Después de unos minutos conseguí calmarme. Solo escuché el silencio, la señal, de que el miedo lo había consumido todo hasta dejarme en la nada.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y me impulsó a ahogar un grito. Desperté.
Mis ojos se abrieron de par en par y me levante de la cama exausta. Respiraba sin control alguno, me faltaba el aire y lo peor, empezaba ahora. La vista se me nubló, las lágrimas no me dejaban ver con claridad, era inútil, hasta mis sueños me recordaban la triste pesadilla que era mi vida.
Suspiré y me acerqué al espejo de mi habitación. Vi reflejados unos ojos, mis ojos, que pedían ayuda a voces sin recibir respuestas. Una vez más, sigo cargando el lastre del pasado.
Y os preguntaréis quién soy, pero lo único que sé es que me llamo Claudia, que tengo 16 años y que el miedo y la inseguridad, son parte de mí.