27 años: Él

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-Paloma, ¿a qué hemos estado jugando estos tres últimos años? -le pregunté.

-A papás y mamás. -me contestó.

Hizo una mueca divertida y me besó. Fue un roce, ligero, en los labios. Pero yo no pude aguantarlo. Mi corazón se detuvo por un instante, y empezó a latir como loco. Atraje su cabeza, para no separarme de ella y la besé, busqué su lengua, mordí sus labios, y de repente cerré los ojos. Y me aparté.

Paloma me miraba sorprendida. Sé que adivinaba el bulto que veía aparecer en mi pantalón. Un minuto más y no habría marcha atrás. Los dos nos deseábamos demasiado. Y sólo estuvimos juntos una vez. Hace siete largos años.

Y esta relación, en la que nos mentíamos convenciendonos de que éramos amigos, que ella era mi cliente, y yo su proveedor, no era nada saludable. Y cada vez nos dolía más el corazón.

Yo sabía que las cosas con Gloria no iban muy bien. Habíamos llegado a un acuerdo de "no agresión". Pero ahora que había descubierto que Paloma me quería, que aún me deseaba, quería hacer las cosas bien.

-Para, Paloma, o no responderé por mí. -le dije.

-Yo no quiero que respondas.

-Y yo quiero hacer las cosas bien.

-Yo también. -Paloma se quedó en silencio, como hacía cuando pensaba. Luego habló- Voy a intentar que lo que hay entre nosotros tenga sentido. ¿Me haces un favor? Ven mañana por la noche a verme. Pero directamente al despacho. Ven a las nueve, cuando las peques estén dormidas. Y ahora, vámonos a casa. Mañana será un día largo.

Se levantó decidida, y conmigo todavía en shock, nos fuimos a casa. Paseamos cogidos de la cintura. A esa hora no nos vería nadie. En la puerta de su casa me besó dulcemente y esperé hasta que estuviera dentro del portal.

Cuando llegué a mi casa, Gloria ya estaba despierta, desayunando.

-¿Dónde has estado? -Su voz estaba tranquila, sin sombra de reproche. Suspiré y me senté. Cogí una taza y me serví café.

-Con Paloma, necesitaba mi ayuda. Ayer me llamó, cuando estábais dormidas. Su marido la está engañando.

-¿Sergio? ¿Y se da cuenta ahora?

-¿Tú lo sabías? -la miré extrañado.

-Todo el barrio lo sabe. -se encogió de hombros- Mira Adrián, te quiero un montón. Mucho, eres un padre maravilloso. Durante estos tres años, he intentado enamorarme de tí, he intentado que aquella noche tuviera sentido. Pero no lo tiene, tú sigues pensando en ella, lo sé. Igual que yo sigo pensando mi ex. Nuestra relación, amigo mío, es que somos padres de una niña maravillosa. Paloma es.... una mujer fantástica, de verdad. Tiene una inteligencia y capacidad que yo no tendré jamás. Con veintisiete años, su hermano y ella han levantado un imperio de servicios, y además tiene tiempo para ser madre y esposa. Aunque su marido no quiera. Todo el mundo sabe que está con ella por su dinero. Así que entiendo que la ayudes, te necesita, y si te quiere la mitad de lo que veo que tú la quieres... haréis muy buena pareja. Además, me tendré que llevar bien con ella... su hija será compañera de la nuestra en el colegio.

Me quedé helado. Gloria no me quería. Seguía queriendo a su ex, ese por el que había llorado aquella noche. Y sabía que yo quería a Paloma. Y quería llevarse bien con Paloma. Supe que quizá, tal vez, nuestras almas unidas pudieran llegar a unir nuestras vidas separadas. No podía esperar a esa noche.

Almas unidas, vidas separadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora