9►Cortinas

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María.

Miré a Carlos dignarse a coger el palo de las cortinas que llevaba caído dos días al lado de mi cama. Álvaro había salido a comprar y nos había traído clavos y, para la alegría de mis ojos, otras cortinas nuevas, bastante más bonitas que las anteriores.

–¿En serio se fue al IKEA solo a por esto?– pregunté, elevando el paquete de cortinas con el ceño fruncido.

Carlos se giró a mirarme tirando el palo a la cama. Se sacudió las manos como si hubiera hecho un gran trabajo y asintió con la cabeza.

–Sí, se lo pedí. La verdad es que la habitación necesitaba ya un nuevo retoque.– dijo él, ladeando una mueca de satisfacción mirando a su cuarto con orgullo.

–¿Lleváis mucho tiempo viviendo aquí?– pregunté, abriendo el paquete.

–Dieciocho.–sonrió.– Pues cuatro años, o cinco. No me acuerdo.– respondió encogiéndose de hombros.

–Vaya, y...– dije trabándome con las palabras que iba a decir, porque a lo mejor se lo tomaba a mal y llevábamos unos días agradables como para joderlos por una pregunta.– Diecinueve, si no es mucha molestia: de esos años, ¿cuántos de ellos os habéis estado dedicando al negocio?

–¿Qué negocio?

–El de secuestrar chicas, obligarlas a que te ayuden a colgar las cortinas y luego matarlas.– dije sacando las largas telas de color melocotón y tendiéndolas en su cama.

–¿Unos tres? No lo sé exacto, uno no marca en el calendario ese día.– respondió con toda la naturalidad del mundo, y la presión que tenía en el pecho al hacer la pregunta se evaporó de golpe.– Pero, siéntete orgullosa, eres la primera con la que voy a cambiar unas cortinas.

–Wow, ¿entonces Carla no cuenta?– cuestioné con ironía.

Mi querida amiga había bajado hacía unos quince minutos a buscar un martillo con David y todavía no había vuelto. Se habría perdido en las hondonadas de la casa o algo, porque no era normal.

–Carla no lleva más de un mes diciéndome lo feas que son y las pesadillas que le producían las anteriores cortinas.– dijo encarando las cejas.

–Es que eran horribles, Carlos. Eres un pésimo decorador.– reí.– ¿Esperamos a Carla o vamos metiéndolas en el palo ese?

–¿Te gusta meter cosas en palos?– preguntó Carlos con un tono sarcástico demasiado evidente.

Sonreí con malicia y me aproximé a coger la barra que servía de soporte.

–Me encanta.

Carlos abrió la boca como si fuera a decir algo pero acabó frunciendo el ceño y malpensando demasiado el comentario. Sonreí con autosuficiencia y justo en ese momento Carla entró por la puerta con un martillo más grande que su cabeza en la mano.

Nos sonrió y se adentró en la habitación.

–¡Al lío!– medio gritó, entusiasmada.

Many Manitas, ¡hey!

En realidad, me daba bastante miedo con semejante arma mortífera en la mano. Y claro, como mi cerebro funciona de forma tan racional, me puse a pensar en si Carlos aprovecharía a matarnos con el martillo ya que tenía la ocasión de acabar con dos pájaros de un tiro.

Entonces le vi colgarse las cortinas a la espalda como si fueran una capa de superhéroe mientras gritaba que era el rey del mundo y el pensamiento se me pasó.

Y sonreí ante lo estúpido y tierno que se veía al hacerlo.

Negué con la cabeza y me acerqué a él para arrancarle la susodicha capa y dejarle con un mohín triste en la cara.

Otra historia / Spin Off SDE / (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora