Capitulo único.

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Un manto blanco adornaba las innumerables calles de Moscú, la nieve caía delicadamente, con gracia, mientras que el frío se incrustaba en cada célula del cuerpo de quien pasase por allí, y Yao no era la excepción.

Su cuerpo temblaba sin bacilar, aunque tuviese un abrigo el clima no tenía piedad de alguien acostumbrado a un ámbito cálido como él, y estaba más consiente de eso, su nariz enrojecida por el frío moqueaba, pero... aquella vista magnífica hacía que todo valiese la pena, no era la primera vez que visitaba esa ciudad, pero siempre quedaba fascinado con la vista, algunas construcciones antiguas bañadas por nieve... era simplemente hermoso, por un momento se sentía dentro de una postal.

Una ciudad detenida el en tiempo.

Frota sus manos mientras camina tras su superior, con destino a la sala de reuniones.

Un copo de nieve cae exactamente en la punta de su nariz, aprieta los ojos y sacude su rostro mientras una pequeña sonrisa tonta se moldea en sus labios.

Su superior lo mira fijo, para luego seguir su vista al frente.

Las mejillas del chino se tiñen ligeramente de rojo, apenado.

Al entrar una oleada de aire cálido baña su cuerpo, un sentimiento de alivio aflora en su pecho, ¡ya creía que iba a terminar por congelarse!, empezaba a admirar al ruso por soportar tan duro clima.

Frota sus brazos y continúa, puesto que ya de por si... iban tarde...

Su superior sigue caminando al frente, sin detenerse por un momento, a veces aquella actitud frívola incomodaba al asiático, pero entendía, que en tiempos difíciles era preciso ocupar la seriedad.

Pasan puerta tras puertas, las reuniones siempre solían ser en un lugar distinto, pero ante la seguridad con la que su superior caminaba el chino no comenta nada y le sigue.

Entonces se detiene, mira su reloj, en esto relaja un poco el semblante serio a uno preocupado.

—Parece que debemos una disculpa, estamos cuarenta minutos tarde—mira hacia el mayor.

Yao quien se detuvo en el momento exacto al que su superior comienza a hablar asiente, pese a compartir una frontera ambas capitales estaban a gran distancia la una de la otra, lo cual hacía complicado la tarea de llegar a tiempo.

El superior pasa a tocar la puerta, con una repuesta afirmativa a cambio, toma el pomo y lo gira.

Al entrar curiosamente no hay una atmósfera de tensión, o recriminatoria, como generalmente la había cada vez que llegaban tarde... y es que no era la primera vez que llegaban tarde, hay que entender que desde Pekín a Moscú hay un gran tramo, ¿no?

El superior del ruso los mira amablemente, como si le hiciese gracia aquella falta, dijesen lo que dijesen sobre aquel hombre, tenía su lado humano, mientras que Iván yace sentado con una mano apoyada en su mejilla, mirándolos risueñamente.

Yao traga en seco siente la mirada de Iván fija en el, mientras observa a hombre asiático hacer una reverencia en señal de disculpa, acto que imita al instante.

—Lamentamos la demora— se disculpa.

Por su parte el superior de Iván hace un gesto de desinterés con la mano, restándole importancia al asunto y amablemente les invita a sentarse en la mesa.

Yao se sienta junto con Iván, al lado de este, al momento en que le da una corta sonrisa y murmura un pequeño "Ni hao"

Por su parte Iván le devuelve el saludo, con una radiante sonrisa formada en sus labios.

Otra Reunión (Rochu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora