Capítulo 1

77 10 0
                                    

Que mi veinticinco cumpleaños me lo pasaría trabajando hasta las tantas en la tienda no era lo que me había imaginado, pero al menos así no tendría que estar aguantando a mi madre diciéndome que me buscara un trabajo de verdad y dejara la tienda.

Hace tres años que soy azafata, pero no ejerzo por culpa de la puta crisis... Así que tengo que trabajar en una tienda de ropa para poder costearme mis gastos, y aquí estoy, haciendo inventario...

-¡Está cerrado!-Grito desde dentro al ver que un chico intenta abrir la puerta.-¡Que está cerrado, gilipollas!

Al ver que El Gilipollas vuelve a intentarlo, voy hacia la puerta, la abro y vuelvo a decirle lo que he gritado hace unos segundos.

-Está cerrado, vuelve mañana.
-Pero es que necesito una camisa blanca urgentemente.-Dice El Gilipollas.
-Pues ve a otra tienda que te quiera atender a las doce de la noche, porque aquí ya está cerrado.-Me vuelvo para cerrar la puerta.
-¿Es así como tratas a tus clientes?
-Vamos a ver, gilipollas, ¿ves esto?-Digo señalando el cartel donde indica el horario.-Pues esto dice que ya estamos cerrados, así que largo, que tengo que hacer el inventario.
-Si me vendes la camisa, te ayudo con el inventario.

¿Éste qué se cree? ¿Que por estar bueno y ser guapo voy a dejar que me chantajee?

-Mira, no necesito a ningún tío que me ayude.
-Me alegro por ti, pero yo sí necesito esa camisa.-Dice agobiado.
-Está bien, está bien... Me has dado pena. Pasa y mira las camisas. Rápido.

El chico entra, y le indico dónde está la ropa de hombre.

-Intenta no molestar mucho mientras que cuento, ¿vale?-Le digo desde el otro lado de la tienda.
-Descuida.

Mientras que sigo con el inventario, le escucho mover perchas una y otra vez.

-Como me desordenes algo no sales de aquí vivo, te aviso.
-Tranquila, ya estoy.-Dice apareciendo en frente mía.-¿Cómo me queda?-Dice sonriendo.

Hasta entonces no me había fijado cuán blancos son sus dientes, y como de negros sus ojos. Tiene el pelo marrón, peinado hacia arriba, y nada de barba.

-Bueno... Bien...-Digo intentando evitar centrar mi mirada en su torso musculoso.
-¿Cuánto es?
-A ver...-Hago que se de la vuelta y me pongo de puntillas para mirar la etiqueta que cuelga del cuello.-Dieciocho euros.
-Perfecto, me cambio y te la pago.

Al cabo de un rato vuelve a salir, esta vez con la ropa con la que vino y con la camisa en la mano.

-Aquí tienes.-Digo guardándola en una bolsa tras pasarle el código de barras.
-Toma, el dinero.
-Ala, ya te puedes ir.
-Ah, no, de eso nada. Yo soy un hombre de palabra, y te dije que te ayudaría si tú me ayudabas.
-Y yo te dije que no necesitaba tu ayuda.
-Ya, pero yo te la quiero dar.
-Que no, joder, que me dejes trabajar.
-Está bien, que te sea leve.-Dice antes de girarse camino a la puerta.

Cuando por fin he acabado el inventario -a las una y media de la mañana- llego a mi casa.

Miro el buzón, ya que no he estado en casa en todo el día, y ¡mi suerte acaba de cambiar!

Acabo de recibir una carta en la que una famosa compañía de aviones me dice que quiere que trabaje para ellos.

El Hilo Rojo [paralizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora