Todavía recuerdo aquel chico, el chico de la camisa de cuadros, usualmente despeinado, con bigote insuficiente y de ojos perdidos, abandonados. Jamás le conocí, aunque le vi abordar durante muchas madrugadas, esas que van y vienen rutinarias e invariables en la estación, siempre llena de masas atragantandose de todo ese invisible hálito tempranero, fresco y delicioso, exalando luego fetidez. Fue hace dos años si mal no recuerdo, no podré olvidar su rostro, en especial ese gesto final, como un estertor prematuro que avisara un destino indefectible. La mirada, que precedió al crujir seco y sordo de los huesos, me espantó porque delataba algo hasta el momento no había visto en los ojos de nadie, y no era una tristeza común, una etapa, algo pasajero ¡no! no podía ser algo así, algo tan simple no me hubiera contagiado de tal manera en el alma, ¡y lo sé!, lo sé porque en el instante me conmoví tanto que lloré, lloré como cuando era sólo un pequeño y me perdí dos horas en un parque acuático, como cuando era un adolescente estúpido y perdí por primera vez al supuesto amor de mi vida, como cuando escuchaba por las noches los nocturnos de Chopin, como cuando me enteré que mi padre había sido capturado en la selva colombiana para nunca volver, como cuando mi tío cuando dejó de tomar prozac y se suicidó, y mi abuela lloró la muerte de su ultimo hijo.
Reconozco que a los dos meses no recordaba ya el asunto al igual que el colectivo histérico que se agitaba vertiginosamente el día del incidente, y nadie nos puede juzgar, porque sólo continuábamos con nuestras vidas, cotidianas de sol a sol, inútiles para el colectivo, vacías de contenido, putrefacción envuelta en un sobre moralista e hipócrita barato, llenas mentiras que abyectan la realidad, una realidad en si más terrible que cualquier novela de horror. Somos cadáveres convalecientes esperando la luz al final del túnel, sin saber que en este, oscuro y sin fondo, no hay "otro lado" !Y todo esto no lo inventé yo, me lo dijo el chico de camisa de cuadros, con la...!
Pero... tal vez a él lo que lo mató fue la estación, el desgaste imperceptible que presenta la monotonía, te agobia, quebranta la voluntad y la pasión. ¡Si!, pero ¿Y si fuimos nosotros con nuestra indiferencia, con miradas frías y ojos ungidos en esas bestias cuadradas de bolsillo; con nuestro vil progreso, falso bienestar social; con el afanoso deseo de obtener aquel endiablado papel verde a cambio del cansancio y la vejez prematura del cuerpo y el alma?. Es absurdo, ¡si!, ¡si!, ¡si!, ¡si! lo es, no pudo haber sido eso, solo era un pobre diablo, un cobarde, ¡si!, ¡si!, ¡si!, ¡si! maldición, debía ser eso, pensaba yo.
Esta mañana frente al espejo vi algo particular y no supe al principio con certeza a que me recordaba; dudé, pero era él, estaba muerto pero tan vivo en mí y tan nítido que el espejo se empañó, pero no por el vapor del agua. Me ajusté el traje y salí a la calle; Subí las escaleras y compré los tiquetes para la semana; no los voy a necesitar, porque después de todo, lo más seguro es que hace dos años también quedaron arrugados y enrojecidos, en aquel bolsillo de esa camisa de cuadros.
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¡Fuste tú!
Short Story«¡No!, fuimos nosotros, fueron ustedes, fui yo, fue el, fue ella, ¡fuiste tú, maldito!»