¿Qué le habrá pasado a este ahora? No, no, no. Esa no es la pregunta... Mejor es: ¿Por qué viene a mi casa así? Ni que yo fuera su amiga.
—¿Hola?—digo intrigada.
—Hola, Amanda. ¿cómo estás?— me sonríe como si nada hubiera pasado.
— ¿Te parece gracioso venir a mi casa así, todo golpeado y sucio?— Pregunto alzando la voz. Paso la mano por mi cara y prosigo—. No es que me preocupe por ti, pero sólo mírate. Te ves terrible, pareciera que te hubiesen dado una paliza.
—Después dice que el dramático soy yo—. Vuelve a sonreír de esa manera que me llenara la barriga de mariposas de no ser por la condición en la que está— No pasa nada, amor—. ¿Me llamó amor?— Lo que pasó fue que olvidé las llaves aquí esta mañana y trate de saltar la cerca de mi casa pero resbalé y me hice esto— me enseña el rasguño de su brazo— luego, al caer me pegué con una piedra partiendome el labio y aquí estoy, viendo si puedes darme mis llaves y regalarme un poquito de agua oxigenada— pestañea varias veces y junta sus labios pareciendo un bebe. ¿Como puedo resistirme a semejante estupidez?
— Está bien, pasa. Te curaré, pero sólo tengo alcohol.
— ¿Alcohol?— abre tanto los ojos que pareciera que se fueran a salir y mira nervioso a todos lados.
—Si, alcohol. Es lo único que... Un momento... ¡Le tienes miedo al alcohol!— carcajeo muy fuerte mientras me agarro la barriga y lo señalo—. Que miedoso eres Sebastián Di Lorenzo.
— ¿Me vas a curar o no?— me mira con recelo.
— Si, si, si. A curar... Con alcohol... Umjun—. Me burlo de él mientras pasamos al cuarto donde durmió anoche, busco sus llaves y se las entrego. Luego busco el botiquín de primeros auxilios y empujo un poco a Sebas poniendo mi mano en su abdomen duro para que se siente en la cama, pero la retiro muy rápido al escuchar su grito histérico.
— ¡Ay! Mujer. Me duele, cuidado— dice mientras cae sentado en la cama.
— ¿También te lastimaste el abdomen?— lo miro con cautela.
— ¿Eh? No, claro que no. Por favor— frunce el ceño en un intento de parecer consternado.
—Claro que si, quitate la camisa. Quiero ver.
Sebas me mira con una ceja arriba y una sonrisa que denota diversión.
—Te dije que podía darte una foto, pero ya veo que quieres verme en 3D— dice mientras se quita la camisa—. ¿Te gusta más así? Todo tuyo.
—Eres un idiota.— me voy poniendo roja mientras observo tan de cerca, en una cama, en un cuarto, sólos, su tan perfecto y trabajado abdomen—. Yo sólo... Quiero... Curarte.— trago saliva mientras voy acercando el algodón con alcohol a su herida.
— ¡Auch! Arde, arde mucho— dice en un susurro.
Levanto la cara para decirle que es un cobarde pero me encuentro tan cerca de sus ojos azules que es imposible que de mí salga una sola palabra.
Él esboza una sonrisa prepotente y me doy cuenta que tengo mi otra mano en la parte superior de su abdomen. Dudo en quitarla pero no lo hago, me gusta lo que augura esto.
Me toma la barbilla poniendo su dedo índice debajo y su dedo gordo sobre esta. Alza un poco más mi cara y apenas rosa mi labio inferior con su pulgar, luego coloca su boca encima de la mía dándome un ligero beso. No me sigue besando pero tampoco quita sus labios de los míos como pidiéndome permiso para continuar.
Abro mis labios dándole el poder de hacer con ellos lo que quiera. Empieza a besarme lento pero intenso, muerdo su labio inferior y lo voy soltando poco a poco. Gime y acelera un poco el beso, enredo mis dedos en su cabello negro y lo halo un poco. No se en que momento pero lo tengo encima de mí subiendo mi camisa mientras acaricia mi abdomen plano.
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No soy suficiente
Teen FictionAmanda tiene 19 años, es una chica que parece segura de si misma, pero la verdad es que, a raíz de los constantes "no sirves para nada" de su padre, se ha creado una imagen de insuficiencia en ella misma. Amanda nunca había tenido un novio, hasta q...