Por fin os traigo un capitulo más, siento mucho la espera.
La nieve había llegado a Kansas y la temperatura en el exterior del búnker situaba el termómetro por debajo de los cero grados. Abbie regresaba a la biblioteca después de fregar los platos de la cena de Nochebuena.
- ¿Y Sam? – preguntó al ver que ya no estaba.
Dean que hasta ahora había estado absorto jugando con un Bobby de 9 años, no se había dado cuenta de la ausencia de su hermano. Aún sentado en la alfombra de juegos se giró y observó la estancia antes de mirar a Abbie.
- Estaba aquí hace un segundo. – contestó extrañado.
Abbie se encogió de hombros y se dirigió a la mesa para coger una galleta de jengibre. Mientras saboreaba el primer bocado observaba como el pequeño Bobby jugaba con su coche de carreras preferido.
- Mami, tu coche ya está arreglado. – dijo mientras le tendía un coche azul oscuro.
- ¿Ya? – preguntó mientras se acercaba a ellos y cogía el juguete. – Vaya, ¡qué mecánicos tan estupendos tengo! – Bobby rió orgulloso cuando Abbie besó a ambos en la coronilla antes de sentarse con ellos.
- ¿Cuándo vendrá Santa? – Preguntó el pequeño al ver que su madre miraba el reloj.
- Ya sabes que solo viene mientras dormimos – respondió Dean esta vez. – Y colega, creo que tu hora de ir a dormir a pasado hace un rato. Así que guarda tus juguetes y vete a la cama.
El niño hizo una mueca de disconformidad y fastidio. – Haz caso a tu padre. – Sonó tan tajante que Abbie lo acarició y agregó - Además, cuanto antes te duermas, antes te despertarás para abrir los regalos.
Bobby obedeció y comenzó a recoger sus juguetes cuando de repente se oyó un ruido en las escaleras y la puerta se abrió para dar paso a una enorme figura vestida de rojo.
- Oh oh oh – cantó con voz grave el recién llegado.
Observaron como el altísimo Santa Claus bajaba rápidamente las escaleras y se reunía con ellos.
Abbie y Dean intercambiaron miradas y supieron que ninguno de los dos tenía nada que ver con aquello.- Veamos, ¿aquí hay algún niño que se llame Bobby? – preguntó Santa con una voz muy grave.
- ¡Yo! - El niño se asomó por detrás de su padre que se había puesto instintivamente delante de él y su madre.
- Vaya, ¡cómo has crecido! – Santa se inclinó hacia él – Y además te has portado muy bien este año. Así que he querido entregarte los regalos personalmente.
Bobby sonrió con agitación y fascinación, pero no era el único. Abbie pudo observar como la cara de Dean también se había iluminado y sus ojos brillaban con una cierta inocencia.
Santa abrió su saco y comenzó a sacar paquetes de diversos tamaños y vivos colores. – Este es de parte de tu tío Sam, me dijo que es algo para que recuerdes que siempre puedes contar con él. – Indicó entregándole un pequeño paquetito envuelto en papel verde.
Hábilmente rasgó el papel y abrió la caja que contenía un colgante de madera con un pentagrama dorado tallado. Antes de que pudiese apreciar el regalo, ya tenía en sus manos el regalo de Dean que no era otra cosa que su superhéroe favorito, Batman. Finalmente abrió el paquete más grande y pesado de todos. El pequeño se exaltó al observar una chaqueta de cuero muy parecida a la que había visto en antiguas fotos de su padre.
Dean miró a Abbie y ella se encogió de hombros sonriendo al ver la rapidez que se había dado su hijo en ponerse la chaqueta.
- Papá mira, ¡es batman! – casi gritó mientras le enseñaba la figura de acción.
Abbie propinó un ligero codazo en las costillas de Dean al ver que este seguía petrificado en el sitio. Finalmente volvió en sí y con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a ver el nuevo juguete.
- ¿Quieres que te ponga el colgante? – preguntó Dean.
- No, prefiero que lo haga el tío Sam. – Dean asintió y ambos comenzaron a sacar todos los accesorios de la caja del muñeco, incluido un reluciente Batmovil.
El enorme Santa se despidió de todos y se marchó por donde había venido. Minutos después apareció Sam por la puerta contraria.
- ¡Tío Sam! ¡Ha venido Santa! – gritó Bobby en cuanto lo vió aparecer.
- ¿Cuándo? ¿Ahora? – preguntó con fingida sorpresa y excesiva emoción.
- ¡Sí, acaba de marcharse! – señaló en dirección de las escaleras.
- ¿Y me lo he perdido? ¡Qué rabia! – agitó el puño en señal de fastidio – Bueno, quizás vuelva el año que viene.
- Quizás. – respondió Bobby y volvió a prestarle atención al juguete.
Abbie se acercó a Sam y cogió su mano afectuosamente. – Gracias, ha sido un detalle magnífico – pronunció en voz baja.
- Sabía que después de las Fiestas le contaríais la verdad, así que pensé que sería una buena forma de – hizo una pausa tratando de buscar las palabras adecuadas - comenzar una nueva etapa.
Como toda respuesta, la castaña se puso de puntillas mientras tiraba de él hacia abajo y depositó un cariñoso y fuerte beso en su mejilla.
- Por cierto, Santa dejó algo para ti. – Abbie abrió el primer cajón del archivador y sacó una caja cerrada por un lazo rojo.
- Para ti también. – Sam guiñó un ojo mientras sacaba su regalo de detrás de su espalda.
Ambos abrieron los regalos al mismo tiempo, se miraron a los ojos y explotaron en sonoras carcajadas.
- Es perfecto, gracias. – consiguió pronunciar Abbie con ojos acuosos.
- Lo mismo digo, muchas gracias – dijo Sam casi sin aliento.
- ¿Qué ocurre? – Dean se había acercado a ellos para conocer el motivo de sus risas.
Ambos se giraron hacia él y le enseñaron los dos e-books completamente idénticos que sostenían en sus manos. Dean los miró alternativamente y soltó una profunda carcajada a la que de nuevo se unieron Sam y Abbie pero fueron interrumpidas por el pequeño que solicitaba la atención de su tío.
Abbie se acercó a la pequeña estación de música y seleccionó una canción.
-¿Queen? ¿En serio? – preguntó Dean detrás de ella.
- Oh vamos, te encanta y lo sabes. – le chinchó dándose la vuelta y rodeando su cuello con los brazos.
Dean emitió un sonido ronco a modo de protesta a la vez que la estrechó contra su cuerpo. Sin percatarse ambos habían comenzado un ligero vaivén al son de la música - ¿Ya no estás enfadada? – susurró con voz ronca a escasa distancia de su rostro.
Ella negó con la cabeza. – Ya sabes que no puedo estar mucho tiempo enfadada contigo.
El cazador rió entre dientes y besó su frente. – Eres maravillosa – agregó antes de besar sus jugosos labios con dulzura.
- ¿Por qué no mandamos a esos dos a la cama y te enseño lo que te ha traído Santa? – Dijo Abbie con una sonrisa pícara.
- Eso está más que hecho – sentenció mientras la ardorosa sensualidad de Abbie encendía todo su cuerpo.