Capítulo 9. Destinados A Ser.

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Entonces pasé muchas noches soñando con ella, y me preguntaba si era normal esa situación o si estaba enloqueciendo, porque ya poco salía y no iba al estadio a ver a mi equipo, el cual ganaba y generaba mucho espectáculo, ni eso despertaba mi interés. Era como si no conociera a Alejandra y quisiera volver a saber su nombre, sus gustos, manías, y todo lo que ella era. Escuchaba la canción que me había dedicado y en ocasiones no podía luchar contra las lágrimas, pero no lloraba de dolor, lloraba de amor. Estaba enamorado de Alejandra. Hablaba con la luna, cuando en noches se encontraba llena, y le contaba, como si me fuera a responder que Aleja me había salvado, y me había puesto en un lugar nuevo, porque eso fue lo que ella hizo. Me salvó del abismo.

Intenté alejarme de su vida, porque pensé que mi forma de ser no era compatible con la suya o que mi forma de ver las cosas, no permitía que yo dejase que fuera ella y por momentos se cohibiera de hacer ciertas cosas. Hasta que aquella noche, un poco lluviosa y de esas que tanto nos encantaban a ambos, como si alguien me hubiera dicho que así era la forma de hacer las cosas, decidí llamarla. Aún la tenía registrada en mi teléfono de manera especial, contemplé por unos segundos su foto, y luego le marqué. Al primer intento no contestó. "Está ocupada o más bien no me quiso contestar, ¿qué estoy haciendo?" -pensé. Sin embargo, había algo que me decía que lo tenía que hacer, entonces lo intenté una vez más, y a lo mejor me hubiera pasado toda la noche intentándolo, hasta escuchar su voz, porque aunque no estuviera en el guión de nuestra escena, yo quería eso, escuchar su voz, una vez más. Iba a tardar al menos media hora intentándolo. Persistencia.

-¿Sí? ¿Quién es? -Respondió sorprendida. No sabía que era yo, había borrado mi número o simplemente estaba jugando conmigo. Me quedé un par de segundos pensando aquello y luego le contesté.
-Jason, quería decirte que... Eh...
-¿Jason? Mmmm...
-¿Por qué te sorprende? Mira, te he echado de menos, ¡Vamos! ¿Tú no a mí?
-Pues, da igual. -Dijo sin muchas ganas de hablar.
-Has borrado mi número de tu móvil. -Refuté.
-Pues... No sé, te dije que me da igual. -Contestó con la voz un poco quebrantada.

En ese momento no supe cómo reaccionar y una lágrima recorrió mi mejilla, pero ya no podía retroceder.

-Necesitaba esto, escuchar tu voz. -Le dije.
-¿Sólo eso? -Preguntó resoplando su nariz.
-No, sólo eso no. ¿Estás resfriada? -Pregunté, esperando que me dijera que me amaba, que me extrañaba y demás.
-Sí, un poco. Este invierno me está viniendo mal. ¿Tú cómo has estado?
-Normal. ¿Podría verte mañana? -No me aguanté.
-¿Mañan...?
-Mañana no, ¡hoy mismo! Espérame allí. -Colgué.

No esperé que me diera su respuesta, porque a lo mejor me diría que no, y tampoco entendía mi decisión tan radical de hacer tal cosa. En todo caso el amor lo puede todo, y eso era lo que yo por ella sentía, un loco e incontrolable amor. No tardé mucho en llegar a su casa, y a decir verdad no me importó empaparme tanto con aquel chaparrón que caía en ese momento. En el camino iba planeando qué le iba a decir, compré un par de chocolates, y a pesar de querer comprarle una rosa, no lo logré, porque ya todo a esa hora estaba cerrado. Eran un poco más de las nueve y cuarto cuando a su casa llegué.

-¿Te encuentras bien? Estás loco. -Me dijo sorprendida. La besé. La besé y no me importó quién estuviera por allí. La besé y apreté su espalda con la mano derecha, y coloqué mi mano izquierda en su cintura, de tal manera que la traje a mí y nos besamos con mucha pasión, como quién no se ha visto en cien años con quien ama. Como si el mañana no existiera y el hoy se acabara pronto, así nos besamos.

-Estoy loco por ti. -Y la besé de nuevo. Me sentía como la primera vez que la besé, y sentí ganar lo que estaba perdiendo, su corazón, porque a ella parecía que le gustaba estar en medio de tal situación. Noche lluviosa, perfecta noche lluviosa que recuerdo con tanta felicidad, porque fue el día que mi corazón tuvo sentido al latir.

-Te traje estos chocolates. Quise traerte una rosa, pero no pude. -intenté explicar.

Tomó los chocolates, y me hizo seguir.

-¿En serio dejaste de besarme para decirme eso? Podía esperar, ¡te extrañé mucho! -Dijo en tono de mamá gruñona.
-Pero, Aleja... -Me interrumpió con un beso.

Esa noche permanecimos abrazados en el sofa aquel, en el que un día supe que mi lugar era ella, dándonos besos y haciéndonos reír, recordando cualquier hecho chistoso. Allí, ratifiqué que Aleja era mi vida o al menos la persona que le daba razón a eso de "vivir bien". Luego comprendí que no me podía marchar de su vida, ni ella de la mía, y qué bonita forma de mirar el destino, cuando te plantea estar con una persona que te cambia todo, que te,tira, y te levanta, te hala, te suelta y luego te atrapa, alguien que le da emoción a tu vida, y de quien no te puedes ir, porque por más que huyas, están destinados a ser.







Sentir que vuelo cuando te abrazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora