Capítulo 1

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Ya era hora de levantarme, lo sabía por el portazo que daba siempre mi vecino. Desde hace 2 años sé que a las 7:30 de la mañana Blake, mi vecino que tiene ahora 16 años, da un portazo en forma de protesta por tener que ir a comprar el pan. Antes me despertaba con Old Yellow Bricks de Arctic Monkeys pero, ahora, mi despertador era esa hermosa y sonora puerta.
Otra cosa que no es de extrañar en mí, es que siempre me levanto con un humor de perros. Parece que en mi otra vida perruna me levantaban a mordiscos y por eso todas mis mañanas eran como un extenso gruñido, dolorosas. Debería estar prohibido levantarse involuntariamente, como he oído que hacen en algún país cuyo nombre no viene a mi mente. Probablemente sería un invento que usé de excusa alguna vez para que mi madre me dejase quedarme en casa. Odiaba el instituto. Esa frase que suena tan cliché como cierta. Creo que todos los adolescentes que son adolescentes realmente (luego están los que no se les llama ni seres humanos a los que les motiva ir cada día al instituto y hacer exámenes), llegan a odiar el instituto en algún momento de sus vidas. Es un edificio tan aparentemente bonito pero tan malo por dentro... Como las chicas huecas que sólo quieren salir con chicos guapos y mujeriegos. Otra cosa que no comprendo es que, las chicas creen que soy un mujeriego sólo por ser guapo. No tiene sentido, porque simplemente soy sarcástico y me gusta picar a la gente, cualidades típicas de un mujeriego principiante, como mi mejor amigo Liam. Pero que mi mejor amigo sea un mujeriego, no significa que yo lo sea. Vale, tengo rollos con chicas y eso pero como todo chico de 17 años tiene. No me gusta ser tan cabrón como esos engendros llamados mujeriegos. Siempre me paro a pensar sobre ese término que denomina a los chicos pero no a las chicas. ¿Qué pasa, que a las chicas en vez de ponerle un nombre como a los chicos, se les llama putas? Nunca llego a comprenderlo, si se les llama putas a ellas, se les llama putones a ellos. Si no, tenemos que ponerle a ellas algo así como hombreriegas. No suena bien pero pensaré en algo mejor, por ahora se queda así. No tenemos el derecho de insultar a las chicas por hacer algo que hacen también los chicos. ¡Qué tontería!

- Hola tío. -dijo Liam chocándome el puño mientras entraba en su coche. Siempre iba en su coche ya que él tenía ya la mayoría de edad y tenía derecho a conducir, por arriesgado que fuese montarse en un coche con Liam.

- Hey león. - le respondí.

- Tío no me jodas, odio ese apodo.

Sin prestarle atención encendí la radio y la puse en La Máxima FM, una de mis emisoras favoritas. Me subía mucho el ánimo en el camino hacia el instituto, como una droga más en mi vida.

- Esta noche habrá una fiesta en la casa de Eric, ya sabes; alcohol, marihuana, chicas...

- Paso Alec, tengo una cita.

- Uo espera, espera. ¿Tú, Liam Chass? ¿Cita? ¿Desde cuándo dejaste de ser mi mejor amigo? Yo soy tu novio, no necesitas conocer a nadie. -comenté intentando parecer ofendido.

- Deja de hacer el payaso, Alec. Ya sabes que Anne me gustaba mucho desde hace varios meses.

- Vale, vale. Deja aquí a tu pobre novio tirado en la carretera si quieres.

- Creo que no habrá nadie que te solucione tu problema. -se quejó rodando los ojos.

- ¿Mi problema?

- Tu problema mental. Anda, bájate del coche que estorbas.

Me bajé ya que estábamos en la entrada del instituto, no sin antes brindarle mi más perfecta peseta a Liam acompañada de una sonrisa irónica y burlona. Al entrar todo se veía tan diferente al mundo real que parecía una película. Esas típicas películas clichés sobre los institutos, bullying y demás que a mí me encantaban. Aunque claro, eso era un secreto, no lo sabía ni mi hermana, que también ama este tipo de películas. Andaba yo sumergido en mis pensamientos cuando de repente veo una figura femenina acercarse hacia mí. Cuando se acercó algo más pude percibir su pelo moreno largo y liso y su cara tan peculiar y conocida. Era Amanda Stiller, la más hombreriega del instituto.

- ¡Hola Alechi! -dijo con esa voz suya que sonaba tan dominante.

- ¡Hey! Mira perdona, pero es que me estorbas.

- ¡Alec! Que iba a decirte que si quieres venir a una fiesta que hace Julie hoy. -me agarró para que no pudiese seguir caminando.- Pensé que siendo tú, te encantaría la idea.

- ¿Vas tú?

- Sí. -dijo ilusionada e intentando seducirme.

- Entonces paso.

Dicho esto, me solté bruscamente de su agarre y seguí caminando como hace unos pocos minutos estaba haciendo. Si pensaba que tenía oportunidad conmigo, espero haberle dejado claro que ni en sus mejores sueños. Yo, simplemente, no era como ella. No era su tipo de chico mujeriego que les vuelven locas a todas las chicas con demasiadas hormonas. Cuando iba por el pasillo, todas las chicas me miraban y me sonreían como si no hubiese un mañana, intentado parecer seductoras. A mí me parecían empanadas, siempre con una sonrisa boba. ¡Vamos, si ni siquiera me conocían para saber si les gustaba o no!
Me llamó la atención una chica que en vez de estar mirándome como todas las demás, estaba buscando algo en el suelo. Por lo que parecía, no veía bien ya que palpaba el suelo desorientada. En poco rato me di cuenta de que estaba buscando sus gafas, aunque yo tampoco las veía por allí.

- ¿Puedo ayudarte en algo? -le dije amable.

- Sí, simplemente vete con alguna chica que esté soñando con ser usada por algún mujeriego como tú, que yo paso de tu rollo de amable.

- Hey yo no... Yo sólo quería ayudar.

- Entonces vete, me harías un grandísimo favor.

Sin ser más pesado, seguí con mi camino, aunque al final del pasillo vi unas gafas destrozadas.









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