Las primeras cartas

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Me desperté apenas habían tocado los rayos de sol sobre el ventanal de mi habitación, en la cabaña. Fue una noche algo pesada.
Estar fuera de casa no era exactamente lo que esperaba, pero estaba bien. Además, sólo fue la primera noche. No significa que el resto de la semana fuera exactamente lo mismo.

Luego de despertar y tener mis sentidos al cien tuve la extraña necesidad de volver al pequeño muelle.
Noté que ahí estaban dos botes: uno de motor y otro de remos.
Miré a mi alrededor, definitivamente era un lago hermoso por las mañanas, sobre todo por el reflejo del sol sobre la superficie acuosa.

Mientras mi vista divagaba en el lago, algo atrajo mi atención.
Sobre la superficie navegaba lo que parecía ser un sobre, una carta. De inmediato agarré una larga rama que se hallaba en los alrededores y como pude atraje el sobre hacia mi. Al tenerlo en mis manos me di cuenta que ésta no estuvo tanto tiempo en el agua, pero si el tiempo suficiente para que, si lo abriera, se rompiera. El sobre no tenía nombre, imaginé que lo tendría en el interior de la carta.
Improvise un tendedero y lo colgué ahí para que se secara y poder leer su contenido. Y si, peco demasiado de curioso.

Mientras la carta se secaba me dispuse a acomodar mis pertenencias en el closet —aunque solo fuese a quedarme una semana— y después a limpiar todo lo que tenía polvo y cosas añejas, ya que por mucho tiempo no habían habitado aquí.

Para medio día la carta ya estaba seca casi en su totalidad así que pronto leería su enigmático contenido, pero antes de siquiera tocar la carta inesperadamente llegaron al menos doce más.

Las doce cartas que llegaron cumplían con el mismo patrón que la primera. Tendí las otras cartas y descolgué la primera.

Lo que estaba escrito ahí me hizo reflexionar si quedarme aquí resultaría sano para mi.

«Bienvenido, Stiles  ♡

Desde hace mucho te he estado esperando.
Me encanta verte aquí, me emociona ver tu rostro iluminado contra el sol, tu piel blanca, ver las lineas que definen tu cuerpo...
Estaremos juntos cuando menos lo esperes...

Siempre tuyo.»

—Ok, esto pudo haber sido broma de Scott— exclamé en voz alta.

Eso fue lo primero que cruzó en mi cabeza. Me adentré a la cabaña, tomé mi móvil y llamé a Scott para reclamarle.

Oh si, de esto no se salva.

¿Bueno?— contestó Scott a al segundo timbrazo.
—Yo sé que me amas demasiado Scott, pero por favor, no me envíes cartas. Me siento acosado, hombre— Alegué sarcásticamente.
Tenía razón para hacerlo.
Hey, hey. Yo no te he mandado nada. Apenas me enteré que estás en la cabaña del lago. ¿Porqué estas allá y no me dijiste nada?— Reclamó indignado.
Ok, tuvo razón para hacerlo.
—Emm, necesito tiempo, Scotty, por lo de mi mamá... tú sabes...
Imaginé que sería por eso y está bien Stiles, no te preocupes. Solo tenías que avisarme— Explicó mi mejor amigo—. ¿Por cuanto tiempo estarás?
—Una semana.
Ok. Cualquier cosa que necesites, háblame, no importa qué hora sea, ¿vale?
—Si, gracias Scott. Te dejo, bye.
Bye.
Finalizó llamada.

Tal vez él no fue.
Tal vez fue Jackson maldito-lagartijo-mal-parado el responsable de enviar cartas vía lago, pero él no sabía —hasta donde yo sabía— que mi mamá falleció. Aún así pueblo chico, infierno grande.

Y así armé una lista larga de sospechosos, pero no todos cubrían el perfil.

Al atardecer descolgué las otras doce cartas y las leí. Todas con un similar contenido.

—Si no fue Scott, tal vez el culpable sea Parrish— musité para mí mismo, como si alguien fuese a oírme hablar.

Recordé la silueta que vi ayer al otro lado del lago. Puede que ese fantasma me enviara esas cartas, pero si fuera un fantasma ni siquiera podría escribir... «¿qué rayos?» a vece me sorprendo de las cosas disparatadas en las que pienso.

Escuche el crujir de una gran rama seguido de algunas hojas secas cerca de la cabaña, lo cual me alertó. De inmediato, y con bat en mano, fui hacia el origen del ruido. Nadie estaba ahí. Busqué con la vista quién o qué fue pero no encontré nada.

Puede que haya sido una ardilla gorda. No sé.

Por mera intuición miré hacia abajo, cerca de mis pies había un dibujo de un corazón con mis iniciales junto a otras que no reconocía

—S. S & D. H...  ¿quién es D.H?— pregunté confundido—. Sé que la S. S son mis iniciales pero ¿D. H? ¿Qué tipo de alias tienes, Parrish?

Definitivamente ese hubiera sido un lindo detalle si lo hubiera hecho las manos de una dama como Lydia. De alguna manera extraña estaba convencido que eso no lo hizo una chica, mucho menos Lydia, obviamente.

Creía firmemente que aquello fue hecho con las manos de un acosador.

«Me sentí tan observado, en un juego de niños
Las líneas de poesía sin un nombre»

500 Cartas [AU Sterek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora