Me levanto de la cama y quiero morir.
Miro hacia abajo y la repulsión que siento no me deja ni respirar. Observo mis manos, tiemblan de modo espantoso. Mi mente va a mil por segundo diciendo miles de cosas distintas, gritando acciones y palabras que no comprendo.
Un leve movimiento desde atrás me obliga a observar y la veo.
La veo.
Y quiero morir.
¿En que momento mi vida se convirtió en esta mierda?
Aprieto los puños mientras mis traidores ojos repasan su cuerpo desnudo, su corto cabello castaño oscuro hecho un desastre entre las almohadas, su rostro sereno y dormido. No se ha percatado que yo no estoy ahí.
Estoy aquí. Luchando por vestirme, levantarme y salir. De este departamento ajeno, de estas sábanas que huelen a ella, de esta cama pecaminosa cuyas cadenas aún me atan a una existencia abominable e hipócrita.
Yo no pertenezco aquí. Mi hogar está en otro lado. En otra cama perfumada. En otros brazos que calidamente siempre me reciben. En otro cuerpo que acompaña mis noches y vela mis sueños. Pero en estos momentos todo eso parece tan lejano, tan irreal.
Y yo no lo merezco.
Luego de esta... estupidez, este desliz... ¿Ella será capaz de perdonarme? Me ha perdonado muchas cosas a lo largo de estos años, pero... ¿Algo así? ¿Hay confianza luego de algo semejante?
-Pareces algo decaído Kazuto ¿Porque no subes a mi casa a beber una copa? -La voz de Shino hace eco en mi mente. Tan solo doce horas antes me veo a mi mismo a la salida del bar de Agil, subiéndola a mi moto, llevándola a su departamento para luego ir al mío y esperar a mi novia quien se había ido de viaje de negocios al extranjero junto a su padre. Pero no. Yo debía morder el anzuelo dispuesto por la ex francotiradora y aceptar su invitación a pesar de que no soy ciego, y el deseo late en sus ojos castaños.
Y así fue como caí en este horrible enredo.
Bebimos vino y empezamos a hablar de necedades. Jugamos a los naipes, seguimos hablando y bebiendo... No sé en que momento sucedió, pero tiempo después Shino estaba besándome y yo buscaba la forma de desvestirla... acabando de hacerlo en su cama con una prisa y una violencia que me desconocía.
No pensaba. En verdad no pensaba, porque de haberlo hecho me hubiera detenido antes de empezar esa locura. Porque esos no eran sus labios, ese no era su cuerpo, ni esos eran sus gemidos. Pero mi conciencia no estaba para advertirlo en ese momento... ¡Justo cuando más la necesitaba ella habia desaparecido dejándome librado a mi suerte!
Fue mi culpa... Me sentía tan solo, y la extrañaba tanto que... No estoy tratando de justificarme, pero soy hombre y mi cuerpo reacciona a lo visual. Al estimulo del alcohol, de las circunstancia adversas que me ataron a ella, a la ausencia desmedida de Asuna...
Asuna. Mi ángel hermoso y perfecto a quien acabo de cortarle las alas por un puto segundo de placer.
¡Un puto segundo de placer!
Me visto no sé como, haciendo ruido. Ya nada me importa, busco mis zapatos sabiendo que la he despertado y me mira desde el lado opuesto de la cama.
-¿Kirito?
Dice mi apodo con un remedo de su voz imponente. Ni siquiera quiero verla, pero sé que es necesario.
-Esto fue un error y lo sabes -le digo tomando la chaqueta y poniéndomela.
-Pero...
No quiero oírla, azoto la puerta y salgo. Me quedo parado en el pasillo no sabiendo que hacer. Debo ir a casa es obvio, sin embargo mis pies no se mueven. No estoy preparado para enfrentar la pulcritud de mi hogar, siento que he deshonrado mi vida, la vida que tanto -pero tanto- me costó conseguir para que Asuna y yo viviéramos juntos. He echado todos esos años de sueños infantiles a la basura por una aventura.