LAS AVENTURAS DEL PROFESOR FLABIUS BARNABY

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El Increíble caso de Edward Mordake

Escrito por Alexis Jaesuria

Siendo de extracción humilde, yo, Ignatius Flavius Quintus Barnaby, con un padre con una inclinación natural hacia el latin, como era de esperar de un profesor universitario de Filología  (Nota del Traductor: San Ignacio es un conocido santo que fue devorado por los leones, y significa ‘Portador de los Dioses’, mientras que Flavius significa simplemente ‘Rubio’, y finalmente Quintus obviamente significa ‘el Quinto’), pocas si acaso ninguna facilidad para encontrar un lugar en la sociedad me fueron dadas. Es por esto que, tras terminar brillantemente los estudios en primaria, y bajo los auspicios de la nueva ley de Educación de 1870, se me concedió la oportunidad de continuar mis estudios hasta la edad de los 13 años, en que toda persona decente y trabajadora debía pensar en su futuro.

            Sin embargo, la fortuna resplandeció sobre mi casa, y gracias a los contactos académicos de mi padre, se me ofreció una regalada vida como ayudante del Profesor Joseph Bell, un polémico profesor de Edimburgo de Medicina, experto en medicina y gran observador.

            Fue allí donde trabe amistad con el joven Lord llamado Edward Mordake, heredero de una de las familias más nobles y dignas del Gran Imperio Británico, de una nobleza y orgullo dignas de cualquier hijo de la Gran Bretaña.

            Lord England, que así llamaremos a su padre, estaba consternado. Tras jurar silencio al respecto, Lord England nos relato los hechos que habían acontecido en su casa. El joven Lord Edward había regresado de la India, donde se había convertido en todo un hombre, a las órdenes de Lord Howard James Buchanan, Coronel de la Segunda Brigada de la expedición Jowaki, como su ayudante y hombre de confianza. A pesar de la brillante estrella que lo guiaba, cayó enfermo de unas fiebres que lo postraron en cama, y recomendaron su vuelta a casa.

            Desde ese momento, su talante, normalmente sanguíneo y colérico, se torno melancólico, a pesar de la mejoría de sus fiebres. Hombre vivaz y locuaz, se volvió silencioso y triste, y los vicios impropios de su rango le acometieron cobardemente.

            Como era de esperar, Lord England estaba más que preocupado, y aunque los continuos reproches no dejaban de surgir, Lord Edward no parecía responder a ellos. Sus atuendos eran de lo más estrafalario, como pude comprobar poco después, al ser introducido a su presencia, y su decaimiento era total.

            Sin embargo, lo que más perturbaba a Lord England era los rumores, tenebrosos y terribles. Los sirvientes, asustadizos y supersticiosos, no paraban de hablar de los chillidos, espantosos gritos y demás que perturbaban la paz de la campiña, y aunque las habladurías sobre desapariciones eran solo eso, habladurías, Lord England , con franqueza, expuso al Doctor Bell sus temores. Aun peor era la presencia de un santón hindú, un extraño mercachifle que con sus estúpidas y primitivas charlas posiblemente había influenciado en demasía al joven Lord.

            Junto con un amigo del Doctor Bell, llamado Angus Jackson, un joven bastante curioso aunque de modales muy adecuados y una nobleza de carácter que se veía a simple vista, nos encaminamos a la mansión veraniega de los England, donde Lord Edward Mordake se refugiaba. Era este un joven de constitución fuerte, aunque parecía haber pasado una dura prueba en Afganistán, y siempre se mostraba correctamente vestido, pero envuelto en mantas, como en un perenne frio.

            Sus modales eran exquisitos, si bien algo distraídos. Quizás la presencia más notable era la de un hombre anciano de profundos ojos, con un turbante blanco y barba igualmente blanca, aunque algo rala y que no daba un carácter majestuoso a su aspecto, con un aspecto escuchimizado pero fibroso a semejanza de los nacidos en el Indostán.

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2013 ⏰

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