Emily y JJ | Amigos de la infancia

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—¡Hey! —Gritó una voz desde mi ventana.

Me levanté y me estiré viendo con flojera al lugar en donde parecía provenir el agudo sonido, o por lo menos, eso trataba de hacer hasta que un objeto impactó el vidrio, quebrándolo en docenas de piezas.

Una. Puta. Piedra.

¡Me rompió la ventana!

—¿Qué carajo?

Me dirigí corriendo hacia la escena del crimen y tomé el marco de la ventana tratando de abrirla, pero lo único que conseguí, fue terminarla de romper, haciendo que el resto del vidrio cayera, estrellándose en el piso.

—¡Despierta JJ! —Llevaba su ropa de Skateboarding, su hobbit desde hace... ¿2 días? Cada mes tenía una nueva "Pasión," la cual no podía mantener ni dos semanas, pero ágilmente conseguía que su padre la inscribiera en cualquier otro curso que hubiera abierto.

La chica era toda una diosa en esto de la extorsión.

Pero también, ¿quién podría decirle que no a Emily?

La conocía desde que mi mejor amigo —su hermano— me la presentó cuando tenía siete años, y ella cinco; lo que había comenzado como una incómoda y respetuosa relación, se había transformado a conocidos, luego en el "Escuadrón de Superhéroes de Saltadilla," y finalmente, en amigos.

Rindiéndome, le concedí la entrada a mi casa y ella con confianza se echó en el mueble con sus para nada limpios zapatos encima de la mesa de café.

Mi mamá va a odiarla aun mas.

— Claro que lo recuerdo —confesé, logrando sacarle una sonrisa esperanzada, lo que me sedujo a decir lo siguiente—: hoy es el primer día en el que se vio a una cebolla llorar.

La sonrisa desapareció de sus labios automáticamente, y en su remplazo llego una vez espesas cejas que estuvieron a muy poco de juntarse, mostrando lo enojada que la chica estaba. No se bromeaba acerca de su cumpleaños, ni de su tan no conocida edad.

Pero eso último no tenía remedio, ¿a quién se le ocurría nacer en un 29 de febrero? Seguramente a Emily Thompson, la persona mas impredecible que podría conocerse. Y de segundo lugar Charlie, por supuesto.

—¡Hablo en serio! —exclamóc la chica haciendo un puchero y lanzándome una almohada—. ¿En serio lo olvidaste?

Le sonreí negando con la cabeza. ¿En serio pensaba que se me podría olvidar su cumpleaños?

Ni en 1,000 años bisiestos.

Subí las escaleras hasta mi habitación y recogí la bolsa de regalo azul, que contenía el regalo de Emily. Se lo di a la chica quien explotó en una sonrisa sin siquiera abrirlo.

Eso era probablemente mi cosa favorita de ella. Todo era felicidad, no había nada imposible de arreglar para Emily, la manera en la que pensaba era tan optimista que casi alcanzaba lo fastidioso.

Pero me encantaba. Todo de ella, cada pequeña partícula que la chica poseía era un paisaje de lo más hermoso, y lo mejor es que yo estaba en primera fila para contemplarlo.

Ella lo empezó a abrir y empezó a reír al ver su contenido. Un disco de vinilo de Aerosmith, había tardado dos meses en encontrar uno. Dos de las "pasiones" que Emily jamás se despegó fueron: Rock, y disco de vinilos. Recuerdo que cuando tenía 11 ella poseía más 80 discos y los cuidaba como si fueran oro. No nos dejaba ni a mi ni a Charlie tocarlos.

—¡No lo creo! ¡Esto es falso! ¡No lo creo! ¡No lo creo! —gritó mientras colocaba el regalo contra su cara y pataleaba de alegría. Sus ojos azules se achicaban en una mueca de felicidad cada vez que miraba el disco, y aquello me enternecía profundamente.

—¿Te gustó? —pregunté sabiendo la respuesta.

—¡Por supuesto! Me lo diste tu.

Diablos, en serio me gustas.

Una de las razones por la cual jamás le diré lo que siento, es porque mi mejor amigo detesta que los chicos se acerquen a su hermana. Fue capaz de cortarle el pelo un día porque Steven, nuestro vecino, le había dicho que su cabello era tan hermoso como el amanecer. Emily aun no se lo perdona.

Pero estaba bien así, verla alegre era más que suficiente para mi.

O por lo menos eso creí.

—Bueno, me tengo que ir —anunció su partida dirigiéndose a la puerta con su regalo—. Tendré una cita con Derek hoy, tu me cubres, ¿cierto?

Yo asentí y le guiñé el ojo.—Diviértete.

Ella salió y cuando estuvo a una buena distancia de la casa coloqué mi cara en una almohada y grité furioso. Mierda, ya era hora de que aquellas cosas me dejaran de afectar.

Si ya me había echo la idea de que jamás íbamos a salir juntos, ¿por qué no podía simplemente dejarla salir con cualquier chico?

A veces la tentación de llamar a Charlie y decirle que había salido con un chico era tan grande que pasaba horas con el teléfono en la mano decidiendo si llamarla o no.

Pero no lo hacía, y nunca lo iba a hacer.

Y por qué, se preguntarán.

Porque me gusta.

¿Qué acaso no es el amor lo que nos mueve y nos hace hacer estupideces?  Porque por lo menos, eso era lo que Emily creaba cada vez que explotaba en una sonrisa. Un estúpido.

Un estúpido enamorado.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2018 ⏰

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