El Profesor

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Como todos los martes y jueves, el profesor entró con su paso cansino al aula magna, sus alumnos ya estaban sentados esperándolo. En seguida se estableció el contacto, los jóvenes guardaron silencio.

         Sus grises ojos acuosos miraron con cariño al alumnado, entre ellos y el existía una química que provocaba envidia a todo el cuerpo docente de la Facultad de Medicina. No era su vestimenta, el profesor siempre usaba la misma, un traje gris del color de sus cabellos, los mismos zapatos negros acordonados y hasta (afirmaban sus alumnos) la misma camisa blanca y corbata negra. Para el profesor los colores del arco iris no existían. Tampoco era su apariencia, un tanto desgarbada, ni su voz ligeramente cascada por los años, ni su rostro, tan común que si sus alumnos tuvieran que hacer un Identikit seguro que no recordarían ninguna característica notable de su cara.

         La causa de su magia era su pasión y amor por la docencia. El profesor era por lejos el más admirado de la facultad.

         Para ser la última clase de la noche, el nivel de asistencia era enorme. Siguiendo su habitual rutina, colocó su portafolio sobre la mesa, lo abrió y extrajo unas hojas. Minuciosamente se calzó sus anteojos, carraspeó y se dirigió a sus alumnos.

         - Buenas noches, ¿como están?, Hoy continuaremos con el sistema circulatorio.

         Los jóvenes abrieron sus apuntes y se prepararon para seguir la clase.

Un gigantesco grafico del cuerpo humano con venas y arterias en color azul y rojo dominaba la pared a las espaldas del profesor. En el centro de dicha grafica un músculo dominante resaltaba a la vista. El corazón.

         El profesor giró para observarla, carraspeó nuevamente y se detuvo unos instantes mirando la gráfica. Los segundos transcurrieron lentamente. Los alumnos empezaron a mirarse entre si. El profesor seguía de espaldas su mirada fija en el corazón. La alumna sentada en primera fila tomo coraje y pregunto.

-         ¿Esta bien profesor?

Otros breves segundos pasaron y el profesor se volvió a sus alumnos. Como si hubiera experimentado una epifanía, su rostro estaba mas pálido que de costumbre y sus ojos mas acuosos.

Le sonrío con tristeza a la alumna afirmando con la cabeza, carraspeó nuevamente y dijo.

-  En realidad hoy no tengo ganas de hablar del cuerpo humano, ¿les gustaría que habláramos de otra cosa? ¿Digamos del alma? O más concretamente ¿del amor?

Un suave murmullo bajó por el anfiteatro, los jóvenes se miraban  sorprendidos.

Sin esperar más respuesta el profesor comenzó:

         -  El amor es el sentimiento más sublime del ser humano aunque creo que es una característica compartida por todas las especies. Lo que si es seguro es que experimentarlo es la sensación más fuerte en la vida de cada individuo de nuestra especie.

         Una suerte de energía recorre todo nuestro cuerpo y uno se vuelve conciente del calor de nuestra alma. Las manifestaciones a veces se hacen físicas, el corazón late más fuerte y un estado de plenitud casi eléctrica inunda todo nuestro cuerpo.

         El profesor suspiró y se sirvió un vaso de agua de la jarra a su derecha. El silencio fue aprovechado por algunos alumnos que presurosos levantaron la mano. Sonriendo miró a uno de ellos. La alumna preguntó.

-         ¿Usted se refiere al amor de pareja?

-    Amor es una palabra demasiado grande para limitarla a la pareja aunque quizás sea una de las expresiones más bellas.

El Amor puede ser por cosas intangibles como Dios, la Naturaleza, la Patria, o la raza Humana. Desde santos y mártires, hombres como Ghandi, mujeres como Teresa de Calcutta, hasta seres comunes y corrientes comparten ese sentimiento.

También hay amor familiar, amor a padres e hijos, amor de amigos, y lamentablemente también hay amor por dinero, poder o bienes materiales.

El amor es esquivo y pocas veces duradero, no siempre es retribuido, y genera tanto felicidad como dolor.

El profesor hizo una pausa para un sorbo de agua. Otro alumno levantó la mano.

-         ¿Existe el amor no retribuido?

-    Si, y es quizás el mas puro y mas común de los amores. La razón no elige a quien o que amar. Nadie sabe como se produce o a la vuelta de que esquina te está esperando. Simplemente llega, a veces por un pequeño lapso de tiempo a veces para siempre.

-  ¿Amor eterno? , pregunto un muchacho del fondo.

-  Si, no es común, pero algunos seres humanos afortunados lo experimentan.

El joven no quedó conforme y repregunto:

-  ¿Aún no reciproco?

         El silencio se apodero del anfiteatro. El profesor miro al techo buscando recuerdos y contesto con una sonrisa triste.

-         Si, también.

Una alumna lo miraba absorta y emocionada, tomó coraje y levantó la mano.

-         Profesor, ¿Usted ama?

-         Si, profundamente

-         ¿Puedo preguntarle a que o quien?

El profesor bajó la vista y contestó en voz baja

-         No

Los alumnos quedaron en silencio, el profesor carraspeo y dando por finalizada la clase les dijo:

-   El amor es la música del universo es la canción de la vida, el motor mas noble de la humanidad. Benditos sean los que aman en particular los que lo hacen sin ser amados. 

Y sonriendo con tristeza les dijo - Nos vemos el martes próximo.

El hombre llego tarde a su casa. La luz del televisor se observaba desde la ventana de su habitación.

Cerró la puerta con llave y colgó el sobretodo en la percha

-         ¿Ana?

El murmullo del televisor fue la única respuesta. Sonriendo el profesor dijo para si en voz baja.

-         Otra vez se quedó dormida…

El plato de comida lo aguardaba sobre la mesa de la cocina. El profesor lo calentó en el microondas y comió en silencio. Lavo minuciosamente el plato y los cubiertos y subió a su pieza.

Ana estaba con los ojos cerrados.

El profesor apagó el televisor, se cambio y metió en la cama.

-         Te amo – le dijo en voz baja.

         Estiro su mano hasta encontrar la de ella, fría, acartonada, seca, dura, sin vida. Toco su anillo casi suelto sobre la piel reseca del dedo anular, y tomado de la mano de Ana se durmió.

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