Veintiocho: Una cita

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Los niños repetían una y otra vez lo que Leanne enseñaba. A mí me sorprendía el dominio que ella tenía de su clase, por lo que preferí dejar que ella tomase el absoluto control.

Era jueves, y me entristecía saber que pasarían cuatro días más hasta que pudiese verla de nuevo. Necesitaba acercarme a ella, pero no sabía cómo, temía que me rechazara, que ya no me viese de esa forma.

¿Y si tenía novio?

¿Y si estaba comprometida?

Los niños salieron a recreo y yo aproveché mi oportunidad de hablar con ella.

-Lea.

Ella estaba a punto de salir, y volteó. –Dime.

-Yo quería preguntarte como haremos con los ensayos… digo, como tú y yo vamos a tocar. ¿No?

-Ah, sí. –Asintió. –Supongo que podríamos ensayar en mi casa. Aunque dudo que necesitemos muchos ensayos, ¿No crees? Digo, la canción nos la sabemos de memoria.

-Siempre es bueno practicar –me encogí de hombros. – ¿Vas a comer? ¿Puedo acompañarte?

-Sí, claro.

Nos dirigimos a la cafetería. Ella comió un sándwich y yo solo tomé un jugo. Me agradaba su compañía, pero no podía negar que era doloroso, tenerla tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Salimos de la cafetería cuando el receso casi terminaba. Yo caminaba detrás de ella.

En un momento dado, Leanne tropezó y se fue de lado, yo me apresuré a evitar que cayera, tomándola de la cintura y quedando muy cerca de ella.

Por un momento nuestras miradas se conectaron y sentí mi estómago revolverse de tantas mariposas. Deseaba besarla con todo mi ser, pero no podía hacerlo.

-G-gracias –balbuceó nerviosa.

Se levantó y seguimos nuestro camino al aula en silencio.

El resto de la clase la noté perdida. Instruía a los niños y volvía a ensimismarse una y otra vez, como si su mente le diese vueltas y vueltas a una idea.

¿Estaría pensando en mí?

Narra Leanne.

El resto de la clase no pude dejar de pensar en Ignazio. El montón de sensaciones que se habían manifestado cuando me tomó de la cintura seguían ahí. Recordaba y revivía una y otra vez el tiempo en que habíamos sido novios y todo era perfecto.

No pude concentrarme mucho el resto de la clase, por lo que fue Ignazio quien tomó el control.

Era confuso. Una parte de mí quería volver con él, pero la otra no podía dejar de pensar en todo lo que había sufrido y lo mal que me había sentido.

Antes de darme cuenta, pasó una semana. Los tres días, fueron totalmente dedicados a los niños y a que aprendiesen las canciones. Me comenzaba a acostumbrar a la presencia de Ignazio, aunque aún no estaba del todo cómoda. Lo extrañaba, y era un hecho que él a mí, pero tenía miedo de volverme a enamorar y por eso no había sido capaz de darle pie a nada más, lo cual quizás me había llevado a ser un poco fría y seca con él.

Sin embargo, teníamos que ensayar y no podía seguir posponiéndolo, por lo que dentro de dos horas, vendría a casa. Era viernes e Isa y mamá estaban en casa, lo cual agradecía profundamente.

Me bañé y me recosté un rato a leer. Isabella me llamó y me dirigí al comedor a almorzar con ellas.

-Entonces… -mamá me miró- vendrá Ignazio.

Paura D'Amare [Ignazio Boschetto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora