cinco segundos en leer mi respuesta.
"Mal" y le envio el enlace de la canción Como Un Guerrero de Kevin & Karla. La letra lucha contra todo esta mierda que estoy haciendo ahora. Poco después Alexandra me hace la misma pregunta:
"Hey, que tal?"
Y mi respuesta es la misma. Las dos ven el vídeo, pero no responden.
Me tiro en la cama y sin darme cuenta me quedo dormida.
Me despierta el sonido de mis tripas hambrientas.
Tengo hambre, pero no quiero comer. Se que si engordo, se reirán de mi. Así que me pongo los auriculares y trato de no oír el rugido de mis tripas de nuevo. Siento náuseas. Se que son de hambre. Pero no, no quiero comer.
Pasan los minutos, todo esta en silencio, y vuelven a mi cabeza esas voces (Sí, creerás que estoy completamente loca, pues no, oigo voces. Siempre me dicen que mate al novio de mi madre, y en ocasiones planeo el asesinato). Mi mano ensangrentada acaricia a mi gato. Las náuseas son cada vez más y más fuertes, corro hacia el baño, y expulso lo poco que había comido ese día.
A veces pienso que hay alguien que me protege, pero otra veces pienso:
Si de verdad existe Dios y todo lo sabe, hubiese sabido lo mucho que habríamos sufrido personas como yo, y no nos habría dado la vida.
Cuando lo echo todo, voy a la cocina y bebo agua. El líquido frío me baja por la garganta y hace que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.
Vuelvo a mi cuarto, saco mis libretas e intento estudiar. No puedo concentrarme así que pongo música con el volumen casi al mínimo en mi móvil. La voz luchadora de Demi Lovato penetra en mis oídos. Y me hace sentir algo diferente. Adoro a esa chica, ha sufrido mucho, pero siempre ha seguido adelante.
Si aunque sea supiera que en un futuro podré ser como ella... Pero no, no lo seré. Así que no vale la pena. Cuando creo que he estudiado lo suficiente como para no quedarme en blanco, y que Britany vuelva a reírse de mi, cierro el libro y entro en el baño. Me quito la ropa lentamente y me miro al espejo. Odio tanto cada asqueroso milímetro de mi cuerpo. El agua caliente me hace sentir bien. Llevo el grifo a la izquierda, a temperatura máxima. Hasta que mis pies empiezan a enrojecer de lo caliente que esta el agua. Me enjabono rápido para no coger mucho frío y vuelvo a abrir el agua caliente.
Salgo de la ducha y me pongo la toalla por encima. Es suave, pero al pasarla por mi muñeca, molesta mucho.
Oigo llegar a mi madre y las dos cenamos juntas. No digo nada mientras ella me cuenta lo que le ha pasado en el trabajo. Como todos los días. Soy de esas personas que entran al baño, lloran durante 10 minutos, y después salen, como si no hubiera pasado nada. De esas personas que aunque estén muriendo por dentro, sonríen, de esas personas que, las pocas veces que le preguntan como está (por no decir que nunca me lo preguntan) dice que está bien, aunque lo único que desea es desaparecer del mundo en cualquier momento. De esas personas que le lloran a la almohada, que la suerte me vacila, pido Cruz y me sale cara.
Termino, frego lo que he ensuciado y me acuesto. Vuelvo a levantarme para darle un beso de buenas noches a mi madre, entro a mi cuarto, y me acuesto de nuevo. Ahora sí, quedo dormida deseando no despertarme ni mañana, ni nunca.

Stay StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora