Prólogo

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Todos sueñan con ser soldados, con el honor en las batallas, con defender su imperio, por las riquezas que les esperan, o piensan que les esperan, al alistarse en el ejército imperial. Todos sueñan, pero nadie se imagina lo que hay en la realidad. A veces pienso que ni los que ya formamos parte del ejército podemos imaginarnos todo lo que hay en la realidad.

Sí, es cierto, es duro vivir en una ciudad a la que le han robado su autonomía. Es duro vivir formando parte de un reino que nos ha quitado nuestra identidad. Pero hace años de eso ya, los más jóvenes no sabemos qué había antes de nuestro actual imperio, incluso los más creciditos no teníamos uso de razón por aquel entonces, o, incluso, ni siquiera recuerdan cómo eran las cosas antes. A veces oigo a los abuelos decir que deberíamos pelear por nuestra libertad y al herrero ofrecer armas gratis para quienes luchen contra el imperio. Obviamente, no lo dice en serio, aunque siento que, llegado el momento, quizá él fuese el primero en dar sus armas al pueblo.

De cualquier forma, algunos nos hemos adaptado a esta forma de vida, a esta cultura, mientras otros siguen soñando con la libertad. Piensan que los soldados son los únicos que son verdaderamente libres, pero no es verdad. Cuando entras, eres la última mierda de todas las que hay, siempre te mandan los peores trabajos, siempre tienes que obedecer incluso a la peor escoria que está cansada de currar y te carga a ti el muerto. Muchos desisten en el intento de ser libres de esa forma, es preferible seguir siendo un aprendiz de lo que sea, antes de que te manden a arreglar las letrinas, y eso cuando no te mandan a patrullar la ciudad una y otra vez, con esa asfixiante y calurosa armadura.

¿Por qué decidí entonces alistarme yo? Le debo un favor enorme a algunas personas con las que siempre estaré en deuda, a las que siempre agradeceré la vida que tengo ahora y a quien quiero proteger. Además, me engatusaron con esos sueños de libertad, para qué negarlo. Pero yo, al contrario que muchos reclutas, tengo clara una cosa: La libertad no se consigue con un trabajo; la libertad se consigue siendo capaz de poder marcar tu camino y escribir tu propia historia.

Mi nombre es Celadias, y esta será mi historia.

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora