Adiós

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La oscuridad comenzaba a disiparse en el planeta Vegeta-sei, el amanecer era contemplado por dos siluetas de pie a las afueras del reino. Ambas eran imponentes, a pesar de que el segundo apenas superaba en altura la mitad del primero.

-¿Por qué estoy aquí, madre?

El pequeño Príncipe observaba a su progenitora, no entendía porqué lo despertó a mitad de la noche sin darle explicaciones de nada y lo había traído allí. Él la siguió sin cuestionar, por supuesto. La verdad, sólo hablaron una vez; ella para despertarlo y él para preguntar. Le extrañaba la actitud de su madre, ¿por qué lo despertaría a mitad de la noche, a escondidas de todos sólo para esperar el amanecer juntos? Ella no era así, no se detenía a contemplar las cosas bonitas y no pasaba mucho tiempo con él ni con su hermano. Era casi tan estricta como su padre.

-Es bello punto de vista, ¿no crees? -ni siquiera baja la mirada para verlo, sólo se queda con la vista fija en el amanecer y la voz queda.

Lo era. Desde dónde estaban se podía ver el palacio y todo lo que lo rodea siendo iluminado por el amanecer; habían volado hasta una especie de montaña que estaba medianamente alejada del palacio, lo suficiente para verlo y lo suficiente para que no los vean. Era una pena que tan bella vista sea ignorada por casi todos los habitantes del planeta.

La mujer se quitó uno de sus guantes para acariciar el peculiar cabello de su hijo mayor, contadas eran las veces que lo hacía, casi nunca. Después dejó reposar su mano des-enguantada en el hombro de principito y enrollo su cola con la de su hijo.

Bueno, algo si está mal con ella. Pensó Chibi Vegeta, frunciendo un poco más su pequeño ceño.

-Madre...

La reina suspiró, bajando la cabeza para observar a sus hijo. Lo observó con detalle: cabello en flama, ceño fruncido y boca ligeramente abierta, mirándola a los ojos. Habían pequeñas cicatrices en su piel, pero no tantas como la de ella y la de su padre. Su hijo menor poseía sólo una o dos, no servía para la pelea. Hubo un amague de sonrisa en su rostro. Era idéntico a su padre, excepto por el peinado, un flequillo tocaba sus ojos, igual al suyo, su cabello era una mezcla del de sus padres. Ella esperaba que quedara así para siempre.

De nuevo volvió su vista al frente y habló:

-Esta será la última vez que nos veamos, hijo mío.

-¿Qué? ¿Por qué? -su rostro se tornó triste y después enojado - ¿Creen que soy débil y me enviarán lejos? ¿Como Tarble?

-No. Porque eres fuerte te llevarán lejos -escondió su tono enojado tras uno indiferente - Serás parte de las tropas de Frezzer ahora.

Su hijo sonreía cuando le dijo que era fuerte, elevó un poco más el ego que sobrepasaba su edad, pero se quedó sin expresión cuando le dijeron que ahora trabajaría para Frezzer. Qué humillante.

-Pero mam... madre, yo no quiero trabajar para él, es un maldito insecto -se corrigió enseguida al ver la expresión de su madre -:, lo siento.

Le desagradaba cuando maldecia. Él no entendía porqué, su padre maldecia todo el tiempo y ella parecía respetar al rey. Además, según él, ya era todo un hombre.

No le respondió. No volvió a hablar, en realidad no habló hasta que estuvieron cerca del palacio. Después de meditarlo todo el camino detuvo el vuelo de su hijo. Se acercó y rodeo el pequeño cuerpo de su hijo con sus brazos, y sólo cuando la cabeza de éste estuvo contra su pecho, se permitió demostrar un sentimiento que no estaba acostumbrada a sentir: tristeza. No recordaba la última vez que lo sintió.

La carita de Vegeta se tornó ligeramente roja, cómo años, décadas más tarde, su propio hijo reaccionaria en una situación parecida. No iba a decírselo, pero apreció ese gesto de su madre.

Este era el primer abrazo que recibió y, sin saberlo, el último que recibiría en mucho, mucho tiempo.

-Adiós, hijo mío.

Sin decir otra palabra, lo soltó lentamente y siguieron volando.

Dedicado a Mrs-Drxwned :D

Si tiene faltas de ortografía, perdón, pero la idea del one-shot solamente fue para hacer el desafío al que me nominaron

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