Una tarde, Angele decidió acompañar a su amiga a la autoescuela. Sabía que el sitio estaba en la misma calle donde Joe vivía, pero ya habían pasado varios meses desde que hablaron por última vez. En realidad, le había visto hace tres días, pero no se habían dirigido la palabra después de haberse estado evitando.
Una vez que su amiga entró en la autoescuela, decidió esperarla en el pequeño parque con columpios que había justo enfrente; total, era tontería volver a casa si sólo duraba una hora la clase.
Se sentó en el primer banco que vio libre y sacó el libro que hace una semana había empezado a leer. Pasaron veinte minutos cuando una sombra apareció a su lado.
─ Hola. ─Angele dejó de leer para alzar la vista. No pudo dar crédito a la persona que vio.
Fingió no haberse sorprendido antes de contestar.
─ Hola. ─dijo dibujando una leve sonrisa. Agachó la mirada al libro, intentando continuar el párrafo, pero la presencia de Joe no la dejaba concentrarse.
Él pareció vacilar.
─¿Puedo sentarme?
─ Claro. ─contestó sin mirarle.
De soslayo, pudo ver como Joe vacilaba unos segundos antes de sentarse. Una vez sentado, se inclinó hacia delante apoyando los antebrazos en sus piernas, metiendo la cabeza y alzándola nuevamente como si algo le preocupara.
─ ¿Qué lees? ─preguntó con normalidad. Miró a Angele y ésta le enseñó la portada.
─ "La última canción" de Nicholas Sparks... ─le confirmó. Joe asintió ladeando una sonrisa.
Angele volvió a leer el mismo párrafo por tercera vez. Tenía claro una cosa: no iba a caer en la tentación y no sería ella quien dirigiera palabra alguna a pesar de sus inmensas ganas de preguntarle sobre su vida, sobre lo que ha estado haciendo estos días y saber el por qué de su comportamiento tan indiferente hacia ella los meses anteriores de empezar las clases.
La extrañaba tanto que estuviera ahí sentado a su lado, preguntándola como si nada hubiera pasado, después de haberle dado por perdida su amistad o lo que tuvieran y de haberlo pasado realmente mal por su culpa. Cuanto más lo recordaba más la enfurecía, pero no quería perder la compostura, y menos ahora que parecía haberlo superado. O eso creía...
─ ¿Cómo va todo? ─Joe empezó la conversación.
─ Bien ─titubeó─, ¿y a ti?
─ Supongo que bien...
Angele dejó de leer. No podía aguantar. Había leído el mismo párrafo cinco veces y aquella situación empezaba a volver absurda. De reojo pudo ver como Joe observaba cada movimiento que hacia para guardar el libro en el bolso.
Las miradas conectaron después de mucho tiempo.
─ Escucha Angele, yo...
─ Mira ─interrumpió─, me he cansado. No puedo fingir que no me importa. Cada día me he estado preguntando qué te hice para que, de buenas a primeras, te olvidaras de todo lo que compartimos aquellos momentos estando en clase juntos. Es... como si no hubiera pasado nada, como si no me conocieras. Vale que no hubo nada más allá que el simple hecho de ser compañeros de clase y que sólo nos veíamos en un aula cerrada y fea con profesores que no hacían más que gritar; pero para mí, tenerte a mi lado significó mucho y el hecho de hablar contigo también. ¡Me contabas cosas que ni tu novia sabía! A pesar de mi naturaleza introvertida, me esforzaba por mantener conversación divertida y agradable, pero creo que te cansaste de mi por lo aburrida y sosa que era. He llegado a la conclusión de que solo hablabas conmigo porque... porque... ─un nudo en la garganta empezó a formarse─ Porque eres así. Eres un chico muy sociable que habla con cualquiera y yo no era ninguna excepción. De eso me tuve que haber dado cuenta antes de haberme hecho ilusiones. Fuiste el primer chico en quien confiaba, a quien le contaba mis tonterías. Eres el único que conoce tanto de mi. Aunque fueras un simple compañero de clase me hiciste muy feliz porque te consideraba un amigo... ─hubo un silencio algo incómodo. Angele rio incrédulamente─. Pero a quién pretendo engañar.
En innumerables ocasiones Joe intentaba hablar, pero ella no le dejaba.
Angele se sentía decepcionada. Antes le sacaba una sonrisa todo lo que le decía. Ahora no esperaba nada.
Volvió a coger el libro con fiereza. No huiría, no quería irse de allí. Todo lo que tenía que decirle lo dijo sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento ni tristeza. No sería una cobarde.
─ Lo siento ─dijo por fin Joe en un hilo de voz. Angele le miró sorprendida─ . Siento haberte hecho creer todo eso y, en realidad, no sé qué decir al respecto. Hay cosas en las que coincido contigo... De hecho hubo un momento en esos seis meses que estuvimos juntos en clase que empecé a sentir algo que nunca había sentido... ─Joe clavó la mirada en los ojos de Angele─. Me he dado cuenta. A pesar de todo, siempre te has preocupado por mi, por mi familia, por... Ronnie... ─desconectó un instante. Angele también se evadió del mundo al escuchar el nombre de su novia. Un golpe de rabia recorrió su sangre─. He sido un estúpido y un mal amigo ─concluyó.
Angele desvió su mirada, pero sabía que lo estaba diciendo en serio. Se dio cuenta de que no quería volver al tema, no quería volver a pasarlo mal. «Al parecer... sigue con su novia...», pensó.
─ Lo eres, no hables en pasado ─esbozó una sonrisa divertida para calmar esa tensión de amor no correspondido. Joe imitó el gesto. Él sabía que le había perdonado después de todo.
─ Quiero contarte mi último secreto... ─dijo con un tono triste. Angele le miró fijamente y preocupada─. Lo he dejado con Ronnie ─pronunció con voz quebrada, como si quisiera echarse a llorar.
En efecto, sus ojos se llenaron de lágrimas que intentaba oprimir, pero no consiguió esconderlas. Angele no podía imaginarse lo duro que sería una ruptura. Por lo que ella sabía, estuvieron tres años saliendo y era su primera relación seria.
─ ¿Quieres estar solo? ─propuso Angele con voz dulce. Pensaba que quizás, en situaciones como esta era mejor dejarle a solas con sus pensamientos. Además, el parque estaba vacío a causa del frío de otoño.
Joe sacudió la cabeza. Después de vacilar unos instantes Angele abrazó fuertemente a Joe mientras él sollozaba. Sus lágrimas se depositaban en el cabello ondulado de Angele.
Era la primera vez que lloraba y que le veían llorar.
YOU ARE READING
La cruda realidad.
RomanceRelato sobre una joven llamada Angele. A tan sólo cinco meses de cumplir diecinueve aún no ha conocido al amor de su vida. Ni si quiera ha tenido el placer, y nunca mejor dicho, de que un chico la pidiera liarse o acostarse con ella. Ante esto s...