Capítulo 1: ¿Objetos perdidos?

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Era un aburrido minuto, de una aburrida hora, de un aburrido día, de una aburrida semana, de un aburrido mes, de un aburrido año, de un aburrido siglo, de un aburrido milenio, de un aburrido...

-¡Ay!

-¿Me estás escuchando, baka? -mi mejor, y única, amiga, me acababa de dar en la frente.

-Sí, sí...

-¿Y bien? ¿Qué te parece? -sonrió.

La verdad es que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaba contando.

-Sí, sí, es fantástico, una estupenda idea, sí señor.

Baka! No te estaba proponiendo nada...

-¿Algún día dejarás de usar esas complicadas palabras chinas que sacas de las series esas? -pregunté algo molesto.

-Primero, no son chinas, ¡son japonesas! Segundo, esas "series" ¡se llaman animes y son lo mejor del mundo! Y tercero, ¡no! -frunció el ceño y se cruzó de brazos, intentando parecer una de esas locas del "anime".

-¿Por qué te gusta tanto?

-Porque he nacido para verlo. Soy una loca otaku, ¡y además fujoshi!

-Estoy de acuerdo con lo del loca.

-Baka.

-Bueno, te veo mañana -concluí la conversación.

-¡Sí! ¡Hasta mañana! -se despidió con la mano y se alejó corriendo.

La verdad es que por muy loca que fuese con... Todo, era una gran amiga. Nunca me gustaron las mujeres, y no me refiero sólo en temas amorosos. Son como víboras: si las ofendes, ellas te atacan por la espalda y nunca lo olvidan. Los hombres somos mucho más simples: una pequeña discusión y enseguida nos llevamos genial de nuevo.

Por cierto, yo soy Samuel de Luque, un chico deportista que se centra en eso, básicamente, y pasa de los estudios. Hay dos cosas que detesto en este mundo: las mujeres, exceptuando a mi mejor amiga Rin, y a la gente pesada/cursi/mandona/emo/llorona entre otros. Resumiendo, odio al mundo.

Voy a cuarto de Secundaria, así que el próximo año ya podré centrarme en mi amado atletismo. Yo pensaba que este año sería horrible, pero me equivocaba.

Aquel día, encontré un cuaderno de tapa verde claro, sin nombre, con una pegatina de tortugas en la portada. Seguramente era de una de esas chicas tontas de mi clase que andaban cotilleando todo el rato; parecían un trío de viejas marujas. A pesar de todo, cogí el cuaderno y lo guardé en mi mochila para ojearlo cuando llegase a casa. Yo no era un secretario de "objetos perdidos", lo devolvería cuando me diese la gana.

No sabía que aquel acto tan egoísta y antipático me cambiaría la vida.

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2016 ⏰

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