Capítulo 26

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Micaela no había visto a Lucas durante todo el día. Era raro. Desde que habían vuelto a hacer las paces, él iba a saludarla en algún momento; seguro que había estado muy ocupado. La verdad era que ella también lo había estado. Además, ese día se sentía muy melancólica; al marcar la fecha en el calendario que tenía encima de su escritorio, se había dado cuenta de que prácticamente sólo le quedaban dos meses para volver a Barcelona. Dos meses. Era muy poco. En ese instante sonó el teléfono.

-¿Diga?

-Mica, soy yo. -Era Lucas-. ¿Cómo estás?

-Bien. ¿Y tú? Hoy no te he visto. ¿Pasa algo?

-No, nada, lo de siempre, trabajo. -«Y que no paro de pensar en ti», se dijo para sus adentros.

-¿Puedo hacer algo? -preguntó Micaela.

-No, pero gracias por preguntar. Nos vemos luego en casa. -Lucas se dio cuenta de que le encantaba tener ese tipo de conversación con ella.

-Sí, claro, hasta luego. -Y colgó el teléfono.

Tras esa conversación, Lucas se quedó pensativo. Era incapaz de recordar lo que había pasado la noche en que se puso enfermo, pero se acordaba perfectamente de que antes de que se fueran a dormir, Mica le había dicho que iba a alquilar un piso. Supuso


que al haber estado cuidándole durante todo el fin de semana no había podido ir a finalizar los trámites, pero le inquietaba saber si continuaba teniendo esa idea en mente.

Él no quería que ella se fuera de su casa. No quería perderla antes de que ella regresara a Barcelona. Tenían que aclarar ese tema antes de que fuera demasiado tarde, pero no sabía cómo plantearlo. Cerró los ojos un instante para pensar y de repente tuvo una idea. Ella siempre le cocinaba platos maravillosos, había llegado el momento de que él hiciera lo mismo. Seguro que en Internet encontraría alguna receta que podría serle útil.

Buscó por unas cuantas páginas y, cuando dio con lo que necesitaba, apagó el ordenador


y ante la mirada atónita de Sam y Camila, se fue a su casa.

Cuando Micaela salió del trabajo, decidió replantearse su actitud. Era verdad que ya sólo le quedaban dos meses y pico, pero estaba en sus manos hacer que fueran increíbles, tenía que disfrutarlos al máximo. Además, Barcelona y Londres estaban al


lado, seguro que seguiría viendo a sus amigos. Lo de Lucas ya era más complicado.

Desde que estuvo enfermo, Mica había decidido dejar de engañarse: estaba enamorada.

Pero no como lo había estado de pequeña, no, nada que ver. Ahora lo conocía, sabía que era un buen amigo, que era un nieto fantástico y que estaba muy herido y confuso. Tal vez pudiese ayudarlo de alguna manera. Tenía algo más de dos meses para averiguar qué había pasado con su padre y con su madre y, quizá, cuando se fuera, él la echaría tanto de menos como ella a él. No había tiempo que perder. De camino al piso, decidió poner en marcha su plan y llamó a Nana. Desde que llegó a Londres, se habían visto en un par más de ocasiones, y Micaela estaba convencida de que era la aliada que necesitaba.

-¿Diga?

-¿Nana? Soy Micaela, la amiga de Lucas. -Las risas de Nana la interrumpieron.

-Mica, ya sé quién eres, no hace falta que me lo recuerdes. ¿Cómo estás? ¿Vas a venir pronto? El pasado fin de semana Lucas no me llamó. ¿Ha pasado algo?

-Estoy bien. No creo que podamos ir este fin de semana, Lucas tiene mucho trabajo, ha estado enfermo, por eso no te llamó, y a mí se me pasó. Lo siento.

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora