Tal y como Sue dijo que sería, la prueba sucede al día siguiente. Estoy en medio de una solitaria práctica cuando mi transportador comienza a pitar, llamando mi atención. El candado de la habitación acaba de desbloquearse, y debo transportarme a la sala de entrenamientos de inmediato. Es lo que indica la pantalla, al menos, aunque supuse que sería la misma sala que la prueba anterior.
Tengo el traje azul puesto. El brazalete en mis bolsillos, bien al fondo. Y el hilo dorado revoloteando a mi alrededor. Podría decirse que estoy lista, y sin embargo tengo bastante miedo de volver a enfrentarme a Even luego de lo que sucedió ayer. Sue se encargó bien de alimentar mis preocupaciones con todos sus comentarios hacia la actitud que tuvo el entrenador en esta supuesta reunión. Además de esta nueva restricción, la que nos impide usar dones si no es durante un entrenamiento, el resto de las cosas pactadas en el Ala D están haciéndose ver. Ya empiezan a intentar eliminarnos uno por uno.
Sé lo que eso significa. No nos eliminan como tal del proyecto. Nos quitan la posibilidad de participar de sus dichosas misiones. Eso solo implica... quedarnos más tiempo aquí, en el Regimiento, entrenando, pero también sin saber qué es lo que realmente sucede allá afuera. Y yo, no solo por curiosa sino también por supervivencia, tengo que encontrar la manera de salir de aquí cuanto antes.
Cuando llego a la sala de entrenamientos, el resto del grupo ya está presente. Incluso Sawyer, a quien decidí ignorar por completo por mí bien. Sue parece hacer lo mismo, y de hecho, nos está funcionando hasta la fecha. Pero algo capta mi atención en cuanto descubro que no somos los únicos en la sala. Frente a nosotros, con una expresión seria e imponente, Rosé permanece atenta a mi llegada. Detrás de ella, a su izquierda, Even observa algo en una tableta que tiene entre manos; a la derecha, Kristen Hale comienza a hablar.
—Los convocamos porque surgió un imprevisto —nos informa, adelantándose un paso.
El resto del grupo, yo incluida, formamos un círculo en torno a ellos. Puedo sentir la tensión en el ambiente, como así también la duda, la incertidumbre. Vinimos aquí esperando una prueba, no un imprevisto.
—¿Qué sucede? —se atreve a preguntar Sue.
Even alza la mirada de la tableta por un instante para decir:
—Solo tienes permitido dirigirle la palabra a tus superiores cuando ellos te lo permiten, Treinta y cinco —la corrige, y en respuesta solo escucho peón, peón, peón.
Even nos llama por nuestros números en presencia de rangos superiores al suyo. Y nunca insistió en una mierda tal como la regla de las jerarquías. Poco a poco, el Regimiento empieza a hacerle justicia a su nombre. Sue también se da cuenta de eso, pero no insiste, sino que retrocede un paso hacia atrás, avergonzada.
—No tenemos tiempo para explicaciones —habla Rosé por primera vez, y el simple tono de su voz impone respeto por sí mismo—. La participación del Regimiento en este proyecto tiene un objetivo diferente a la recuperación del suero de los dones. Nuestro trabajo es más bien defenderlo. Protegerlo de aquellos que quieren verlo desaparecer.
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Deja que brille ©
Ciencia FicciónLos humanos se cansaron de ser débiles y ordinarios. ¿Qué fue lo mejor que pudieron hacer? Cambiar. ¿Pero qué es imposible alterar? Un error. Por eso existe Ginebra, por eso es una de otras tantas personas que siguen naciendo sin un don y por eso, t...