20 años: Él

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Lo había intentado todo, me había esforzado hasta la extenuación, pero no lo conseguí. No conseguía concentrarme. Había pensado que dejar a Paloma sería la solución. Mi entrenador decía que estaba distraído, que debía escoger entre mi novia y el fútbol. Pero me equivoqué. Sencillamente, o no era lo suficientemente bueno, o tal vez, simplemente, no dejaba de pensar en ella. Sus ojos negros me visitaban en sueños, sus labios carnosos, su pelo largo y rizado. Incluso aquel beso en la puerta de la discoteca, antes de que saliera corriendo, me dejó trastornado.

En la Universidad tampoco me iba mejor, pero al menos aprobaba las asignaturas. Olvidé el fútbol. No aguantaba más la presión.

Una tarde, decidí llamar por teléfono. Tenía su número grabado en mi memoria. Su madre cogió el teléfono.

-Buenas tardes, por favor, ¿podría hablar con Paloma?.

-Buenas tardes, ¿quién llama, por favor?

-Soy un antiguo amigo, Adrián.

-Ah, sí, Adrián. Te recuerdo -cuando su madre dijo eso, me quedé paralizado. Sólo esperaba que no me colgaran el teléfono- Verás, Paloma ya no vive aquí.

-Vaya, no lo sabía. ¿Y podría darme su número?

-Si, por supuesto. Apunta.

Y me lo dio. Un número móvil. Claro. Y seguramente también tenía correo electrónico. ¿Cómo no se me ocurrió? Definitivamente, no se me daban bien las nuevas tecnologías.

Quería volver a verla. Saber dónde y cómo estaba. Saber qué sentiría a su lado. Cuando me propuso hora y lugar me puse más que nervioso.

Cuando llegué a la cafetería estaba sentada, con una copa de vino en la mano. Estaba igual, guapa, morena. Me quedé mirándola hasta que me di cuenta de que llegaba tarde.

Su sonrisa parecía, sin embargo, triste. Me preguntó por el tiempo pasado y se lo conté. Cómo me había frustrado, cómo había llegado a odiar el fútbol por la presión a la que estaba sometido. Era tan fácil hablar con ella.

Y, como era de esperar, tenía novio. Aquél imbécil. O no, o no lo tenía claro. Se levantó para ir al baño, y su aroma me envolvió. Sólo hizo falta eso para darme cuenta de lo mucho que la quería, y del tremendo error que cometí cuando terminé con ella y cuando la dejé escapar. Y ahora la había perdido.

Sentí que se acercaba y me levanté. Parecía haber llorado, y acaricié su mejilla. Una lágrima asomó en sus ojos, y la limpié con mi dedo. Paloma me miró, y susurró un "gracias" antes de rozar sus labios con los míos.

No pude aguantar más. La abracé y la besé con todas mis fuerzas. Quería recuperar en un momento los años perdidos, años sin sentirla, sin acariciar su piel.

Paloma se separó, me puso el dedo en los labios, y cogiéndome la mano, me guió fuera del local.

-Paloma ¿nos vamos sin pagar? -le susurré al oído.

-Tranquilo, digamos que estás invitado -dijo mirándome con una sonrisa pícara.

Me llevó hacia las oficinas, sacó una llave del bolso y abrió el despacho... del ¿director? Cerró la puerta y volvió a besarme. La cogí de la cintura y la pegué a mi pecho, mientras ella me quitaba la camiseta y besaba mi torso desnudo. Su mano se acercaba peligrosamente a mi pantalón. Dios mío, su aroma me llenaba el corazón, y sus caricias, me excitaban tanto que estaba a punto de perder el control. Llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer, y sabía que no iba a aguantar mucho si Paloma seguía besándome. Me aparté y bajé los tirantes de su vestido, que cayó al suelo sin hacer ruido. Acaricié su hombro, bajé la mano por su espalda para llegar al broche de su sujetador, y lo solté. Allí estaban, perfectas, tal y como las recordaba. Las besé despacio, y Paloma soltó un gemido que me excitó todavía más. Acerté a ver un sofá negro, y cogiéndola en brazos, la recosté despacio mientras buscaba un condón en mi bolsillo. Después de ponérmelo, volví a besarla, y ella me susurró al oído: "te necesito". Estaba caliente, húmeda, y cuando entré desesperado, ella empezó a moverse y no pude aguantar su tacto. La besé mientras me quitaba el condón usado.

-Lo siento -le dije- sé que tú no has terminado. Déjame arreglarlo, por favor. Bajé hasta beber de su fuente de vida, con besos largos y profundos, hasta que sentí que ella también terminaba, curvando su espalda y susurrando mi nombre.

Se quedó tumbada en el sofá, jadeando, y me tumbé junto a ella cerrando los ojos. Era la primera vez que hacía el amor con Paloma.

Miré alrededor y vi un escritorio, y un marco de fotos.... me levanté del sofá como si tuviera un resorte.

-¿Éste es tu despacho?

-Sip. -me contestó.

-¿Eres la directora del centro comercial? -me sorprendí.

-No, en realidad, soy la dueña.

Almas unidas, vidas separadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora