Capítulo 27: Primeros días sin él.

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Nada más despertar, Guillermo le envió un mensaje de buenos días a Samuel, tal y como él se lo había pedido la noche anterior. Se desemperezó y entró a la ducha una vez recibió respuesta de su novio. El agua tibia que chocaba con su cuerpo parecía no ayudar a quitarle el sueño. Saliendo de su cuarto pudo escuchar a su familia en el primer piso preparando el desayuno. Parecía que hablaban en voz baja para que él no escuchase.

-¿Está listo el jugo de naranja, mamá? –preguntó Caro en un susurro.

-Sí, ya está. Lo voy a servir en una jarra.

-Estas tostadas están más buenas que nunca–comentó el padre.

-No comas aún –la madre no pudo evitar levantar la voz.

Guillermo, apoyado del barandal de la escalera, tuvo que reprimir una risa al oír esa escena. Su familia estaba preparándole un gran desayuno para que estuviera feliz. Antes de bajar la escalera, carraspeó un poco para llamar la atención de los presentes, quienes inmediatamente guardaron silencio.

Al entrar a la cocina vio una mesa impecable con jugo recién exprimido, tostadas y mucha fruta picada, esa que tanto le gustaba. Su plato tenía rodajas de melón y unas cuantas frutillas cubiertas con salsa de chocolate.

-Vaya, qué bien se lo han currado. Gracias –dijo con una sonrisa en el rostro.

-¿Qué? Esto es un desayuno normalito, de todos los días –bromeó la hermana.

La conversación matutina no incluyó mucho a Samuel ya que ninguno quería entristecer a Guillermo. Todos allí sabían lo mucho que ellos se amaban y no dudaban de su amor como para llenarlo de dudas, sin embargo, entendían lo que era tener lejos a un ser querido.

Con el tiempo justo, salió de su casa para dirigirse a tomar el metro. Hoy sentía una extraña sensación de tranquilidad. Su día en el instituto tendría muy pocas clases ya que harían un ensayo para la ceremonia de graduación e incluso, estaba la posibilidad de que salieran más temprano. Sin duda, sería una jornada liviana.

Un par de estaciones antes de llegar a su parada observó por la ventana frente a él y se percató de que estaba justo en el lugar donde una mañana, hace algún tiempo atrás, se había encontrado a Samuel en un asiento, sosteniendo un cuaderno en sus piernas. Sonrió ante tal recuerdo y quiso ver los otros asientos de la estación. Segundos más tarde estaba arrepintiéndose de su actuar porque un deja vú se apoderó de él.

Un chico desconocido se encontraba sentado en una banca, sosteniendo también un cuaderno en sus piernas y con un lápiz en la mano. No tenía la mirada absorta en el papel porque ahora miraba a un costado, pensativo. Volvió la vista al cuaderno e hizo unos cuantos trazos. El pitido que avisaba el cierre de puertas comenzó a sonar y Guillermo tuvo el impulso de bajarse del vagón. Cuando cayó en cuenta de lo que había hecho, ya era tarde. Las puertas estaban cerradas y el metro empezaba a moverse.

-Maldición, por qué no hice esto ese día.

-¿Disculpa? –dijo el chico frente a él. Vestía una remera color verde, unos pantalones de jeans y unas zapatillas oscuras.

-Tuve un deja vú y bajé del metro sin pensarlo –no lo dudó, quiso contarle la verdad-. Lo siento.

-¿Un deja vú? –dijo con una risa sutil- Y, ¿cuál fue ese deja vú?

-Un chico sentado en una banca de esta estación, sosteniendo un cuaderno en sus piernas y con un lápiz en mano. Me arrepentí de no bajar ese día en que lo vi y creo que ahora, inconscientemente, hice lo que debí hacer en su momento. No quise interrumpirte. Creo que voy a tener que esperar el siguiente metro.

De Azúcar Y Nieve (wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora