Claveles

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"Mi orgullo está también implicado,

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"Mi orgullo está también implicado,

Me dice que deje ir.

Para dejar de lado las cosas las cosas que te hacían,

la persona que amaba. " -Claveles


Se despertó bajo la noche estrellada, a lado de su mochila roja llena de dulces.  Cuando la noche es más fría que otras, ella se rebela. Se recuesta en los claveles asesinados por la frialdad de  su sombra, o talvez la del clima,  y no piensa en nada más pero en la suavidad de los pétalos, tan suaves que se difuminan con un algodón de azúcar. Ella sabe que la vida la espera, así que no importa si se queda en el pastizal de claveles, no muy cerca de su casa, hasta que salga el sol.

La luna la acompaña siempre; para ella no hay luna nueva, siempre le sigue tan blanca y serena, asimilando su piel. Le gusta platicarle sobre su día, sobre como la regó en algo que a nadie más le parecería un problema, pero esa es su cosa; la perfección y el detalle más chico.
Aveces se escucha un galope cerca del pastizal, retiemblan los claveles abajo de su cuerpo, pero ella los ignora aunque le golpea una intriga enorme, ¿será un asesino? ¿Será el principe de Cenicienta que al fin ve su resemblancia de ojos azules y cabello de oro como la princesa de su cuento?
¿Será el sembrador de los claveles, que al fin viene a quitarla , pero que ella por su puesto se atrevería a pelearse para quedarse solo un poquito más?
Otravez, ignoró el galope, aunque le preocupaba que esa misma noche de Diciembre se oía más cerca.
El aire se puso más tenso, más frío, y más fuerte. Se sentó y abrazó su mochila contra su estomago. El pacífico pastizal, y el estrellado cielo parecían bailar tan relajados, ya que el tiempo nunca se acabaría para ambos de estos paralelos.

Volteó para atrás; los árboles danzantes no revelaban nada anormal, solo una música ligera al rozar sus hojas unos con otros. Regresó su mirada al frente, donde esperaba los claveles a su lado, bailando con el aire, pero envez vió algo más; una sombra enfrente de ella, de un jinete y su caballo. El silencio seguía inundando el pastizal, y ella tomo su mochila, preparada para alejarse de la intimidante sombra.
Pero el jinete bajó; era un muchacho de un poco más edad que ella, parecía, y lo comprobó cuando la hizo levantarse, jalando de su mano pegajosa de azucar.
El jinete misterioso le preguntó que cual era su nombre; ella no respondió, intimidada por sus ojos grandes color río enlodado.
A el no le importaba su nombre; era un jinete solitario, buscando a alguien a quien acosar en esa noche despejada de Diciembre.
Todos son unos inútiles, pensó.
Cuidadosamente, ella sacó un pequeño cuchillo de la bolsa trasera de su pantalón, un cuchillo que lleva consigo para cortar las flores más bellas en el pastizal.
El se inclinó, y simplemente la miro; ella por un momento, creyó perder la cabeza, la tierra se estaba desmoronando, las estrellas explotaban todas en unísono, porque ella se inclinó hasta besarlo.
Se sintió como besar a una estrella recien nacida, lista para sacar su mayor potencial, tan calurosa y sensible.
El sólo respondía con un beso, nada mas ni nada menos. Ella se mareaba, su cabeza pesaba menos que cualquier clavel en el pastizal.
Talvez, ella se adelantó sobre el universo.
Su papá, tan amoroso pero tan temible, no quiere cualquier jinete para ella, quiere un hombre de negocios con vino escocés en su buró izquierdo, y un legado ejemplar en el buró derecho.
Ella lo quiere, por su papá y por su bien, pero ¿realmente lo quiere?
Si su padre la viera en ese momento, se infartaría, por la apariencia de luchador y aventurero que tiene este güero misterioso.
Asi que talvez, quiso demostrarle a su papá, que un empresario le brinde riqueza en sus manos, no significa que su corazón sienta riqueza.
En su cabeza, sobraba la frase, "perdónenme papás. Lo hago por compulsión. (Compulsión que obviamente ella podría controlar, pero su voluntad no la favorece.)
Se distancia de la boca del jinete, y el simplemente le sonríe.
La toma de la mano y agarra su mochila. Se suben al caballo, y el muchacho cabalga con ella en el regazo del fuerte caballo (más fuerte que ella, en esos momentos, ella cree) hasta lo que parece ser la colina más alta del campo.
El se baja de un brinco, y ella también. De ahí, la luna se ve más clara, y es gigantemente hermosa.  

Aveces, se pregunta si la luna fue destinada a permanecer ante los ojos de todos los humanos. ¿Se sentirá la bella Diosa de la luna, Selene, triste por su único destino? ¿Pasará lo mismo con ella y con su destino? Pero a ella le agrada la idea de ser un astro que tiene la vista completa del espacio, la vida, los paisajes en la tierra, y hasta tendría la imagen de momentos confusos como este.  Sería increíble ser una belleza en la que los caballeros ponen su hombro para conquistar a una mujer. 

Pero, desgraciadamente, ella no es ninguna deidad, y su futuro depende de su habilidad de mantenerse cuerda cuando todos parecen estarse volviendo locos. Le frustra haber nacido como una perfecta niña con cabello y dientes, cuando, ¿cómo sabía el universo que ella no prefería ser un caballo? ¿Un grano de arena? ¿Una diosa mitológica?  Ella quiere ser algo tan inalcanzable e importante, quiere brillar más que el sol en la vida, pero todo depende del universo y sus corrientes. 

Se desprendió de sus pensamientos cuando el muchacho pareció arrebatarle la mochila roja llena de dulces altos en azúcar. Ella estaba apunto de arrepentirse de todo cuando pensó que el muchacho la iba a atacar, pero envez, aventó su mochila  por la colina, riendo.  

"¿Qué crees que estás haciendo?" Ella le preguntó con un tono amargado. 

"Deshaciéndome de tus malos hábitos."

"Eso a ti no te incumbe." 

"¿Ves esas chozas por allá? Las humildes."

Ella enfocó la vista hacia el sur. Unas diez chozas con una barrera a su alrededor eran visibles. 

"¿Qué sobre ellas?"

"Te esperan, Dianthus Caryophyllus. Te esperan hace mucho."

"¿Dia- que? "

El muchacho sonrío. 

"Claveles. Eres su reina. Te necesitan." 

Ella, por supuesto, sintió sus ojos iluminados. ¡Una reina! ¡Era obvio! ¡Este tenía que ser su destino!

Ella, sin voltear abajo, corrió hasta alcanzar a la gente en la calle, saludándole, llorándole. 

El universo, le había brindado lo único que era para ella; un reino; pequeño, pero glamoroso .

Ella sintió una ligera brisa entrar por sus poros, recibiéndola en  su nueva tierra. Por supuesto, cada choza tenía su jardín lleno de claveles rojos y fuertes, tal como ella se sentía en ese momento. 

Ella regreso su mirada a Selene, pero envez se encontró con la mirada del muchacho de ojos verdes. 

"Y yo, soy el rey." 

El se acercó, y le beso la mejilla izquierda. 

¡Así, se podían ir a la fregada los planes que su legado y la superficialidad tenían para ella!

Pero, algo raro estaba pasando. Algo no iba bien. Selene desapareció. 

El muchacho se había ido. 

La gente no estaba en sus chozas. 

Luego las chozas no estaban en sus lugares. 

Sólo quedaban los claveles, bailando bruscamente con este nuevo viento escandaloso que hacía en el lugar. 

Cerró sus ojos para evitar la tierra que el aire traía consigo, y no logro reconocer de quien era la piel tan suave atrás de ella. 

Abrió los ojos, y el viento paró. Su vista era hacia las estrellas, cada una de ellas siendo testigos de esta tragedia. Todo había sido un sueño. Lo suave en su espalda, eran los claveles. 

Batalló para contener las lágrimas, pero lo logró, y ya no volvieron a querer salir. 

Se sentó en los claveles maltratados por su espalda. Tomó uno y lo olió. 

La vida tendría que tener algo para ella, algo grande, algo inimaginable. 

Deseaba, también, a un muchacho con los ojos tan aventureros como bellos, que la hacían sentir una reina. 

Tomó su mochila, y se levantó. 

Una dulce brisa la impactó. Su mejilla  izquierda sintió picazón. 



Flores tricolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora